martes, 24 de abril de 2018

Unas Jornadas de… mucho peso




J. Ignacio Mancilla*




No sin con-moción comparto lo vivido, recientemente, en Oaxaca, Oaxaca (México); ciudad en la que se llevaron a cabo nuestras IV Jornadas de Psicoanálisis, cuyo tema general fue La Cultura entre la Vida y la Muerte. Convocadas por Seminario Psicoanalítico de Tucumán, Argentina; Corpo Freudiano (Escola de Psicanálise), Brasil y Escuela de la Letra Psicoanalítica, ESLEP, de México. Teniendo como Más Uno a Salon Lacan (Canadá) y La tercera. Grupo Psicoanalítico (Buenos Aires, Argentina).

Imposible, por supuesto, dar cuenta de todo lo dicho y acontecido en estas más que excelentes IV Jornadas, organizadas dentro de la Red Americana de Psicoanálisis (RAP). El tema, como ya se dijo, fue La Cultura entre la Vida y la Muerte. ¡Vaya!


Foto: J. Ignacio Mancilla.


¡Qué de cosas se dijeron y formularon! ¡Todas a partir de un marco común, el psicoanálisis!, pero… cada una con la peculiaridad de las marcas de escuela y de países, lenguas y cultura; además de las improntas singulares relativas al nombre propio de las y los sustentantes.

Me llevo, de hecho ya estoy en Guadalajara, un montón de cuestiones para pensar y reflexionar sobre lo que de específico puede aportar el psicoanálisis en la lectura (sintomática) de los fenómenos del mundo actual; en especial de América y México.

Hubo 62 intervenciones, considerando las palabras de la Inauguración, la Plenaria de Ideas y Conclusiones y también las de Clausura.


Foto: J. Ignacio Mancilla.


Lo que lamento, cosa ya común en este tipo de formatos, es el tiempo tan reducido para el diálogo y la participación del público. ¿Acaso estas experiencias, de por sí ya ricas, no lo serían más si el diálogo y la reflexión tuvieran un poco más de lugar y tiempo? ¿Por qué si el psicoanálisis es un discurso y una praxis determinada por la escucha, en sus Congresos o Jornadas no se le da su lugar?

Se habló y se problematizó sobre los llamados niños discapacitados, sobre lo in-civilizable por la cultura, sobre Francis Bacon, sobre el ciborg y el goce, sobre cómo la paz no comienza en casa, sobre la Red, sobre la homofobia imaginaria, sobre el tercer sexo, la lógica y la política, sobre el juego de lo sagrado y lo profano para pensar la lógica capitalista, sobre las Escuelas de psicoanálisis en México, sobre la homoparentalidad como interrogante cultural de nuestro tiempo, sobre lo Real y la música como sombra de las luces, sobre las modalidades del tatuaje, sobre los sismos del pasado 19 de septiembre, sobre lo dionisiaco, sobre la muerte por el consumismo y sobre el amor, sobre Eros y Tánatos y la pasión, sobre el suicidio, sobre los encuentros entre psicoanálisis, educación, literatura y artes, sobre violencia, machismo y prostitución, sobre la cultura en tanto ésta se construye entre el azar y el tiempo, sobre la insuficiencia de la cultura, sobre el arte como medida de la seguridad pública, sobre la invención de Dios y la muerte, sobre la maternidad de las mujeres presas, sobre lo Real de la cultura, sobre los adolescentes en conflicto con la ley, sobre la insoportable levedad del significante, sobre cómo se deviene sujeto, sobre el lugar del padre en la sociedad actual, sobre el séptimo arte entre la pulsión de muerte y la creación, sobre Gabriel e a Montanha (Fellipe Barbosa, 2017) como una película sobre la vida y la muerte, sobre transexualidades, cuerpo, sujeto y ciencia, sobre la apuesta del psicoanálisis por la educación especial, sobre las modalidades del goce del hombre contemporáneo, sobre sexualidad y colonización e indios gays en Brasil, sobre la contracultura de las impulsiones, sobre la posición mexicana transmoderna al son (musicalmente, es literal) del inconsciente, sobre la autobiografía como novela y testimonio, sobre las pasiones desde la perspectiva del psicoanálisis, sobre lo grotesco y lo siniestro de la cultura (sexo y política).


