miércoles, 23 de marzo de 2016

¡A casi 128 años de El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo!, de Friedrich Nietzsche


J. Ignacio Mancilla*




Portada de Alianza Editorial



[Gracias a PaOla MerAnt y Judith Lacan por haber puesto en mis manos los Escritos de Turín, sin ese gesto no hubiera sido posible mi elucubración del sábado pasado, en la Especialidad, sobre Los estilos punzantes de Nietzsche y tampoco este texto tan especial para Cuerdas Ígneas. Gracias de todo corazón.]






“… Dios la fórmula para toda difamación
de la vida, para toda mentira del <<más
allá>>; en Dios divinizada la nada,
bendecida la voluntad de nada!...
¡Hasta ese punto hemos llegado!...”.

Friedrich Nietzsche. Escritos de Turín. Cartas 
y notas de locura (Fragmentos póstumos, 1888).       

Edición de José Luis Puertas,
Biblioteca Nueva, Madrid, 2009.


1888 fue un año crucial en la vida de Friedrich Nietzsche (1844-1900); fue prodigioso, pero también aciago.

Ese año alcanzó su máxima capacidad creativa, al tiempo que se desmoronó su identidad, para asumir la de otros; incluso Otros (Dionisos, Buda, El Anticristo, El Crucificado, etcétera).

Fue ese año que emprendió la tarea, enorme, de fijar en varios libros lo esencial de su pensamiento; cosa que formuló, primero, con el Plan general de La Voluntad de Poder. Transvaloración de todos los valores. Para, después, retomar el subtítulo y convertirlo en el hilo conductor de otro Proyecto, también de varios libros, pero con la diferencia que el primer libro, El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo, sí lo escribió y lo dejó listo para su publicación (fue su amigo el teólogo Franz Overbeck, 1837-1905, quien lo rescató).

Lamentablemente a finales de ese año, excelso y fatídico a la vez, Nietzsche se volvió loco, entre otras cosas como consecuencia de la sífilis contraída durante su juventud.


Nietzsche y el caballo de Turín


Este año, 2016, a finales, se cumplen 128 años de que ese libro formidable se haya escrito; texto en el que Nietzsche condensa y formula lo más logrado de su filosofía: su crítica radical al cristianismo.

Es por ello que me ocupo, sucintamente, de este texto precursor en muchos sentidos, en el que todo se centra en deconstruir (el término es del filósofo francés, de origen argelino y judío, Jacques Derrida, 1930-2004), bastante influido por el creador de Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie).

Siempre he convocado a mis alumnos y mis alumnas, en el Seminario sobre Nietzsche que doy en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara, a que se confronten, seria y profundamente, con ese singular texto que sigue marcándonos, en muchos sentidos, el derrotero de algo todavía no consumado del todo: la necesaria deconstrucción del cristianismo, en tanto éste sigue siendo el pilar fundamental de la modernidad; inclusive en su dimensión líquida (Zygmunt Bauman).

Es mucho lo que habría que decir sobre dicho libro, aquí simplemente retomo una pregunta y una afirmación que se hiciera, precisamente el año de su redacción, 1888, el filósofo del martillo:

“¿Qué ha negado Cristo? –

“Todo lo que hoy se llama cristiano” (Escritos de Turín. Cartas y notas de locura –Fragmentos póstumos, 1888, Biblioteca Nueva, Madrid, 2009, edición de José Luis Puertas).

A casi 128 años de haber sido formulada esta cuestión, sigue resonando y retumbando, como dinamita, los cimientos de nuestra modernidad, no obstante que ésta sigue en pie, aun   que sumida en una profunda crisis.

¿Seremos capaces no solamente de escuchar su estruendo sino, sobre todo, de asumir sus consecuencias?

Y no se quiera quitarle méritos a la pregunta y a la respuesta, con el mal argumento de que Nietzsche estaba loco, pues creo que no podemos seguir creyendo, como Michel Foucault (1926-1984), que la locura no produce obra.

Ahí están, como reto, esas maravillosas Cartas de la locura, en especial la que Nietzsche dirige a su colega de Basilea, el profesor Jacob Burckhardt (1818-1897), el 6 de enero de 1889, en pleno derrumbe mental.

