sábado, 24 de junio de 2017

Día #3655 sin ti

Inés M. Michel




Para la samoyedo que me dejó. 








La soledad fue distinta desde tu partida querida amiga blanca, querida nieve en primavera, querida manta suave, cálida, que me arrulló durante las noches... 

Los perros ladran porque no les queda de otra. Si un día deciden hablarnos la incredulidad humana explotaría intentando explicarlo, cuando simple y llanamente, hay cosas que no tienen mayor explicación, solo son. 

Fueron diez años viviendo con ella. Su pelaje blanco aparecía en los rincones, en las prendas, la comida... No importaba nada de eso porque ella inundaba la casa con ladridos y el resto de la realidad se retiraba por los resquicios dejándonos solas.

Preparábamos comida, salíamos al jardín, ella corría por todo el parque, yo, a una distancia prudente, la observaba. 

Es triste escribir en pasado de un presente que me llenaba por completo.


*


Ella ya no está, el eco de sus ladridos vuelve de vez en cuando, cada vez menos.  ¿Te estás olvidando de mí? ¡Regresa! Te necesito.





Las cosas siguen avanzando pero tú eras la que hacías que sonriera. Y ya casi nunca sonrío, más que cuando duermo y vuelves en sueños a dejarme que acaricie tu cabecita que se acomoda perfecto en mi mano.

La madrugada del 9 no apareciste y en cambio otras lágrimas cubrieron mi regazo. Las mías aparecieron después de consolarle, cosa rara, poquito incomprensible, consolarle estando yo misma desconsolada. Por tu pérdida y por tantas otras. Humanos que se fueron por su propio pie y no volvieron, o lo que es peor, volvieron distintos. Y yo, atrapada en su recuerdo, no pude nunca olvidar lo que fueron. 

Ese desconsuelo me llevó al que fuera mi estudio en mitad de la noche. El calor disminuyó drásticamente. Escuché a Vivaldi por tercera vez. Pretendía ponerlo una cuarta, al fin eran cuatro las estaciones y sintiéndome invernal empecé por esa. Eso pensaba hacer. Hasta que llegaste, primero la sombra dibujada en la pared. Las alucinaciones estaban a la orden del día, así que hice caso omiso. 

Ladrido.

Imposible.

Ladrido (bis).

No, no, no...

Te seguí, a buena distancia como siempre, tú corriendo animada. La fuente estaba próxima y escuché el agua salpicar. Empapada te sacudiste. Pequeñas gotas alcanzaron mi tobillo izquierdo, lesionado por batallas cruentas que libré después de tu partida. Miré hacia abajo, el césped algo desarreglado, los ladrillos rojos, volteé hacia arriba, el cielo azul con nubes pasando y mezclando figuras imposibles. Los pájaros en las ramas, un murmullo lejano de niños jugando pelota. Yo misma entre ellos. Toda mi infancia resumida en imagen. Supiste que el cine es lo mío. Me miraste por fin a los ojos y sí eras. No hay mucho que pueda ocultar una mirada cuando se observa con calma. Sí eras. Me hablaste, no con voz de perro, sino de humano.

Los perros ladran porque no les queda de otra. Lo entendí todo ahí mismo. 

Aprendieron nuestro lenguaje hace tanto. Incluso a imitar nuestra voz. La tuya sonó como mi abuelo cuando lo llamaba entre balbuceos. 

-       Ito, ito...

-       ¿Qué pasó, mija?

Ambos me abrazaron, fue una caricia a mi alma rota, lágrimas y lágrimas. No sentí deseo de detenerlas así que corrieron por mis mejillas mojando las sábanas y la pijama de ositos. Ya no había parque ni fuente ni estabas tú. Pero tu caricia se quedó aquí dentro. Y mi alma no se sentía ya tan herida.


*


Día #3655 sin ti. El sol se cuela por la persiana azul. Sonrío frente al espejo, me reconozco en la sonrisa que se mantiene, mi niña volvió a sonreír esta mañana, y sonreímos juntas y aunque siempre creí que necesitaba de mí para consolarse cuán equivocada estuve. Soy yo la que la hizo venir a mi tiempo, soportó mi indiferencia y mi altanería, me contempló maravillada por la adulta que hice de ella. Se acercó despacito y seguí negándola. Fingí no reconocerla, éramos tan distintas. Ya no más, el reencuentro fue tal que volví a los lentes y la ropa descombinada, aunque por fuera el cambio haya sido casi impercetible... Sonreí otra vez, la niña conmigo, "todo está bien", me dijo, y apretó con su manita mi mano. Sonreímos juntas y entonces la reconocí. Más pequeñita de lo que la recordaba, tímida y con los ojos cubiertos por el largo cabello, la abracé lo más fuerte que pude y me dije: siempre es al revés. Me reí. Desapareció entre mis brazos, me quedé exactamente donde estuvo parada unos segundos. 