Foto: J. Ignacio Mancilla.


Como puede ver el lector o lectora de este Blog, fueron demasiados temas y suficientes cuestiones, y...

Iré acercándome, poco a poco, en la medida de lo posible, a aquellas exposiciones que más me tocaron o que más problemas me suscitaron; ello a partir de mis notas y, cuando pueda, a partir de los textos.

De lo que sí no cabe duda, es que estas IV Jornadas de Psicoanálisis, que giraron alrededor de la cultura como el punto fronterizo (límite bastante problemático) entre la vida y la muerte fueron, por lo aportado, algo del orden del acontecimiento; por lo menos para mí; y estoy seguro que para más de alguna y alguno de los asistentes.

Y que será desde ahí, desde la con-moción que me han provocado que intentaré, insisto, en la medida de lo posible, sino dar cuenta de todas las Jornadas, por lo menos de aquellas ideas que más con-.movieron ese tambaleante ser íntimo que, Lacan dixit, es, al mismo tiempo (en su sentido lógico), lo más éxtimo; ja, ja, ja. ¡Ay, la cuestión de la ontología, tan denigrada por Lacan!, pero…tan insistente incluso en estas IV Jornadas.

En fin. Gracias a Oaxaca, particularmente a las y los compañeros de la ESLEP de Oaxaca que fungieron como anfitriones y que lo hicieron de manera por demás excelente. Y además estuvieron también como ponentes, sin tanta soberbia y con una sencillez, al tiempo plantearon sus aportes a enormes problemas clínicos y teóricos.


Foto: J. Ignacio Mancilla.


Gracias a Andrés Manuel Jiménez, Cecilia Sánchez Cruz, Elisa Minerva Jiménez Melchor, Perla Morales Gris, Ofelia Gómez Toledo, Ángel Matus Martínez, Eduardo Amaral Sánchez, Edna Pineda Pérez, Emmanuel Velásquez Luna y Santiago Martínez Álvarez. Algunas y algunos de ellos, además de anfitriones participaron con ponencias, todas de un excelente nivel que, espero, poder ir desgranando poco a poco.

Me congratulo, pues, de haber escuchado tantas ideas que no serán sin consecuencias en lo que respecta a mi quehacer cotidiano, el de la trasmisión de la filosofía y del psicoanálisis.

También gracias a las amigas y amigos de Guadalajara por haber hecho de esta experiencia algo sin igual. Ya iremos dialogando sobre lo que a cada una y a cada uno aportaron estas singulares IV Jornadas de Psicoanálisis. Gracias pues, a Jesús Hernández, María Ángela Gómez, Julieta Alvarado, Carolina González, Ana Rosales, Judith Valadez, Patricia Muñoz, Jürgen González y Eunice Michel.

¡Enhorabuena! ¡Y salud con un mezcal que me quedaron a deber! ¡Espero que pronto llegue a su destino!
El mezcal, ja, ja, ja.


Foto: Carolina González.




*J. Ignacio Mancilla.

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]











lunes, 23 de abril de 2018

Especial: Tercer aniversario ígneo





¡3 años 3 de Cuerdas Ígneas! ¡A casi 500 días!

¡3 años 3 compartiendo nuestros textos! Los que, para nosotrxs significan mucho en tanto nos queman y, al hacerlos públicos, nos liberamos, un poco, de su fuego abrasador.

Han sido 103 escritos; 45 de Inés, 55 de Ignacio, 1 colaboración especial desde Argentina y 1 agradecimiento a nuestros lectores al cumplir seis mil visitas en este espacio. Hemos recibido un total de 16,089 visitas. Fundamentalmente de México; pero también de Estados Unidos, Argentina, Irlanda, Chile, Costa Rica, Ecuador, España, Francia y Perú.

Algunos del primer año fueron poco vistos; 8 es el que menos visitas tiene y 799 el que más (correspondiente a 2017). Se ha escrito de todo lo que a cada quien le nace y más le interesa.