¿Cómo pudo escribir una carta así, estando loco?


¿Acaso la locura no desborda al loco y nos implica a todas y todos, en tanto los otros del loco?   





   
  *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]











     


  

miércoles, 16 de marzo de 2016

Bach o Banda El Recodo

Inés M. Michel* 




[El siguiente texto fue publicado originalmente en el blog PlasmArte Ideas, el escrito se comparte íntegro aunque algunas referencias y enlaces incluidos en el original no aparecen en esta publicación. Pueden consultarse en este link].



"Hay que inyectarse cada día de fantasía, para no morir de realidad". 

Ray Bradbury.






¡Estoy harta! De la pedantería e hipocresía de quienes se regodean en la superioridad moral y escupen su desprecio usando palabras despectivas para hacer notar, sin explicitarlo, que son mejores. ¿Mejores que quién? Es claro, que esos incultos e ignorantes que gustan del futbol o de celebrar Halloween, que festejan a DiCaprio en la Minerva o en el Ángel (habiendo tantas, tantísimas cosas por las que sufrir y protestar en este país que se hunde...), que escuchan música de banda, que gustan de bailar reggaeton..., es decir, esos que hacen lo contrario a lo considerado "culto, "fino", o "sofisticado".

(#SnobsEverywhere ¬ ¬).

Mi papá una vez me dijo que no importa qué música escuches, que el problema está en encasillarte en algo y solo saber de eso. Una navidad me regaló dos discos, uno de Britney Spears (Greatest Hits: My Prerogative, 2004), y uno de Sarah Brightman (The Harem World Tour: Live from Las Vegas, 2004). El primero era muy obvio, me encantaba Britney, mi adolescencia estuvo marcada por sus canciones, las que hoy con solo escucharlas me traen muchísimos recuerdos; el segundo se trataba de un gusto que él quiso compartir conmigo, lo que me llevó a descubrir la potente voz de Sarah, ese álbum se mantiene hasta la fecha en mis listas de reproducción frecuentes.




Guadalajara siempre me ha parecido tan contradictoria. Mucho más que otros sitios del mundo que conozco, más que Ciudad de México, por ejemplo, (recuerden que eso de D.F, se acabó), donde viví por más de una década, una ciudad a la que nunca he dejado del todo pues mi corazón le pertenece en tantos sentidos.

Pertenezco a una clase, (grupo social, o cualquier término que les parezca más adecuado y menos elitista), privilegiada. Jodida, golpeada, pero privilegiada. Estudié en colegios desde el kinder hasta el bachillerato, me gradué del Instituto de Ciencias (#100cias100pre), mi papá y mi mamá no contaban con un gran capital pero siempre hubo comida en casa, buena comida, ropa, vestidos para estrenar en navidad y año nuevo, (dos fechas de las que recuerdo particularmente las celebraciones), dinero para pagar médicos particulares..., en fin, no quiero más que ejemplificar esos privilegios que algunos dan fácilmente por sentados. En casa se invirtió en dos cosas: mi educación y libros. Muchísimos libros me rodearon siempre. Si de un tema tenía duda, acudía a papá, él siempre respondía algo y si no sabía qué responder o quería complementar su respuesta, sugería uno o varios libros. Lo siguiente era que si los teníamos, los buscábamos, si no, íbamos a Gandhi o al Sótano a comprarlos. Aunque no hubiera dinero, siempre hubo para libros.

Así fue mi infancia y adolescencia...