Sabía más a los diez que a los treinta. 



Inés M. Michel

Ciudad de México, junio de 2017.

 [atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia]

@inesmmichel
I: inmichel








viernes, 16 de junio de 2017

Cuando se es fuego (Iñaky) y otro/otros apagan tu fuente (matrix) vital


[Lo que sigue es la presentación que hice en el evento Rostros de la canallada, organizado por Villa Psicoanalítica en el Museo López Portillo, el pasado 19 de mayo. Agradezco a Víctor Villarreal la invitación al evento.]



Cuando se es fuego (Iñaky) y otro/otros apagan tu fuente (matrix) vital. Una orfandad impuesta violentamente por un Estado canalla

J. Ignacio Mancilla*





¿Y los niños? ¿Dónde están los niños?
¿Qué les duele, qué rabia incuban,
qué chingados saldrá de su resentimiento?
¿Cuánto dolor hace falta para pensar en los niños?

Javier Valdez (1967-2017).




¡Vaya sorpresa!


La verdad nunca pensé ni mucho menos me imaginé, francamente, que a los pocos días de haber comprado el libro Huérfanos del narco. Los olvidados de la guerra del narcotráfico (Editorial Aguilar, México, 2015), de Javier Valdez Cárdenas (1967-2017), este autor sería asesinado, como ya tantos periodistas en México y dejaría, así, de esta forma, a sus hijos huérfanos.




Javier Valdez

Pero como dice Adolfo Gilly, nuestro país, México, vive en plena vorágine de violencia.

Es decir, vivimos y morimos en un país que se desmorona por la violencia y con unas autoridades no solamente omisas sino incluso canallas, pues muchas veces son cómplices primero de las desapariciones y después de los asesinatos; sea por participación directa o por omisión.

Y los empresarios, como Alejandro Martí, defienden incluso las ejecuciones sumarias como la de Palmarito, diciendo que él pagará la defensa del soldado ejecutor.

¡Qué viva el Estado de excepción!   

Así están, lamentablemente, las cosas en México en lo tocante a la justicia, postergada todo el tiempo, por los siglos de los siglos…

Pienso, la verdad, que no es con ejecuciones sumarias que lograremos la tan denegada justicia, maltrecha, muchas veces, por el propio aparato estatal.

Pero…

… Esta tarde me voy a ocupar de una de las historias reproducida por Javier Valdez en su libro ya mencionado, y que de manera magistral, con una prosa clara, sencilla y muy sintética y al mismo tiempo llena de metáforas, nos sumerge en el lado oscuro de este México nuestro.

Esto como una forma de ver a otra luz esa tétrica lógica de números y estadísticas que nada nos dicen sobre las vidas concretas y sus genealogías; en pocas palabras, Valdez nos narra sus historias familiares, las de las mujeres y hombres desaparecidos y asesinados; ya por los criminales, ya por el propio Estado.

¿Acaso hay una clara línea divisoria entre unos y otros?

Lamentablemente, ni la linterna de Diógenes nos ayudaría, aquí y ahora, a disipar las tinieblas  de estos tiempos oscuros en los que políticos y criminales atraviesan, permanentemente, esa frontera gris que separa lo legal y lo ilegal.

No obstante, creo, nos toca ser flama y fuego, como Iñaky, para seguir sosteniendo la vida de todas y todos en esta hora de duelos y tristezas.

Y poder dar comienzo a la recomposición del tejido social, tan dañado, a partir de políticas otras.



Rostros de la canallada



La vida de Iñaky y su familia, reproducida por Javier Valdez


Va, pues, retomada a mi manera, esta doliente historia, que es la primera que nos cuenta Javier Valdez en Huérfanos del narco.

Iñaky le pregunta a su abuela: “¿Tú me amas, abuelita?”.

Así empieza la narración de esta terrible historia, una más de tantas desapariciones en este atribulado país en el que sus políticos destacan por dos cosas fundamentalmente: su incapacidad y su impunidad, como nos indican las noticias recientes. 