Hay en ellos un diálogo abierto, pero también velado que va más allá de la relación filial, que pretende ser testimonio (vivo) y lectura (esperamos que no muerta) de nuestro país y de nuestro mundo.

Y seguimos, ígneos que somos, ¡qué le vamos a hacer! En algún momento, quizás, rescatemos algunos para su impresión; sobre todo aquellos que tú, lector o lectora, más has destacado. No lo sabemos a ciencia cierta, pero lo más seguro es que persistiremos en esta nuestra apuesta de escritura ígnea, para no "quemarnos" (vivos).



Mar ígneo (2012). Asarrab, Irene. Madrid. Óleo.
Obra publicada en:dibujando.net


¡Muchas gracias de todo corazón y aquí seguiremos, hasta nuevo aviso!









J. Ignacio Mancilla e Inés M. Michel.



martes, 17 de abril de 2018

Un hogar propio



Inés M. Michel*




La semana próxima este proyecto cumple tres años, concretamente el 23 de abril, fecha en que en 2015 se hizo la inauguración de Cuerdas Ígneas con un texto de mi autoría titulado La tercera fue la vencida, donde hago una crónica sobre mi huída de la Universidad de Guadalajara.

Ante el umbral del tercer aniversario de un espacio que se ha ido construyendo con palabras, me veo haciendo una retrospectiva de lo que he vivido, repasando algunas de las inquietudes que compartí aquí; las circunstancias son distintas de cuando inicié este intercambio con mi papá, donde siempre se ha buscado el diálogo, las ideas cruzadas y la exposición de posturas que nos permitan acercarnos entre nosotros y a quienes nos leen. Un cambio importante acontecido durante este periodo de tiempo tiene que ver con mi decisión de vivir en Ciudad de México, un lugar al que le debo mucho sentimentalmente pues, aunque originaria de Guadalajara, desde muy pequeña vine con mi madre y mi padre a esta ciudad, creciendo y siendo parte de ella desde los dos años hasta los catorce cuando decidí volver a mi lugar de origen.

Retornar a radicar en la capital era una decisión postergada por varios años, los planes fueron tomando forma y mutando hasta que finalmente me decanté por inscribirme a un diplomado en Estudios Literarios en la Universidad Iberoamericana, lo que me llevó a mudarme y reiniciar en este ritmo de vida frenético por el que es conocida esta urbe, a la par que marcó mi regreso y reconciliación con los espacios universitarios, la Ibero fue un sitio que me maravilló.

Quizá uno de los retos que se presentaron con mayor fuerza fue la tarea de encontrar dónde vivir. Alojados temporalmente con una amiga de la familia, nos enfrentamos a la búsqueda de departamento y a las terribles inmobiliarias, a la necesidad de contar con un aval, a la realidad relacionada con el encarecimiento de la vivienda, a la incertidumbre que se presenta cuando no encuentras nada acorde a tus gustos/presupuesto.

Toda la experiencia del cambio me llevó a renunciar a ciertas comodidades a cambio de obtener algunas libertades. Pude cursar el diplomado, que finalizó el mes pasado, y nuevamente me enfrento a un panorama en el que tengo que reacomodar mis actividades, planificar otros caminos. Por segunda vez me mudé, y busqué otro espacio aquí en la misma ciudad y estoy en una exploración nuevamente, que a grandes rasgos se afinca en la necesidad de construir un hogar propio junto a la persona con la que estoy compartiendo mi vida.

En este trayecto me he enfrentado sobre todo a mí misma, a mis miedos e inseguridades, a mi carácter y a mi manera de entender el mundo. Lejos de la casa familiar, aunque siempre contando con su apoyo tenaz que me fortalece y me nutre, me he cuestionado a mí misma, teniendo como horizonte aquellos sueños y deseos que se me presentan como imprescindibles. La lejanía de ciertos espacios y también de personas, amigos y familiares con quienes compartí trabajo, ideas y compromisos tanto personales como profesionales tiene su costo, no soy indemne a él. Por otro lado, conocer gente nueva y abrirse un camino propio en una ciudad que presenta tantas ventajas y posibilidades resulta un aliciente. Las dificultades están y han estado a la orden del día, las vamos sorteando conforme aparecen, la promesa para mí misma es hacer aquello que me mueva a levantarme cada día sin remordimientos, haciendo lo que me gusta, formar ese deseado hogar propio, que no tiene qué ver solo con un espacio físico sino sobre todo con dónde se afincan tus anhelos.