Regresé a Guadalajara a los catorce. Por varios años estuve yendo y viniendo, atorada entre dos ciudades, sin decidirme por ninguna. Conocí el elitismo y clasismo como nunca antes, me enfrenté a la gente pudiente que sin tener tanto, presume de riquezas y conocimiento, como si la vida se le fuera en ello, y sí se les va en ello. Me enfrenté también a esa clase de intelectuales, activistas, opinólogos, que miran con desprecio a la vulgar e ignorante mayoría. Esos pensantes que escuchan a Bach y se burlan de los que oyen a la Banda El Recodo. Aunque con unos tragos de tequila, muchos de ellos olviden el orgullo y los prejuicios y canten a todo pulmón:

Antes de conocerte todo era triste, sin ilusión, eran mis noches frías y un gran vacío es el que llenaba a mi corazón, pero cuando llegaste de mí arrancaste tanto dolor, me motivaste a amarte, con tu cariño y tu ternura mi vida cambió. Y llegaste túúú, como primavera en el frío a mi corazón, y llegaste túúú, entrando en mi alma como dulce nota de una tierna canción, y llegaste túúú, trayendo contigo todo un dulce sueño de ilusión, desde que tú llegaste me enamoraste con puro amor, y hoy quiero confesarte que solo tuyo, que solo tuyo es mi corazóóónnn...






O la canción de amor/desamor que al momento más le acomode querida lectora o lector.

Y es que hay cosas que se dicen mejor de cierta manera, el corazón lo sabe. También sabe que hay momentos para celebrar el triunfo de las Chivas o llorar su derrota, aunque lo hagamos con los ojos rojos y en silencio, o mentándole la madre al árbitro vendido (qué es eso de comprar árbitros y partidos, Televisa no lo hace, cóóómo, ni que fueran el PRI); o para festejar a DiCaprio (el "actorcillo de moda" que tiene en su curriculum haber trabajado reiteradamente con un tal Scorsese; sí, sí, el mismo actor al que le atribuyen esa frase lapidaria dicha hace no sé cuántos años sobre las mujeres mexicanas, -¿sabían que Elvis Presley hizo alguna vez comentarios similares sobre las mujeres negras?-)... Y momentos para ser serios, hablar de temas importantes y solemnes, actuar como gente adulta (cuánto tenemos que aprender de las niñas y niños, cuánto tenemos que recuperar de nuestra infancia). 

Y así como el corazón, algunas personas, muy pocas, me temo, saben que prestar atención a estas cosas es no solo necesario, sino INDISPENSABLE, en un mundo donde hay tan pocas alegrías, donde la gente muere de hambre, las cárceles están llenas, la esperanza se agota. Por todo eso y para poder luchar en la realidad que nos oprime, tenemos que permitirnos escapar de ella de vez en cuando, tan frecuente como lo creamos necesario, y de la manera que a cada quien le plazca. Recargarnos así en la fantasía, en lo ridículo, en lo banal, no para quedarse en eso sino al contrario, para volver con fuerza a enfrentar la crueldad, la miseria, y crear un mundo nuevo, en nuestro interior primero, porque de ahí surgirá otra realidad posible. 

Escuchen a Bach o a la Banda El Recodo, canten junto a José Alfredo o Intocable sobre el amor que los dejó, vayan al estadio a apoyar a su equipo o vean tenis por televisión, disfruten del cine de Tarkovski o descarguen películas de terror clase B como las que nos fascinaron cuando éramos tan jóvenes, inunden la casa con la voz de Carmen (la ópera favorita de mi papá), o con la última rola de Daft Punk, lean El País o chismes de la prensa rosa si les reconforta saber lo comunes que somos todos los mortales (incluyendo los famosos), sumérjanse por las noches en Ende, Poe, Lovecraft, Rowling, Roth o Christie..., bailen Daddy Yankee en la pista del antro o aprendan a tocar algún instrumento de cuerda... 

Hagan lo que quieran hacer, ninguna cosa excluye a la otra. Pero sobre todo, si me permiten el consejo (y es rarísimo que intente dar uno), piensen por ustedes mismos, aunque el mundo entero se ponga en contra.

Para cerrar solo quiero decir ¡Qué chingue a su madre el América! xD y dejarles 1 hora 51 minutos de Johann Sebastian Bach para que se deleiten y saquen las copas de cognac ;).










*La Otra I
 [atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia]

@inesmmichel

miércoles, 9 de marzo de 2016

De la opacidad del panóptico de Bentham a la transparencia de la mirada digital. ¿Corazón de UdeG y portal transparentes?


