viernes, 28 de abril de 2017

La violencia nuestra de cada día y… la guerra



J. Ignacio Mancilla





“(…) nuestra civilización es tal vez la primera que
entra en una mutación sabiéndolo, además de saber 
que no hay nada qué saber acerca del porvenir. 
Derrida tenía una gran comprensión de ello. 
El futuro es un presente proyectado al futuro, 
mientras que el porvenir [avenir] está por-venir [à-venir]
y entonces sólo hay que dejarlo advenir [le laisser advenir]. 
Hay un momento en el que eso pasa, 
en el que ocurre a través de alguien”.


Jean-Luc Nancy





“¡Dios mío!”.
Expresión de Albert Einstein 
(después de que se le informa sobre el lanzamiento 
de la bomba atómica en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945).




La “madre de todas las bombas” y algunos siniestros datos

No voy a hablar solamente del libro El psicoanálisis ante la violencia, sino que, más bien, tomaré ese texto como pre-texto para disertar sobre la violencia actual y sobre una posible y muy real conflagración mundial que, de nuevo, nos amenaza a todas y todos en el mundo.
Pienso que la guerra no debería ser un asunto solamente de generales y ejércitos, puesto que a todas y todos nos incumbe y nos afecta en nuestras vidas.
De modo que partiré de una constatación: de cómo la violencia se ha hecho cada vez más interna (Byung-Chul Han) y, en esa medida, es posible que su externalización se vuelva cada vez más cruenta, como los acontecimientos nacionales y mundiales nos lo prueban, día con día; casi hora tras hora o minuto tras minuto. Incluso segundo tras segundo (vértigo hamletiano del tiempo).


Psicoanálisis ante la violencia. Ediciones de la noche 





Van algunos datos escalofriantes:
La I Guerra mundial duró 52 meses, es decir mil quinientos sesenta días.
Provocó la muerte de 10 millones de personas.
20 millones de heridos.
Y 10 millones de refugiados en toda Europa.
Costó 180 mil millones de dólares, sobre todo a Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Rusia, Italia, Alemania y Austria-Hungría.
En cuanto a la II Guerra Mundial, que duró prácticamente 6 años (de 1939 a 1945), es decir 72 meses, su costo en vidas humanas fue de:
Entre 55 y 60 millones de muertos.
70 millones, según los cálculos más pesimistas.
Y entre 40 y 45 millones, según las versiones más optimistas.
Por otro lado, en el más acá de nuestra historia, Estados Unidos de América (EUA) ha  causado la muerte de 20 millones en distintas guerras posteriores a la II Guerra Mundial.
Paso, ahora, a algunas cifras aterradoras respecto a la situación actual de nuestro país, México.
En poco más de 10 años de guerra contra el narcotráfico:
Tenemos más de 200 mil muertos.
30 mil desaparecidos.
Además, el pasado mes de marzo ha sido, según datos oficiales, conforme a La Jornada, el mes más cruento del sexenio, con 2 mil 20 homicidios; siendo Colima el estado con más violencia, con una tasa de 20.33 homicidios por cada mil habitantes.
En este contexto aterrador, uno de los periódicos de mayor circulación en la Ciudad de México, La Prensa, sí, cierto, de corte amarillista, el pasado jueves 20 de abril abría su edición a ocho columnas con una simple pregunta: “¿Miedo?”.
Para después desplegar, en su nota, que conforme a una encuesta del Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI), el 72.9% de los mexicanos considera insegura su ciudad por temor al delito.
Y que el 80% de la población se siente insegura en cajeros automáticos localizados en la vía pública.
El 73.4% en el trasporte.
66% en el banco.
Y 65.1% en las calles que transita.
¡Claro que hay miedo!   
Ya me posicionaré sobre la guerra y la violencia actual, pero antes un poco de historia… epistolar de dos genios alrededor de la guerra.