Son tres años, seguimos aquí...


Nueva habitación en CdMx. Roma Sur.






Inés M. Michel.
@inesmmichel
I: inmichel

Ciudad de México, abril de 2018.


 *[Atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia.]










martes, 10 de abril de 2018

Entre (lobos) demonios te veas




J. Ignacio Mancilla*







Sobre La libertad del diablo (documental psicológico), de Everardo González





Los demonios andan sueltos, y han triunfado”.


Mario Ruiz Massieu




La frase que sirve de epígrafe a estas dolorosas reflexiones sobre el excelente documental psicológico de Everardo González, La libertad del diablo, fueron pronunciadas por Mario Ruiz Massieu el 23 de noviembre de 1994; año “bipolar” para México, en tanto el 1 de enero tuvimos el singular “levantamiento” del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el 23 de marzo el “asesinato” de Luis Donaldo Colosio para imponer, desde entonces, la lógica del miedo.

La frase completa fue la siguiente: “<<El pasado 28 de septiembre una bala mató a dos Ruiz Massieu. A uno le quitó la vida, al otro le quitó la fe y la esperanza de que en un gobierno priísta se llegue a la justicia. Los demonios andan sueltos, y han triunfado.>>”.

Muchas cosas han pasado desde aquel momento, entre ellas la descomposición no solamente política, sino social y humana; misma que, metafóricamente, da título a ese extraordinario ejercicio narrativo y cinematográfico de Everardo González: La libertad del diablo, y que se promociona como “documental psicológico”.

Vi dos veces el formidable trabajo de Everardo González, difícil, pero realmente muy difícil de ver, pues al tiempo que nos transporta a una estética visual y auditiva bella y de auténtica confrontación psicológica, como si estuviéramos ante un espejo múltiple, la cámara (mucho transcurre como el “testimonio” de personas enmascaradas ante dicho instrumento), nos arrastra al abismo de sus dramas, mismo que nos son narrados de viva voz, y que son, finalmente, la tragedia de todo México; de todas y todos nosotros.


Póster.

Inicia con una larga secuencia de voz en off con un fondo oscuro, como el de la larga noche que estamos todavía padeciendo, contándonos la “experiencia” de uno de los testimoniantes que dan cuerpo a toda la narración cinematográfica; y termina con el acto, real y simbólico a la vez de una de las testimoniantes principales, una madre, de quitarse la máscara ante la cámara fija, para así quedarse frente a nosotros, con ese rostro curtido por el dolor, ante una historia que ya sabemos en tanto nos ha sido contada su historia y drama.

Al principio voz sin imagen; al final, imagen sin voz, como confrontación atroz ante unas heridas abiertas, como la historia, que nos sabemos en qué terminarán en este atribulado país.

¿Cómo es que ha pasado todo esto? ¿Cómo es que lo hemos permitido? ¿Cómo es que no hacemos nada? ¿Nos decidiremos, este próximo 1 de julio a abrir las puertas del cambio, tan necesarias en México?

Los testimonios no son sólo de víctimas sino también de victimarios; de los que han participado del otro lado del horror, sin caer por ello en el maniqueísmo sino, antes bien, complejizando tanto a los personajes como las “causas” por las que se vieron involucrados, los victimarios, en semejantes sucesos.

Aquí quiero ponderar el trabajo de todos. La fotografía de María Secco es la más adecuada. No se diga la música, original, de Quincas Moreira. El guión es del propio Everardo González conjuntamente con Diego Osorno; la investigación la realizaron Daniela Rea y el propio director; la edición es de Paloma Castillo y, por último, la producción es de Inna Payán y Roberto Garza. Todos hicieron que me reencontrara con el cine mexicano, a pesar del tema. ¡Enhorabuena!

Pero retomemos nuestros hilos e interés.