J. Ignacio Mancilla*


“Ninguno otro lema domina hoy tanto
el espacio público como la transparencia…
La omnipresente exigencia de trasparencia,
que aumenta hasta convertirla en un fetiche
y totalizarla, se remonta a un cambio
de paradigma que no puede reducirse al
ámbito de la política y de la economía”.

Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia.



Iniciamos

Este filósofo coreano que escribe en alemán ha irrumpido en la escena de la filosofía internacional para quedarse. Con libros breves como si se tratase de haikus filosóficos, pero muy sugerentes y contundentes a la vez, es uno de los críticos más interesantes de la modernidad líquida (Zygmunt Bauman).

Con varios libros ya traducidos al español, todos excelentes, quiero destacar el que da pie al epígrafe de esta intervención, pues en dicho libro hace un análisis sin igual del imperativo de la transparencia, que nos ayudará mucho para desmontar, críticamente, lo que acontece en la Universidad de Guadalajara desde la perspectiva de su grupo de poder autodenominado “Grupo Universidad”; esto desde la propia óptica del último informe y de su portal de transparencia; así como considerando la exhibición obscena de su líder, en fotografías que inundaron la red y sobre las cuales todo mundo guarda un silencio políticamente correcto, pues estamos tomados por el miedo, ya que su poder se quiere presentar como absoluto.




Pero desde Lacan sabemos que el Otro (con mayúscula) también está atravesado por la falta.

Es decir, que todo amo no es sin falta.

Y es que, lo sabemos, del líder universitario dependen becas, promociones, puestos, intercambios (hasta sexuales, ja, ja, ja), clases, etcétera; incluso salir o no en las famosas listas de aceptación a la carrera que se aspire en la Universidad de Guadalajara, que va en aumento, según el decir oficial que por supuesto no se corresponde con la realidad.
De no aparecer en listas, si se quiere estudiar, es forzoso pagar, ello a pesar de que todavía el artículo 3º Constitucional consagra la gratuidad de la educación.

De las y los profesores de asignatura

Es en las y los profesores de asignatura en los que recae, fundamentalmente, el enorme peso de una de las tareas sustantivas de la Universidad;  la de la enseñanza.
Es un hecho.

No obstante ello, son los peor pagados y los que tienen las condiciones laborales más precarias. Cuestión que abre todo un tema a la hora de tocar el asunto de la injusticia dentro de la propia Universidad.

Sobre esta situación tan singular, el Colectivo de Reflexión Universitaria (CRU), con todos sus límites, la ha venido denunciando todo el tiempo.

Nos asumimos, por tanto, como un Colectivo crítico del statu quo universitario, que no es ajeno a las condiciones del stablishment político general.

Antes al contrario, su expresión es paradigmática.

Que no son, precisamente, democráticas. Es cuestión de revisar las tres últimas elecciones para presidente, donde las trampas, incluso la compra de votos, además de la manipulación cibernética han estado a la orden del día. 

Pero antes de entrar de lleno en esta singular problemática, quiero, aquí, en este importante espacio, detenerme en las dimensiones más filosóficas del asunto de la transparencia, esto en la perspectiva de Byung-Chul Han.

Para así pasar a la situación particular de nuestra Universidad de Guadalajara. Tan vergonzosa en la medida en que a estas alturas del siglo XXI se siguen perpetuando formas de control que pertenecen al siglo XIX; incluso podemos considerarlas medievales (y que me disculpe el recientemente fallecido Umberto Eco), en tanto dependen de un señor feudal que impone o, a lo sumo, reparte mandos en un espacio absolutamente controlado por él.

¿Dónde queda la institucionalidad de la Universidad de Guadalajara?

Pasa lo mismo que con la institucionalidad de nuestro país, los mismos que la representan son los que la violentan. Ejerciendo, con esos modos, a la manea de Todo modo, (Leonardo Sciascia, 1921-1989) ejercicios del poder meta institucionales, que son una práctica añeja en nuestro país, lamentablemente.

Pero, para Han el asunto central radica en el cambio de paradigma que ha introducido el neoliberalismo, con consecuencias en el propio orden democrático.

Tomaré solamente algunas de sus ideas, las centrales, pues su profundidad filosófica merece un mayor y mejor análisis que el que puedo desarrollar aquí, por obvias razones de tiempo, y también porque la prioridad está puesta en lo político y sus rupturas epistémicas, como lo establece el coreano radicado en Alemania.

