J. Ignacio Mancilla*
Entre el suicidio de Guillermo Indart Martínez,
de 68 años de edad, el pasado 30 de junio en Guadalajara (específicamente en el
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, CUCSH de la
Universidad de Guadalajara) y el No mayoritario (contra las expectativas
esperadas) de los griegos a las condiciones del Fondo Monetario Internacional, el
Banco Central Europeo y la Comunidad Europea, hay una misma lógica, muchas
veces descarnada, otras ocasiones más sutil: la de la tiranía del dinero
(trabajo muerto), pero también mercancías y cosas en general, contra los seres
humanos singulares (trabajo vivo) y toda la vida en sus sentido concreto, si
seguimos a Marx.
En este texto quiero hacer algunas mediaciones,
complicadas y arriesgadas, lo sé, entre un fenómeno y el otro, sabiendo que los
dos son sumamente complejos; uno porque estamos hablando de la subjetividad en
el sentido más singular; el otro porque estamos tratando de lo social y
político, bajo las premisas de la economía bajo el predominio, actual, del
capital financiero.
Como suele pasar con los suicidios, hay un gran
hermetismo, de modo que sobre el de Guillermo Indart Martínez solamente sabemos
que dejó una carta y que se sentía muy solo, es así como acabó con su vida,
arrojándose del tercer piso del CUCSH (Normal); la pregunta que nos hacemos
desde este blog, en el que ya he hablado del suicidio, es: ¿por qué ir a
quitarse la vida a una universidad, particularmente a la Universidad de
Guadalajara?
Los últimos suicidios en Guadalajara se han
realizado en lugar muy significativos:
la Catedral, una Plaza comercial, una sala de Cine y ahora un lugar del saber.
Como es frecuente, los suicidios terminan en
mera nota roja, sin oportunidad de indagar, en el sentido más específico, qué
es lo que orilló al suicida a quitarse la vida.
Por otro lado, la votación del domingo 5, en
Grecia, tenía mucho de “suicida”; se votara por el sí o por el no. Finalmente
hubo un rechazo contundente a las condiciones ignominiosas que la troika (Fondo
Monetario Internacional, Banco de la Comunidad Europea y la propia Comunidad
Europea), como se les conoce, querían someter al gobierno de Alexis Tsipras y a
todo el pueblo griego.
Y la disyuntiva es el dinero o la vida, para
jugar con esa opción impuesta por el ladrón de la bolsa o la vida, donde si uno
opta por la bolsa (el dinero, en los casos de los que estamos aquí hablando),
pierde las dos; los griegos optaron por la vida. Y sí, con ello se arriesgaron,
al tiempo que abrieron otras posibilidades no solo para ellos, sino para otros pueblos y otras economías, como la nuestra, por ejemplo.
Al fin de cuentas la democracia fue una
creación griega, hoy refrendada, en tiempos de su mayor crisis, curiosamente.
Con la votación del domingo no se cierra, de
ningún modo, el problema; apenas empieza, de modo que seguiremos pendientes de
lo que ocurra en el país donde, precisamente, por medio de una votación, se
condenó a un singular hombre, Sócrates, hoy conocido y reconocido,
mundialmente, como el formador directo e indirecto de dos de los más grandes
espíritus humanos: Platón y Aristóteles.
Europa toda, lejos de atentar contra Atenas,
permítaseme el juego de palabras, debería abonar por una Europa digna y justa,
libre de la tutela del Imperio (del dinero, Estados Unidos), para que su
apuesta sea, como la del pueblo griego, por la vida y no por el dinero (capital
financiero). Es su propio destino el que está en juego; el de sus pueblos, y no
el de sus burocracias políticas y de poder que lo único que persiguen es el
aniquilamiento de la vida, como Marx lo tuvo muy claro desde que esbozó su
primer plan general de su más que genial crítica a la economía política.
Me refiero a lo que hoy se conoce como
Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844 (publicados por David Riazanov en
1932), texto increíble en el que en un apartado (del tercer manuscrito) que
lleva como subtítulo, precisamente, Dinero, cita a Goethe y en especial a
William Shakespeare, en una textualidad más que elocuente sobre la degradación
que nos ofrece el dinero, incluso cuando nos oferta, precisamente, su mayor
potencia, real y aparente.
Pero dejemos la palabra al gran bardo, quien
por medio de Timón de Atenas (paradojas de la vida), afirma sobre el dinero
algo que hoy más que nunca nos suena y resuena como plenamente vigente:
“¡Oro! ¡Oro amarillo, brillante, precioso! ¡No, oh dioses, no soy hombre que haga plegarias inconsecuentes! ¡Simples raíces, oh cielos purísimos! Muchos suelen volver con esto lo blanco negro; lo feo, hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo, noble; lo viejo, joven; lo cobarde, valiente. ¡Oh dioses! ¿Por qué? Esto os va a sobornar a vuestros sacerdotes y a vuestros sirvientes y a alejarlos de vosotros; va a retirar la almohada de debajo de la cabeza del hombre más robusto; este amarillo esclavo va a fortalecer y disolver religiones, bendecir a los malditos, hacer adorar la lepra blanca, dar plazas a los ladrones, y hacerlos sentarse entre los senadores, con títulos, genuflexiones y alabanzas. Él es el que hace que se vuelva a casar la viuda marchita y el que perfuma y embalsama como un día de abril a aquella ante la cual entregarían la garganta, el hospital y las úlceras en persona. Vamos, fango condenado, puta común de todo el género humano, que siembras la disensión entre la multitud de las naciones, voy a hacerte trabajar según tu naturaleza”. (Timón de Atenas en William Shakespeare, Obras Completas, Tomo II, Editorial Aguilar, Madrid, 1978).
Después de esta larga cita, muy necesaria, la
verdad no estoy seguro de que el dinero no haya tenido nada que ver en el
suicidio de Guillermo Indart Martínez (directa o indirectamente); pero sí estoy
seguro que tuvo que ver con el rotundo NO de los griegos que, a su modo,
dijeron NO al dinero; para decir, trágicamente, griegos al fin, su gran SÍ a la vida. Marx hablaba del dinero como un
Moloch moderno, al que se sacrifican miles y millones de vidas.
Es por ello que Shakespeare, pero con Marx,
sigue teniendo la razón, después de todo.
¿Cuándo lo vamos a entender y... obrar en
consecuencia?, y que nuestra apuesta cotidiana, aquí, en México, en Grecia y en
todo el mundo, sea precisamente por la vida y no por el dinero.
Por último, es de llamar la atención lo que ha
venido haciendo el Papa Francisco; pienso en la Encíclica Laudato si, y ahora
en lo que dijo en Ecuador el pasado 7 de julio (VER AQUÍ),
pues es un posicionamiento contra el dinero y, sobre todo, contra la
degradación social.
¿Habrá consecuencia al respecto? El tiempo y
los hechos lo dirán.
Dios Moloch |
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