En una entrevista para Procesotv, Everardo confiesa las enormes dificultades que tuvo para poder culminar este formidable documental. Las resume en tres: el económico, importante, pero el más relevante fue el de su posicionamiento ante esta estrujante realidad. Y esto último está muy bien resuelto en la narrativa del documental, pues logra, insisto, no ser maniqueo, al tiempo que recrea una tensión que nos involucra en las historias narradas que nos hacen reflexionar y tomar distancia, pero no sin generar la empatía necesaria hacia las víctimas.

¿Y los victimarios? ¿Cómo quedan ellos? ¿Cómo quedamos ante ellos? Estremecimiento absoluto.

Uno de los problemas que se le presentó a Everardo González es el de la violencia misma en el contexto de la sociedad actual, sociedad que todo lo convierte en espectáculo. He aquí un real problema de la sociedad y en este contexto, la cuestión del montaje mismo como dificultad, es decir, la decisión de lo que hay que llevar a la pantalla como el resultado final, en este caso del documental mismo. Más que atinado.

Vuelvo al profundo sentido de este trabajo cinematográfico y el por qué, desde mi perspectiva, reivindica al cine mexicano, pues retoma una de las dimensiones más complejas y difíciles de nuestra reciente historia, para confrontarnos con ella y elaborarla, catárticamente, como condición indispensable para poder ir más allá de la miseria humana de nuestros tiempos.


Póster.

Conviene aclarar que pude ver el documental en el contexto del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), más no sé si se está exhibiendo en toda la República, de hecho ya no se encuentra en cartelera.

La primera vez que la vi alrededor de cinco personas se salieron, estando pocas en la sala; la segunda no se salió nadie (también con poca asistencia), pero al final alcancé a oír una exclamación: “¡Ay, Dios mío!”. Sí, como dije al principio, es muy duro ver, pero, ¿voltearemos la mirada para otro lado?; o, finalmente, ¿optaremos por confrontarnos, en serio, con esta nuestra historia? Esa tan dolorosa y que hemos padecido durante los sexenios de Felipe Calderón Hinojosa (FECAL) y Enrique Peña Nieto (EPN) y han significado, los dos, atrozmente, una enorme sangría para todo México.

La verdad es una pena que este tipo de trabajos no se exhiban en más salas y por más tiempo; esto mientras los cines son copados por películas de nula trascendencia desde todos los puntos de vista. Donde el peor Hollywood lleva la mano.

Es por ello que las y los invito a que vean La libertad del diablo, es una experiencia a la que no podemos rehuir: es de nuestro destino histórico de lo que se nos habla y ante lo que se nos confronta, todo el tiempo.

No podemos dejar de vernos en el espejo que tan magníficamente ha construido Everardo González, de manera por demás excelsa, con ese instrumento tan moderno, maravilloso y poderoso: el del cine.

Y, como corolario, mando un saludo a Everardo González desde acá, desde este modesto Blog y mis más sinceras felicitaciones por los premios merecidamente obtenidos. Mis más sinceras felicitaciones a todo el equipo.









*J. Ignacio Mancilla.

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]











martes, 3 de abril de 2018

Durmiendo con el enemigo


Inés M. Michel*




Resulta que muchos de nosotros vivimos con alguien (hermanos, mamá, papá, pareja, hijos, amigos con quienes compartimos gastos y gustos...)

Una vida en solitario también es posible, tener una casa o espacio propio que no se comparte con nadie más.

Hablaré de lo que en este momento es mi realidad más inmediata y que tiene que ver con la decisión de vivir en compañía; habrá distintos motivos para hacerlo: por los beneficios y el gusto de que compartir el hogar con más personas o por la necesidad que la vida misma plantea debido a las precariedades de esta época, una donde mantener una casa por cuenta propia para una sola persona resulta un reto complicado. De estas circunstancias surge la solución por la que se decantan actualmente muchas personas, vivir con amigos o conocidos (roommates) en un acuerdo de convivencia que posibilita cooperar en el pago de servicios, renta y/o alimentación.