Para hacerlo voy a valerme de una obra también paradigmática, pero en el campo del arte; me refiero al Gran vidrio o La novia desnudada por sus solteros,  de Marcel Duchamp (1887-1968), obra que el artista francés desarrolló entre 1915 y 1923 y que, más allá de las complejas interpretaciones estéticas, lo que quiero destacar es la perplejidad que causa precisamente su transparencia, pues el contenido está a la vista de todos.




Quizá como antecedente se encuentre el Gran Palacio, que comenzó a crearse en 1897 para albergar la Gran Exposición Universal de 1900, un hito no solamente en el arte sino en la industria y donde el cristal desempeñó un papel protagónico no sólo en la estética sino en toda la producción industrial.




Pero el interés de esta noche no es el arte, sino la política, ésa que se está mutando para poner la transparencia como su lema principal.

Y es aquí donde recurro a Byung-Chul Han.

Para Han la transparencia es simplemente el principio de exposición, es decir, para vender hay que exponer y también exponerse.

De ahí que la transparencia sea positiva en sí misma; al tiempo que todo, incluso lo privado tiene que ser expuesto (he aquí el verdadero sentido de las fotos difundidas del señor feudal de la Universidad).

Son fotos privadas sí, ¿pero qué significa privado hoy día?

Y sobre todo, ¿qué caso tiene que se viaje a Roma, con dinero público, si nadie se va a enterar?

Aquí transparencia se junta, como los novios del Gran Vidrio, pero sin poder tocarse, pues una barra de aluminio los separa, con el cinismo, pues, ¿de qué sirve que todo mundo se entere que el señor feudal goza de inmunidad y de impunidad?

Tan transparente es, que ahí está, a la vista de todos, como el Big Brother, perdón, como el Gran Vidrio, todo mundo puede ver su contenido, pero ¿qué significa eso con más precisión?

¿Qué significan realmente esas fotos ya famosas?

He aquí el asunto, el quid de la cuestión.

Voy a citar al filósofo coreano ya tantas veces referido, quizá sea la única cita textual que haga, pero es central para lo que yo quiero esta noche trasmitirles en este importante diálogo con los periodistas aquí presentes.

Leo:

“La operación belleza persigue el fin de maximizar el valor de exposición. Los modelos actuales no trasmiten ningún valor interior, sino tan solo medidas exteriores, a las que se intenta corresponder incluso con el uso de medios violentos. El imperativo de exposición conduce a una absolutización de lo visible y exterior. Lo invisible no existe, porque no engendra ningún valor de exposición, ninguna atención.

Continúo la cita:

“La coacción de la exposición explota lo visible. La superficie brillante es a su manera transparente. No se le pregunta más allá de eso. No tiene ninguna estructura hermenéutica profunda. También la faz es el rostro hecho transparente, que aspira a la maximización del valor de exposición. La coacción de la exposición nos despoja, a la postre, de nuestro rostro. Ya no es posible ser el propio rostro. La absolutización del valor de exposición se manifiesta como tiranía de la visibilidad. Lo problemático no es el aumento de imágenes, sino la coacción icónica de convertirse en imagen. El imperativo de la transparencia hace sospechoso todo lo que no se somete a la visibilidad. En eso consiste su violencia” (Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Editorial Herder, Barcelona, 2013, p. 31).

Si la belleza de la transparencia aparece a finales del siglo XIX y principios del XX, hoy, en los primeros años del siglo XXI ha alcanzado su auge, como podemos constatarlo en las todas las redes sociales y en el principio imperativo, coactivo, del Facebook: ¡Haz visible incluso lo más íntimo!

¿No es ese principio coactivo el que lleva a que la propia gente se exponga, es decir, se balconeé?

Bien, a partir de este planteamiento de Han es que quiero hacer mi propuesta de lectura de lo que acontece no solamente en la Universidad de Guadalajara como estructura de poder político (por más que lo nieguen), sino lo que ocurre en todo el sistema capitalista en su etapa neoliberal más descarnada y feroz.