Una correspondencia in/actual sobre la guerra

Hace casi 87 años, Albert Einstein (1879-1955), quizás el más grande científico del siglo XX, preocupado por la guerra le escribió a Sigmund Freud (1856-1939), el creador del psicoanálisis, el pensador más radical de lo que podemos llamar, hoy, las ciencias conjeturales.
Retomaré, textualmente, algunas cosas del contenido de su carta, al igual que lo haré con la respuesta de Freud, procurando sintetizar y pasar, así, a lo que me interesa desarrollar aquí, ante ustedes.




De entrada Einstein le hace a Freud la siguiente pregunta:
“¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?”.
Es una carta corta, poco más de tres páginas impresas que denotan una profundidad y una actualidad que, todavía hoy, nos dejan pasmados.
La respuesta de Freud es un tanto más prolija, de casi 12 páginas impresas.
Sintetizaré y citaré algunos textos de la misiva de Einstein y después algunos pasajes de la respuesta de Freud para mostrar cómo estos dos grandes hombres siguen todavía hoy cuestionándonos.
Y sobre todo, para decirlo de manera freudiana, cómo a pesar de los horrores del corto siglo XX, según el historiador Eric Hobsbawm, hoy no solamente repetimos la violencia, sino que la superamos con creces.
Einstein hace una relación entre derecho y poder y se presenta como “un lego en la ciencias del alma”; también establece la influencia de las escuelas y la prensa y, por supuesto, de la iglesia. Habla incluso de una “psicosis colectiva” y de “psicosis del odio y de la destructividad”.
Su afán es la paz.  
Por su parte Freud ahonda en lo que él ha descubierto: cómo el ser humano está habitado por Eros como pulsión de amor y Tánatos, como fuerza destructiva (el amor y el odio de los filósofos griegos). También le escribe sobre las identificaciones y se atreve a mostrar cómo la violencia (Gewalt, en alemán) y derecho están íntimamente vinculados, cosa que estableció de manera más que lúcida Walter Benjamin (1892-1940) en su genial texto de Para una crítica de la violencia.
En fin, se trata de una correspondencia que vale la pena releerse, ¡a casi 87 años de escrita!, pues sigue siendo más que pertinente por su claro llamado a la paz en contra de la guerra.
Freud cierra su respuesta de la siguiente manera:
“¿Cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que los otros también se vuelvan pacifistas? No es posible decirlo, pero acaso no sea una esperanza utópica que el influjo de esos dos factores, el de la actitud cultural y el de la justificada angustia ante los efectos de una guerra futura, haya de poner fin a las guerras en una época no lejana. Por qué caminos o rodeos, eso no podemos colegirlo. Entretanto tenemos derecho a decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra”.
Sabiendo, por supuesto, junto con el mismo Freud, que la cultura es la fuente misma del malestar humano; así las cosas, ¡qué le vamos a hacer!



  

El mundo actual en su compulsión auto/destructiva

No es necesario esforzarse mucho para demostrar que estamos habitados, hasta la médula, por la cruenta violencia de cada día.
Es decir, somos animales civilizados pero también crueles. ¿Por civilizados?
Dejo la pregunta.
Hagamos una revisión somera de la situación actual de México y el mundo bajo esta peculiar mirada.
Voy a mi libro, del cual retomaré solamente un texto, por supuesto que de la contribución que yo hice; ahí podemos leer:
“(…) ¿podremos des-construir las aporías que nos presenta la democracia moderna, como democracia del presente, con todas sus contradicciones económicas, sociales, políticas y jurídicas, para aspirar a un por-venir democrático preñado de un pasado mañana justo?”. 
¿Por qué precisamente me detengo en él?
No por narcisismo, que nunca deja de jugarse en nuestras acciones, sino porque en dicho texto se trata de una de las formas más significativamente humanas de la violencia, la del suicidio.
En 2003 hubo en Cancún, México, un peculiar suicidio. Me refiero al del coreano Lee-Kyung Hae, líder campesino que desesperado por no encontrar eco en sus protestas contra el comercio injusto, que estaba (y sigue) llevando a la ruina y a la muerte a muchos campesinos coreanos, inusitadamente se quita la vida. Inmediatamente fue patologizado su suicidio, y esto fue lo que me hizo escribir sobre él. Su testamento político, entregado al corresponsal del periódico La Jornada, Jesús Villaseca, es una clara advertencia del camino errado que como civilización estamos siguiendo y que nada hacemos para corregir: el de la destrucción de la vida humana y de la vida toda. 
¿Por qué nos empecinamos en ello?
Esa es la cuestión. 



