J. Ignacio Mancilla*
“Siempre
pensé que las
cosas
podían ponerse
feas pero
no tan de prisa,
pero no de
esta forma”.
António Lobo Antunes. El orden natural de las cosas.
¡Otra vez el 19 de septiembre! Como hace 32 años, la Ciudad
de México (y también otras entidades de la República) fue puesta a prueba por
la “naturaleza” y sus “temblores”. ¡Otra vez!
Y de nuevo la sociedad civil en respuesta inmediata rebasa,
pero con mucho, la grandilocuencia de las autoridades que, apenas dos horas
antes, se habían llenado la boca de retórica barata (Flatus vocis le decían los medievales); pues no se nos olvide que
estamos en tiempos preelectorales y que el próximo año, el 2018 (en México todo),
será definitorio para definir el país que queremos en lo inmediato.
Esto después de los fracasados sexenios de Felipe Calderón
Hinojosa (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018), consecuencia del no
menos fallido sexenio de Vicente Fox Quezada (2000-2006), que, en su momento,
generó tantas expectativas de cambio que jamás se cumplieron, lamentablemente,
y sí, en cambio, fueron traicionadas.
Foto: Raúl Pérez (Proceso). |
S-O-L-I-D-A-R-I-D-A-D, la escribo con mayúsculas y
separándola, letra por letra, para que suene y resuene la hazaña de las y los
ciudadanos, sobre todo de las y los jóvenes de esta generación, tan
cuestionados todo el tiempo, por los etiquetadores de generaciones, pues fueron
ellos los que tomaron la batuta de las acciones concretas de rescate y apoyos
de todo tipo, con lo que el dolor de las muertes y pérdidas materiales no se
hace menos, pero se siente menos gracias a esa S-O-L-I-D-A-R-I-D-A-D que nos
debe llevar a reflexionar sobre nuestra capacidad autoorganizativa, más allá
de las instancias oficiales, sin que nunca dejemos de reconocer a las y los
funcionarios que sí cumplen con sus funciones (los hay), pero que también nos
llevan a denunciar a las y los que medran con el dolor y las pérdidas ajenas,
para sacar provecho en pos de sí mismos y sus partidismos, cinismos, valemadrismos
y demás ismos. Graco Ramírez hace mano en esta actitud detestable.
2018 se nos presenta como horizonte inmediato, donde los
calculadores y oportunistas de siempre, ya han hechos sus apuestas para seguir
“viviendo” de los puestos y recursos públicos, sin cumplir sus
responsabilidades y sin atender las nuevas realidades.
2018 se perfila, pues, como reto, pero también como
oportunidad, otra, que tenemos para dirimir pacíficamente nuestras diferencias,
en la perspectiva, clara, de que entre lo que se ha derrumbado, hoy, es también
una cultura política específica: la priísta, sobre todo, pero también la
panista y la perredista y, si me apuran un poco, más allá del nombre de Andrés
Manuel López Obrador, que merece una análisis aparte, también la morenista.
En fin, toda la política partidaria que hoy está en entredicho.
2018 representa, pues, la oportunidad de construir, en los
años inmediatos, las bases del otro México posible; aquél que deje las taras
del priísmo en particular y del oportunismo, muy generalizado, de todos los
partidos y colores políticos.
Todos tomados, lamentablemente, por lo más nefasto del
priísmo, así lo han demostrado cuando han estado en el poder. Todos mimetizados
en la detestable corrupción; incluso en el crimen organizado.
¿Qué hacer con la fuerza todavía viva de esa cultura que se
fraguó como resultado de una Revolución institucionalizada y que todavía
alcanzó una perspectiva lúcida en la Corriente Democrática de Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano y que hoy se juega, quizás como su máxima expresión, en la
figura y en las esperanzas que se plasman, según las preferencias electorales, en
Andrés Manuel López Obrador?
¿Por qué ha sido imposible, en los hechos, que coincidan las
aspiraciones electorales con las expresiones de cambio que vienen de suelos más
hondos, como los del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y su
expresión cívica conjunta con el Consejo Nacional Indígena (CNI), a través de la
candidatura de María de Jesús Patricio Martínez?
¿Por qué los oportunistas de siempre, los de antes, pero
también los de ayer y los de ahora sí hacen un frente, el Frente Amplio
Democrático (FAD) y los que anhelamos un cambio profundo no podemos
hacerlo?
He aquí, desde mi perspectiva, el más grande reto que se nos
presenta, actualmente, con miras al 2018 y que el sismo del 19 de septiembre de
2017, al remitirnos a otro sismo, el del 19 de septiembre de 1985, al lado de
otros lamentables ismos, nos devuelve, radicalmente, a toda nuestra historia
reciente y ya no sólo a la de nuestro pasado más lejano, por no decir remoto.
Son muchas las cosas sobre las que tendremos que hacer
cuentas, históricamente, para poder despejar los sinuosos caminos del futuro;
es decir, de lo que está por-venir.
Dependerá de nosotros mismos; de todas y todos los que anhelamos,
desde el fondo de nuestro corazón, otro México.
Nota: He escrito estas breves reflexiones
lleno de dolor, pero no dejo de ver la luz de la esperanza que las diversas
acciones de S-O-L-I-D-A-R-I-D-A-D nos han devuelto. Ha llegado la hora de que
no cedamos en nuestro deseo: el de que otro país más justo e igualitario se
concrete, por imposible que parezca. Llegó la hora de auto organizarnos como
sociedad civil y seguir adelante.
*J. Ignacio Mancilla
[Ateo, lector apasionado,
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]