Donde no obstante el principio de transparencia, y el hecho más que evidente de que muchas y muchos miembros de la clase política se exponen o son expuestos a la luz de los más variados medios de comunicación, nada pasa, pues la inmunidad y la impunidad, que no son necesariamente principios contradictorios, por lo menos en México, siguen tan campantes y tan cínicos.

Y es que la transparencia en sí misma no es sinónimo de verdad y mucho menos de acción política.

He aquí el punto central de toda esta cuestión, según mi perspectiva.

Para que haya verdad y sobre todo acción política, se requiere de un discurso que desmonte el mismo principio de transparencia en el que descansa el actual modelo y que se sustenta, a la vez, en los principios de máxima transparencia y máximo rendimiento, en los que la negatividad de la crítica ya no opera, por lo menos según la ideología neoliberal, tan bien expuesta por nuestro filósofo coreano.

Es de ese modo que reducen toda participación política a ser impotente, ello en la medida en que se reduce a mera denuncia; quedándose en el señalamiento de que se ha violentado el principio de transparencia.

Por eso pregunto:

1)    ¿Qué se logró con la denuncia de La Casa Blanca y otras casitas y arriba y arriba, por ti seré…?

2)    ¿Qué se ha logrado con tantas denuncias y pruebas fehacientes que involucran a prominentes miembros de nuestra casta política?

3)    ¿Por qué no se pasa de la denuncia al principio de organización política, por ejemplo el de desobediencia civil?

De este modo nos mutaríamos de meros denunciantes en verdaderos actores políticos, en cuanto miembros de la sociedad civil.

Y la transparencia, vista desde esta perspectiva, no sería más que el capítulo de una verdadera revolución social por venir. 
   
Si no lo hacemos, la posibilidad es caer en un retroceso, es decir en el hecho siniestro de que se abran las puertas de lo que Alain Badiou (filósofo francés) llama los fascismos más feroces que los de antaño.

Dicho con otras palabras, hoy se está incubando no una serpiente, sino algo todavía peor: un fascismo recargado, para jugar con el título de una de las películas más exitosas de los últimos tiempos (me refiero a la trilogía de Matrix, de los hermanos Wachoswski).

Una conclusión que no cierra

A manera de despedida, voy a citar a uno de los autores que mejor conoció al PRI, Luis Javier Garrido (1941-2012), para, así, hacer memoria histórica sobre lo que ha significado, en México, la democracia y la transparencia, esto desde la perspectiva de su propia clase política, hoy en cuestión y que arrastra consigo el más pesado fardo de la falta de legitimidad, aunque la legalidad la sigan teniendo de su lado, para seguir violentándola, como todas y todos sabemos.

¡Fue el Estado!, gritó que resonó después de los terribles acontecimientos de Ayotzinapa.

Pero vuelvo al asunto de la memoria histórica.

En un artículo de Proceso del 4 de marzo de 2002, La democracia imposible, Luis Javier Garrido hacía el siguiente recuento:

El intento de Carlos A Madrazo por democratizar al PRI en 1965 a nivel municipal fue detenido abruptamente por Díaz Ordaz no sólo porque afectaba una prerrogativa de los gobernadores, algunos de los cuales se inconformaron con él, sino porque se entendió que el tabasqueño buscaba desde el PRI forjarse un liderazgo que le permitiría imponerse como candidato presidencial en 1969”.

Prosigo con la cita:

“El trauma que esta tentativa detenida generó al partido, determinó que durante mucho tiempo no se realizara ningún otro intento, hasta que, 12 años después, Carlos El Negro Sansores buscó en 1977 reestablecer las primarias como parte de su proyecto de la Democracia Transparente, que suponía que se sufragara en urnas de cristal, mismo que fue frenado por los líderes de los sectores que sintieron que sus intereses estaban amenazados, lo que hizo saber Fidel Velázquez, quien declaró en nombre de la CTM que esa democracia era tan transparente que ni se veía, a lo que El Negro repuso, airado, que no la veía por sus gafas oscuras”.

Hasta aquí la cita. Vuelvo al tiempo presente.