A punto de cumplirse 87 años de la correspondencia entre Albert Einstein y Sigmund Freud y a casi 14 años del suicidio de Lee-Kyung Hae, que se cumplen el próximo septiembre, y con todo lo que acontece en el mundo de hoy, no hay razones para no ser pesimista.
Lamentablemente.
¡No al muro de Trump y sí a los puentes!

Nota: el presente texto es la síntesis de lo presentado el sábado 22 de abril en la explanada de la Iglesia La Luz del Mundo, con motivo del día mundial del libro, organizado por la Biblioteca Apostólica Samuel Joaquín Flores. Gracias a Sarai Pérez Martínez por la invitación y sus atenciones.










*J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]

jueves, 13 de abril de 2017

Carta intempestiva



J. Ignacio Mancilla*




[Esta carta fue enviada al equipo de Intempestivas a principios de marzo de este año, ahora se publica en este medio en el que hemos compartido tantas vivencias personales y despedidas.]



Guadalajara Jalisco, a 1 de marzo de 2017
(en mi 61 cumpleaños).



Intempestivas e Intempestivos:

Les escribo cariñosamente esta breve carta que, en realidad debería ser más larga, mucho más extendida; pero he decido que sea escueta para dar lugar al dolor de la pérdida y separación.

Compartí con ustedes muchas cosas, buenas y malas, como siempre en la vida, pero creo que fueron en este caso más bien buenas; incluso excelentes.

Dos proyectos sustentaron una relación de muchos años: en primer lugar la Revista, de la cual van tres números y está por aparecer el cuarto y… se proyecta un quinto (el dicho reza: no hay quinto malo, de modo que están obligados a… ja, ja, ja)…


Revista Intempestivas no. 3


En segundo lugar el Programa de radio, del que está corriendo el quinto año consecutivo con una emisión semanal (mañana cierro de mi parte el programa, y dejo abierta la posibilidad de que lo prosigan, pero ya sería un trato de ustedes con Eric). Incluso en esto hay mucho por rescatar y no dejarlo a la deriva, así lo creo sinceramente.

Es mucho, creo que demasiado para nuestros recursos (tan escasos), por lo que habría que estar contentos  y más que agradecidos.



Programa Intempestivas en Radiomorir.com


Pero la vida cambia y, con ella, los proyectos mismos; pues por importantes que sean son, como la vida misma, finitos.

No sin gran dolor en mi corazón y en todo mi ser, he decidido dejar ambos, la Revista y el Radio (por internet) para, a mis 61 años, emprender otros nuevos y continuar con algunos que, hoy, me demandan toda mi atención.

Estoy seguro que la Revista quedará en buenas manos, de modo que, aunque a la distancia, contarán con mi apoyo (si así lo quieren) y no entraré en ningún tipo de querella con nadie.

Una disculpa, pero no había contestado a llamadas y mensajes de ustedes porque estaba en un auto encierro más que necesario, procesando, no sin dolor, insisto, este, mi alejamiento de estos proyectos tan queridos y tan importantes en estos últimos años de mi vida; cuyo horizonte cada vez es más corto si considero la realidad de lo real, que es incontrovertible e inamovible.

