J. Ignacio Mancilla*
Para Jacques Lacan (1901-1981) la verdad tienen
estructura de ficción.
Algo que las y los mexicanos acabamos de vivir
en carne propia, con la más que mediática fuga de El Chapo Guzmán de la cárcel
de máxima seguridad del Altiplano, en el Estado de México.
Además de los penales (que no fueron) a su
favor en contra de Costa Rica y Panamá en la Copa de Oro (ja, ja, ja).
La forma en que huyó de su reclusión es, ni
dudar cabe, de película. Ninguna, desde Alcatraz (Escape from Alcatraz, EUA,
1979) de Don Siegel, hasta Sueños de libertad (The Shawshank Redemption, EUA,
1994) de Frank Darabont, basadas en hechos reales, alcanza el grado de ficción
de la huida del ya más que famoso capo mexicano, El Chapo Guzmán.
Es por ello que para continuar con la compleja
relación que hay entre realidad y ficción, que de un modo o de otro se ha abordado
en este blog, quiero retomar una vieja pero excelente película; me refiero a El
perfecto asesino (Léon: The Professional, Francia, 1994), del francés Jean-Luc Besson.
Fotograma de Léon: The professional (Jean-Luc Besson, Francia, 1994) |
Dicha película nos narra, entre otras cosas, la
conocida complicidad entre policías y criminales en lo tocante al tema de la
droga; además de otros hechos delictivos, como son los asesinatos pagados por
la propia policía.
Se trata de la historia de una niña de 12 años,
Mathilda, que por azares de su vida es salvada de morir, por un matón italiano
(que tiene una ética: la de no matar ni mujeres, ni niños); llegándose a dar,
entre ellos, una relación muy profunda, de amor, misma que hace posible que,
por segunda vez, Mathilda sea salvada por Léon, a costa incluso de su vida.
Esta es, en síntesis, la trama del film.
Del que voy a detenerme en la escena climática,
prácticamente el final, en la que se juega todo el sentido de la más que
formidable narración cinematográfica de Jean-Luc Besson.
Para luego pasar a decir algunas cosas sobre el
increíble escape, el segundo (el primero fue de Puente Grande, Jalisco; en
tiempo de Fox y el Partido de Acción Nacional, PAN), de El Chapo Guzmán, que
puso en entredicho no solamente la política de seguridad sino al Estado mismo.
Bien, después del asedio policíaco, sumamente
exagerado, como solamente pasa en el cine, pues el agente de la DEA (Norman
Stansfield, magistralmente interpretado por Gary Oldman) manda traer a todo su
personal disponible, y una vez que Léon ha logrado que Mathilda se salga del departamento, este puede salir, mal herido, cierto, pero sale librado de la escabrosa
situación.
Sin embargo, ya a punto de alcanzar su escape,
es visto por el agente de la DEA quien, para poder matarlo sin testigos,
desaloja a todos los policías, y de hecho le dispara, para, así arrebatarle
toda posibilidad de escape.
Pero, oh sorpresa, todavía antes de morir,
Léon le murmura algo al oído, le pregunta si es … Stanfield, y cuando el
agente le dice que sí, le entrega algo en la mano, de parte de Mathilda, un
dispositivo de toda la carga de explosivos que llevaba en su cuerpo, como plan
B; con lo que asesina al agente corrupto y criminal que había matado al
hermanito de Mathida y a toda su familia.
La película continúa, pero, insisto, con esto
prácticamente se cierra el film, con un acto de justicia, a la manera de la ley
del talión; ojo por ojo, diente por diente.
Donde el asesino a sueldo muestra su humanismo,
a diferencia del agente policíaco.
En la película podemos ver una excelente
actuación de Jean Reno y de la hoy afamada Natalie Portman; entonces
prácticamente una niña (hoy es una consumada actriz de cine). Al grado que una
escena fue censurada, pues en ella se nos presenta algo del orden del amor
entre Leone y Mathilda. Una escena de aproximadamente 5 o 6 minutos.
Por otro lado, el escape de El Chapo Guzmán
pone en entredicho un Estado, el mexicano; pero no voy a usar, aquí, en este
blog, porque me resisto a ello, el concepto de Estado fallido, porque, así lo
pienso, es un término muy ideologizado, por los neoliberales empoderados.
Prefiero el concepto de Estado canalla, tal y
como lo usa Jacques Derrida (1930-2004) en su libro Canallas. Dos ensayos sobre
la razón, para referirme a un Estado que es muy eficiente cuando se trata de
aplicar toda su fuerza contra los de abajo, por ejemplo las y los profesores de
la Coordinadora Nacional de la Educación (CNTE); y que es muy ineficiente
cuando hay que perseguir a los grandes criminales y a las y los que delinquen
desde el Estado mismo.
El caso más paradigmático al respecto es el del
expresidente Carlos Salinas de Gortari.
En conclusión, es toda la criminalización del
Estado mexicano, que viene por lo menos desde, precisamente, Carlos Salinas de
Gortari, aunado a su gran corrupción, lo que hizo que la fuga de El Chapo
Guzmán adquiriera la dimensión
fantástica que tuvo, misma que se ha reflejado en las redes sociales, sobre
todo con los numerosos memes que se hicieron sobre tan singular y fantástica
fuga.
Llegándose, de este modo, a cruzar lo ficticio
con lo real al grado de no saber, con precisión, hoy día, si existe, entre los
políticos y los delincuentes, una línea que los separe y los distinga.
Este es el drama, nada ficticio, en el que
vivimos no solamente los mexicanos sino, prácticamente, las y los ciudadanos de
cualquier parte del mundo, pues, para decirlo con Giorgio Agamben, hoy el
Estado de excepción (la suspensión de la Ley) es la regla en todo el
mundo.
Grecia y México, son buenos ejemplos,
solamente; y cada país tiene, en este sentido, tiene su propia peculiaridad e
historia.
Historia que, en el caso de México, no
deberíamos echar por la borda; antes bien, tenemos que recuperarla, esto contra
el sentido uniformante que adquiere hoy el modelo neoliberal.