Curiosamente en las fotos aquí referidas el señor feudal aparece, como el extinto Fidel Velázquez, con gafas oscuras, ¿será por eso que no ve la antidemocracia de la que él mismo es causa y efecto?

¿Será por eso que en su último informe Tonatiuh Bravo Padilla, como la historia y la retórica de informes en México manda, nos pinta una Universidad de Guadalajara en la que todo va bien?

Pero, ¿acaso vivimos en la mejor de las universidades posibles?

¿Desde cuándo somos leibnizianos sin darnos cuenta? 

Con estas preguntas cierro mi intervención.

Muchas gracias.





Guadalajara, Jalisco, Museo Regional, a 3 de marzo de 2016. [Fecha original].
       


 
  *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]











     
  

miércoles, 2 de marzo de 2016

¿En verdad creen que Leonardo DiCaprio es mejor actor que Eddie Redmayne?


J. Ignacio Mancilla*



La entrega 88 de los Oscares tuvo de todo, como en botica. Lo primero a resaltar es la parodia, durante toda la ceremonia, de la exclusión de los negros; cosa que, la verdad, lo hubieran hecho mejor “Los Polivoces”.

Pero, en fin, nada es perfecto en esta vida.

Al final de cuentas, algo que valdría la pena analizar con más calma es la “repartición democrática” de los Oscares (ja, ja, ja) y que, finalmente, por razones más de política y de “justicia” (entrecomillo el término), la Academia haya concedido en darle el Oscar al mejor actor a Leonardo DiCaprio, por su papel en El Renacido (The Revenant, Alejandro González Iñárritu, 2015).


Fotograma de The Revenant, tomado de Telegraph


Suele ser extraño, por decir lo menos, la forma en cómo la Academia de Ciencias y Artes entrega los tan codiciados reconocimientos.

Muchas veces dejan muy mal sabor de boca, y fue lo que pasó esta ocasión.

Por lo menos a mí, y no es que hable en general de la capacidad histriónica de DiCaprio y de Redmayne; sino que, en concreto, la Academia tuvo dos actuaciones específicas para poder decidir, acertadamente, y no lo hizo.

La competencia real era entre lo protagonizado por Eddie Redmayne en La Chica danesa (The Danish Girl, Tom Hooper, 2015) y lo actuado por Leonardo DiCaprio en El Renacido (The Revenant), y optó por ceder ante sus propias injusticias, dejando de lado, en cierta medida, el tema de la actuación.

Desde mi muy particular punto de vista, Eddie Redmayne se lleva de calle, actoralmente, a Leonardo DiCaprio, en lo que respecta a lo mostrado por ambos y en sus respectivas películas, que fueron las consideradas para adjudicar el preciado Oscar a la mejor actuación masculina.


Fotograma de The Danish Girl, tomado de NBC New York


En el caso del primero estamos ante una actuación más que fina, excelsa, siempre mesurada y bastante diferenciada cuando hace de hombre y cuando hace de mujer.

Sin tantos aspavientos, logra imbuirse en el personaje femenino, marcando todo el tiempo, corporalmente y gestualmente, su cambio de ser.




En el caso del segundo, sí, hizo un gran esfuerzo físico, pero, ¿ese será el mejor criterio para poder distinguir una buena actuación de una excelente?




Me temo que no, independientemente de que la famosa Academia diga lo contrario; para mí, Redmayne debió haber ganado el Oscar a la mejor actuación; solamente espero que en un futuro no se lo entreguen por el proceder “injusto” de la propia Academia y dejen de lado, en esa ocasión, si su nivel histriónico es merecedor de recibir la distinción.

Ya lo veremos en las próximas entregas de los Oscares, la 89 y la 90.

Otra cosa que no puedo dejar de mencionar es que, al parecer, el espectáculo se reduce a vender, lo que sea, con tal de vender; como sucedió en la propia ceremonia de premiación.

¡Qué pena!

¿Y el cine como expresión artística e histriónica?

Creo que al respecto esta entrega dejó mucho que desear, pero no es la primera vez ni será la única que ocurrirá lo que ya es histórico en el proceder a la Academia.

 
  

  *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]