Iñaky tenía apenas dos años cuando su madre despareció en condiciones que hoy, cada día, a pesar de su carácter ordinario, se presentan como terribles: después de un “simple” accidente de tráfico.

Antes de continuar con esta tristísima historia, hablaré de la familia de Iñaky, de su des-composición estructural a partir del “accidente” de tráfico que llevó, primero a la desaparición de la mamá de Iñaky y, posteriormente, al encuentro siniestro de su cuerpo, pues había sido, como tantas y tantos otros, asesinada.

Este hecho, a todas luces escandaloso, lamentablemente cada vez es más normal en México.

Es esto lo que imposibilitaría, en alguna medida, cierta recomposición de la familia; es decir, las “huellas” de la desaparición y del crimen han marcado profundamente la vida y las subjetividades de esta singular familia, como lo es cada familia de este atribulado país.


El núcleo familiar de Iñaky


·         La madre de Iñaky, Brenda Damaris González Solís, de 25 años.
·         La abuela, Juana Solís Barrios, de 50 años.
·         El padre de Iñaky, ausente, Francisco Abraham Celestino González.
·         La tía y los tíos: Janeth, de 34 años; Juan Antonio, de 32 años y Abraham, de 25 años.
·         Aldo, el cuñado de Brenda.
·         Aldito, el primo de Iñaky, apenas cuatro meses mayor que Iñaky.
·         La abuela de Brenda Damaris, de 65 años de edad.
·         Y el padre de Brenda.


La siniestra historia, una más de este México en vilo


Todo comienza con una llamada de ayuda, al cuñado, Aldo y un llegar tarde, por parte del hermano, Abraham, al lugar de los hechos; del accidente.

A partir de ahí, toda la familia se desarticula en aras de la sustracción, forzada, de Brenda, a quien ya no volverán a ver con vida.

A Aldito, el primo de Iñaky, le aparece un “soplo” en el corazón, como consecuencia de la depresión y de la situación emocional de toda la familia; “soplo” que por fortuna se corrige.

La abuela de Brenda fallece debido a una neumonía y un paro cerebral, pero Juana, la hija (madre de Brenda), sostiene que lo que la mató fue la “desolación”, pues la abuela adoraba a Brenda.

Abraham, el hermano más cercano de Brenda, nunca volverá a ser el mismo, pues agobiado por la culpa de no haber llegado a tiempo, es tomado por la depresión y empieza a ser hostil incluso con su propia mamá.

Tanto él como su hermano, Juan Antonio, se tatuarán a la hermana en sus cuerpos; Juan Antonio en el brazo y Abraham a lo largo y ancho de su espalda, “como un corazón que lo cuida de las traiciones y el mal” escribe en su narración Javier Valdez.

Al padre de Brenda, el esposo de Juana, lo despiden de su trabajo días después de la desaparición de Brenda, pues éste no logra concentrase en las tareas del trabajo.

Nos narra Javier Valdez, hoy también asesinado:

“Iñaky llora. Cuando se encuentra por fin con su primo Aldo, inseparable y cariñoso, lo abraza y entonces es Aldo quien llora.

“Abraham ve esto y también empieza a llorar.

“Juana llora porque todos están llorando, pero cuando Iñaky ve que su abuela tiene los ojos mojados y ha formado ríos en sus mejillas y bajo las fosas nasales, pregunta qué tiene. 

Ella responde: me cayó una basurita.

“<<¿Una basurita, abuelita? Lo mismo me dice mi tío Abraham>>, responde el menor.

“Luego pregunta cuándo va a llegar su mamá.

“Pronto. Un día, un día.

“Pero Juana sabe que necesita darle otra versión, quizá enfrentar esa realidad que esquiva pero que por dentro le tiene una espada encajada en el abdomen, en todos sus centros”.

La familia nunca volverá a ser la misma, primero la incertidumbre y la luego la certeza del asesinato de Brenda, una vez encontrado el cadáver; ese “resto” de nuestro paso por la vida. Desaparición y “resto”, calaron hondo en la estructura familiar y en la subjetividad y vida de cada uno de los miembros de esta familia mexicana, maltrecha por la violencia y por el terrorismo de Estado. 

Es por eso que Iñaky, con la candidez de todo niño, pregunta:

“<<Tú me amas, abuelita>>…

“… Ella contesta que sí. Él insiste. Y es que el diálogo no puede quedar así, y menos con Iñaky ahí, cerca. <<¿Y todos aquí me aman?>>, pregunta. Y le responde con dos silabas: <<Todos>>”.