Tomada de: decoralis.es


Sea cual sea el caso de cada unx lo cierto es que es común encontrarnos con personas a nuestro alrededor con quienes compartimos espacios vitales. Esta convivencia cotidiana resulta todo un reto. Como adultos que provenimos de historias diferentes y experiencias diversas, hacer uso de espacios comunes, construir un hogar junto a otros presenta otras variables que en el pasado, cuando la regla era que se salía de la casa familiar para casarse y formar una familia con hijos.

Vivir con una pareja se suma a lo anterior, un reto que significa mostrarnos como somos una vez que cruzamos el umbral del exterior y nos internamos en nuestros hábitos, manías, costumbres y maneras de resolver conflictos y de entender el mundo. 

Aquí es donde me detendré, reflexionando sobre los problemas que conlleva la convivencia cotidiana. Desde pequeños inconvenientes hasta conflictos mayores.

Habitar con alguien más resuelve ciertos aspectos que nos aligeran la carga de responsabilidades, aunque también nos vuelve susceptibles de involucrarnos en disputas domésticas y desacuerdos o desencuentros con aquellos que nos conocen desde que nos levantamos (y cómo nos levantamos) hasta el final del día. Ser parte de un mismo espacio, con todo lo que conlleva: confiar en otras personas, ser parte de sus vivencias, nos enfrenta a nosotros mismos, a reconocer que no siempre tenemos razón, que quizá algunos hábitos muy arraigados pueden resultar molestos a quienes nos rodean, que el día a día solo será posible si tenemos la capacidad de escuchar, de aprender a tomar acuerdos y respetarlos.

Si agregamos el factor de una relación sentimental, vivir en pareja lo que implica es construirnos y reconstruirnos junto a otra persona, aceptar los miedos que nos habitan, aquello que pretendemos cambiar para sentirnos mejor. Reflexionando a fondo puede que encontremos en este ejercicio diario un verdadero trabajo que nos implica tiempo y mucho esfuerzo; el peligro de dejarlo de lado es ocasionar un abismo entre nosotros y quienes queremos. Es fácil descargar las frustraciones particulares en la persona que tenemos más cerca, es común encontrarse con que resentimientos y enojos crecen donde antes había alegrías y amor; pasa por no tener el valor o la dedicación de atender lo que sentimos, agobiados por las preocupaciones laborales, profesionales o los anhelos que se van dejando en el camino debido a las circunstancias que resultan un desafío constante pero que dependen de nuestros deseos más profundos para seguir vivos.

Aún con todo ello, elegir dormir junto a alguien, ya sea en la misma cama, habitación o casa, debiera ser una decisión consciente y libre que una vez tomada nos permita crecer. Como consecuencia, me pregunto si muchas de las batallas domésticas se resolverían más sencillamente si dejamos de enfrentarnos a quienes viven a nuestro lado como enemigos a vencer (o convencer), aunque sea en un sentido mínimo, cuando no comparten un punto de vista y queremos imponer el nuestro o cuando no entendemos su estilo de vida y creemos tener razón al diferir. 



Tomada de:anexovirtual.blogspot.mx


Planteemos la posibilidad de llevar cada diferencia a un acuerdo amable que no implique descalificar ninguna postura. ¿Es plausible? Pudiera serlo si consideramos a los otros y los escuchamos con verdadero interés. Incluso podría ser una estrategia para transformar las debilidades individuales en una fortaleza colectiva.

La vida junto a otros no debiera, en ese sentido, debilitarnos, sino al contrario. Afrontando con sabiduría los conflictos, los desencuentros cotidianos pueden servirnos como aprendizaje, evitando multiplicar los errores, corrigiéndose a tiempo, asumiéndose como un individuo que se equivoca y que puede rectificar. En lugar de enemigos domésticos con profundos desacuerdos (por los platos no lavados, por los estilos de vida ¿incompatibles?, por las reacciones inesperadas) podemos ser aliados que decidieron acompañarse y ser miembros de una pequeña comunidad donde de las diferencias surge fuerza y resistencia.

Está en nuestras manos despertar con adversarios y enfrentarnos a ellos cada día en pequeños-grandes episodios, o asentarnos junto a verdaderos compañeros, de cuarto, de piso, de vida.





Inés M. Michel.
@inesmmichel
I: inmichel

Ciudad de México, abril de 2018.


 *[Atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia.]