Por el momento es todo, ya nos encontraremos de nuevo, espero, una vez que el tiempo sane heridas profundas y seamos capaces de dimensionar lo que hicimos juntos, que fue grandioso, para mí; de eso estoy seguro.

Una abrazo cariñoso para cada una y cada uno de ustedes: Para Elisa, que desde Argentina siempre contamos con su más que solidario apoyo y hubo poca respuesta de nuestra parte, lamentablemente; para Argentina, quien desde Guanajuato siempre estuvo aportando ideas (a veces polémicas, sí, pero estuvo siempre dispuesta a aportar y lo sigue haciendo); para Adriana, quien desde Zacatecas invirtió más que tiempo y recursos para un proyecto que no siempre fue capaz de responder adecuadamente a sus expectativas y entusiasmo; para Ricardo Iván, quien siempre fue todo enjundia en el día a día del trabajo de la radio; para Paulo, quien pese a todo aportó todo el tiempo, no sin contradicciones (¿quién está libre de ellas?); para Armando, que con sus siempre meditativas reflexiones y trabajo hizo que los proyectos ganaran en hondura filosófica y, finalmente, para Esteban, quien con gran capacidad e inteligencia hizo posible que la Revista esté donde se encuentra, en pleno auge (no dejes que tu inteligencia vuele despegando los pies de la tierra, Zaratustra dixit, ja, ja, ja).

Gracias a todas y todos, las y los llevo en el corazón.

Me despido y espero que nuestros próximos encuentros sean intempestivos, como los proyectos en los que caminamos juntos hasta que… se pudo… o pude… sostenerme en ellos… Ya me estaban costando demasiadas tensiones y hasta enfermedades, de nuevo ja, ja, ja.


Como dicen los franceses, C’est la vie… 



Revista Intempestiva no.3




 *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]






jueves, 6 de abril de 2017

Siendo parte del monstruo



Inés M. Michel*



Me gusta la ciudad que sigue creciendo hacia todos los puntos cardinales. Una ciudad que siempre tiene calles en reparación y en la que los desarrollos verticales se multiplican. Recorres sus avenidas y su periférico, el final no llega, más edificios, casas, lotes, carros y construcciones que se interponen en el horizonte. 

Crecí en ese monstruo que lo concentra todo, lo mejor y lo peor de las personas, competitividad, desarrollo, sueños enormes, problemas de megalópolis, actividad permanente, tráfico por doquier, espacios culturales abarrotados. 

De donde soy originaria la calma es el modus vivendi, ir a casa para comer, negocios cerrados de 2 a 4 pm, vueltas a la izquierda con diez carros formados, semáforos que duran seis segundos...

La calma es también parte del actuar político, de la conciencia social, de la tolerancia a la frustración. Hay quienes salen de la norma, por convicción viven oponiéndose a su medio o deciden salir y dejarse engullir por la monstruosa Ciudad de México, o por otra del extranjero. 

México es la ciudad donde la intolerancia se manifiesta a la primera milésima que no has pisado el acelerador una vez que el semáforo ha cambiado a verde, y de ahí hasta la movilización ciudadana que no tolera las injusticias y que no calla nunca ni deja de presionar, ya sea por los 43, ya sea por el amparo a Diego Cruz

Muchas cosas no se toleran aquí y otras tantas se entienden mejor que en muchos lugares, me refiero a todo lo referente a la diversidad sexual. 

El ritmo frenético enloquece a cualquiera, pero mueve y anima, te obliga a no ser conformista, a empujarte y pensar distinto, te obliga a pensar en grande. Así lo veo a unas semanas de estar aquí, después de años, muchos años de ausencia.  

Me gusta ser parte del monstruo al que no paran de salirle nuevas cabezas. 


Óleo aéreo para la Ciudad de México.
Tomado de: alef.mx





*La Otra I
Ciudad de México, abril de 2017.
 [atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia]

@inesmmichel
I: inmichel