Todo empezó el 31 de julio de 2011, en la madrugada, con un simple accidente de tráfico.

Meses después, el 17 de octubre del mismo año, Brenda sería encontrada ya muerta, ¿quiénes fueron los asesinos y cuáles sus motivos?

No hay respuesta, como en miles de casos más; lo único cierto es que al país se lo engulle día con día la muerte violenta.

Y los políticos tan campantes, como si nada pasara, haciendo promesas, como si siguieran en campaña y no fueran, ya, funcionarios con responsabilidades muy concretas; una de ellas la de imponer la Ley, por el bien de todas y todos.

Y los políticos sacando raja, es decir dinero, de sus puestos, sin que le importe la sacudida moral de todo el país.

Y los políticos cubriéndose las espaldas, unos a otros, para seguir aspirando, una vez que pasen los escándalos, a seguir siendo representantes de la Ley, para burlarse de ella y de todas y todos nosotros.

Pues, ¿a quién le importa?

¿Acaso nos importa?

¿Nos importa nuestro país?



En la Casa Museo López Portillo




Guadalajara Jalisco, Museo López Portillo, 19 de mayo de 2017. 
[Fecha original].






*J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]

 





viernes, 9 de junio de 2017

Mantenerse en ello


Inés M. Michel



He hablado unas cuantas veces de la importancia de las decisiones, tomarlas, ser consciente de ellas, de decidir por lo que en verdad queremos.

Hoy me encuentro lejos de casa, estudiando un diplomado en la Universidad Iberoamericana, y el tema que me mueve a escribir es relacionado con esa decisión, la de irme, porque hay algo muy importante que nos espera a la vuelta de cada decisión que tomamos: mantenerse en ello.


Mudanza


Iniciamos proyectos, planes y cada uno conlleva ciertas dificultades, algunas que quizá esperábamos, otras que no, otras que en cierto momento parecen insorteables. Conseguir un departamento para vivir donde queremos, entrar a determinada universidad, encontrar un empleo que nos satisfaga, vivir en pareja… una decisión nos lleva a muchas más, a que se nos planteen hechos e incertidumbres.

En ocasiones dudamos de seguir con el curso de las cosas que se nos plantean, ya sea porque no queremos asumir cierta consecuencia, o porque vemos muchas dificultades, nos preguntamos si lo mejor es regresar, renunciar. Por eso creo que continuar con nuestras decisiones, aún en escenarios complicados, es un reto y es algo para lo que prepararnos cuando las cosas empiezan a marchar hacia la dirección que hemos imaginado.

Un jueves 23 de abril de hace dos años iniciamos este proyecto titulado Cuerdas Ígneas, que surgió con la idea de compartirles textos de mi autoría intercalados con otros de mi papá. En este trayecto transcurrido la continuidad de la escritura ha tenido altibajos, ahora que estoy en Ciudad de México tengo ya dos meses sin publicar algo aquí.

Ahí una prueba de la dificultad que se nos presenta para continuar lo iniciado, pero no por difícil merece ser abandonado.

Este blog está a punto de acumular diez mil visitas, lo cual nos da gusto y nos ha llevado a reafirmar la importancia de la escritura y de compartir con ustedes lo que pensamos. Con esto en mente retomo mis publicaciones para animarles y animarme a continuar con todo aquello que nos propusimos y que nos apasiona, aunque la vida nos presente retos que nos alejen de esas actividades o las dificulten.

Mi sentir al respecto de la escritura es que se trata de una actividad sumamente complicada, ya lo he compartido antes aquí, que requiere de absoluta concentración y honestidad con unx mismx. No siempre puedo soportar enfrentarme a mí misma de esa manera, y en ocasiones postergo el momento de sentarme frente a la pantalla o la hoja. Sin embargo, aquí estoy.

No puedo más que agradecer a todas esas personas que nos han seguido durante este tiempo, leyendo lo que les compartimos y comentando lo que piensan. Con todo y las adversidades nos mantenemos en este espacio que nos ha retribuido con las lecturas que obtiene cada entrada, esperamos que sigan aumentando y que este diálogo sirva para seguir reflexionando.

Mantenerse en ello. Eso es lo más difícil, no siempre se trata de la decisión en sí, sino de la capacidad de seguir adelante.

Seguimos aquí.




Inés M. Michel

Ciudad de México, junio de 2017.

[atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia]

@inesmmichel
I: inmichel