jueves, 9 de julio de 2015

Grecia y México, contra la tiranía del (Dios) dinero: ¡Oxi(ge)no!


J. Ignacio Mancilla*






Entre el suicidio de Guillermo Indart Martínez, de 68 años de edad, el pasado 30 de junio en Guadalajara (específicamente en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, CUCSH de la Universidad de Guadalajara) y el No mayoritario (contra las expectativas esperadas) de los griegos a las condiciones del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comunidad Europea, hay una misma lógica, muchas veces descarnada, otras ocasiones más sutil: la de la tiranía del dinero (trabajo muerto), pero también mercancías y cosas en general, contra los seres humanos singulares (trabajo vivo) y toda la vida en sus sentido concreto, si seguimos a Marx.



En este texto quiero hacer algunas mediaciones, complicadas y arriesgadas, lo sé, entre un fenómeno y el otro, sabiendo que los dos son sumamente complejos; uno porque estamos hablando de la subjetividad en el sentido más singular; el otro porque estamos tratando de lo social y político, bajo las premisas de la economía bajo el predominio, actual, del capital financiero.



Como suele pasar con los suicidios, hay un gran hermetismo, de modo que sobre el de Guillermo Indart Martínez solamente sabemos que dejó una carta y que se sentía muy solo, es así como acabó con su vida, arrojándose del tercer piso del CUCSH (Normal); la pregunta que nos hacemos desde este blog, en el que ya he hablado del suicidio, es: ¿por qué ir a quitarse la vida a una universidad, particularmente a la Universidad de Guadalajara?



Los últimos suicidios en Guadalajara se han realizado  en lugar muy significativos: la Catedral, una Plaza comercial, una sala de Cine y ahora un lugar del saber.



Como es frecuente, los suicidios terminan en mera nota roja, sin oportunidad de indagar, en el sentido más específico, qué es lo que orilló al suicida a quitarse la vida.



Por otro lado, la votación del domingo 5, en Grecia, tenía mucho de “suicida”; se votara por el sí o por el no. Finalmente hubo un rechazo contundente a las condiciones ignominiosas que la troika (Fondo Monetario Internacional, Banco de la Comunidad Europea y la propia Comunidad Europea), como se les conoce, querían someter al gobierno de Alexis Tsipras y a todo el pueblo griego.



Y la disyuntiva es el dinero o la vida, para jugar con esa opción impuesta por el ladrón de la bolsa o la vida, donde si uno opta por la bolsa (el dinero, en los casos de los que estamos aquí hablando), pierde las dos; los griegos optaron por la vida. Y sí, con ello se arriesgaron, al tiempo que abrieron otras posibilidades no solo para ellos, sino para otros pueblos y otras economías, como la nuestra, por ejemplo.



Al fin de cuentas la democracia fue una creación griega, hoy refrendada, en tiempos de su mayor crisis, curiosamente.



Con la votación del domingo no se cierra, de ningún modo, el problema; apenas empieza, de modo que seguiremos pendientes de lo que ocurra en el país donde, precisamente, por medio de una votación, se condenó a un singular hombre, Sócrates, hoy conocido y reconocido, mundialmente, como el formador directo e indirecto de dos de los más grandes espíritus humanos: Platón y Aristóteles.



Europa toda, lejos de atentar contra Atenas, permítaseme el juego de palabras, debería abonar por una Europa digna y justa, libre de la tutela del Imperio (del dinero, Estados Unidos), para que su apuesta sea, como la del pueblo griego, por la vida y no por el dinero (capital financiero). Es su propio destino el que está en juego; el de sus pueblos, y no el de sus burocracias políticas y de poder que lo único que persiguen es el aniquilamiento de la vida, como Marx lo tuvo muy claro desde que esbozó su primer plan general de su más que genial crítica a la economía política.



Me refiero a lo que hoy se conoce como Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844 (publicados por David Riazanov en 1932), texto increíble en el que en un apartado (del tercer manuscrito) que lleva como subtítulo, precisamente, Dinero, cita a Goethe y en especial a William Shakespeare, en una textualidad más que elocuente sobre la degradación que nos ofrece el dinero, incluso cuando nos oferta, precisamente, su mayor potencia, real y aparente.



Pero dejemos la palabra al gran bardo, quien por medio de Timón de Atenas (paradojas de la vida), afirma sobre el dinero algo que hoy más que nunca nos suena y resuena como plenamente vigente:



“¡Oro! ¡Oro amarillo, brillante, precioso! ¡No, oh dioses, no soy hombre que haga plegarias inconsecuentes! ¡Simples raíces, oh cielos purísimos! Muchos suelen volver con esto lo blanco negro; lo feo, hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo, noble; lo viejo, joven; lo cobarde, valiente. ¡Oh dioses! ¿Por qué? Esto os va a sobornar a vuestros sacerdotes y a vuestros sirvientes y a alejarlos de vosotros; va a retirar la almohada de debajo de la cabeza del hombre más robusto; este amarillo esclavo va a fortalecer y disolver religiones, bendecir a los malditos, hacer adorar la lepra blanca, dar plazas a los ladrones, y hacerlos sentarse entre los senadores, con títulos, genuflexiones y alabanzas. Él es el que hace que se vuelva a casar la viuda marchita y el que perfuma y embalsama como un día de abril a aquella ante la cual entregarían la garganta, el hospital y las úlceras en persona. Vamos, fango condenado, puta común de todo el género humano, que siembras la disensión entre la multitud de las naciones, voy a hacerte trabajar según tu naturaleza”. (Timón de Atenas en William Shakespeare, Obras Completas, Tomo II, Editorial Aguilar, Madrid, 1978).   



Después de esta larga cita, muy necesaria, la verdad no estoy seguro de que el dinero no haya tenido nada que ver en el suicidio de Guillermo Indart Martínez (directa o indirectamente); pero sí estoy seguro que tuvo que ver con el rotundo NO de los griegos que, a su modo, dijeron NO al dinero; para decir, trágicamente, griegos al fin, su gran SÍ  a la vida. Marx hablaba del dinero como un Moloch moderno, al que se sacrifican miles y millones de vidas.



Es por ello que Shakespeare, pero con Marx, sigue teniendo la razón, después de todo.



¿Cuándo lo vamos a entender y... obrar en consecuencia?, y que nuestra apuesta cotidiana, aquí, en México, en Grecia y en todo el mundo, sea precisamente por la vida y no por el dinero.



Por último, es de llamar la atención lo que ha venido haciendo el Papa Francisco; pienso en la Encíclica Laudato si, y ahora en lo que dijo en Ecuador el pasado 7 de julio (VER AQUÍ), pues es un posicionamiento contra el dinero y, sobre todo, contra la degradación social.



¿Habrá consecuencia al respecto? El tiempo y los hechos lo dirán.



Dios Moloch 


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