J. Ignacio Mancilla*
Tomada de: Dreamers.com |
[El texto se gestó para un análisis crítico de la Red Analítica Lacaniana (REAL), que se auto disolvió el año 2012 con su XII Congreso en Guadalajara Jalisco; hoy formo parte de otra apuesta, la de la Escuela de la Letra Psicoanalítica, promotora del Encuentro sobre letra y escritura. Feria alternativa del libro en psicoanálisis, que se llevará a cabo en la Ciudad de México los días 5, 6 y 7 de febrero. Queda consignado. Por su extensión se publicó en dos partes, esta es la segunda. Ver la primera: aquí.]
Sí, es el deseo y sus decisiones lo que une esa peculiar manada, la que en varios momentos de la dos películas aquí analizadas (lo mismo ocurre en la tercera secuela) vemos marchando a contracorriente de las distintas especies que conforman el todo de la vida animal, como es el deseo tras lo que corre, todo el tiempo, Scratt, la ardilla nerviosa que nunca puede estar en paz con la bellota, ya que, por una u otra razón, no puede tenerla para sí. Viéndose condenada, cual Sísifo metamorfoseado en ardilla, a perderla, de nuevo, una vez que la ha pesquisado.
Quizás
esto sea una de las características más específicas de la
comunidad humana.
Es
posible que más de alguno le incomode esta consideración, pero es
posible, también, que le reconforte; pues al hacernos pensar en la
fragilidad de la comunidad, y no solamente en la fragilidad de la
vida misma, tal vez apostemos más por una ética de la hospitalidad
y la amistad, sabiendo precisamente del riesgo siempre presente de la
hostilidad, como una ética que da cabida al otro en su concreta
radicalidad e irreductibilidad en tanto es diferente.
Prójimo
(Nebenmensch),
le llamó Freud.
Y
es que en su ser más interno, está latente, todo el tiempo, lo que
podríamos nombrar como la fuerza a-social (Kant) de un ser que carga
como segunda naturaleza, en tanto hablante (en la película los que
no hablan son los humanos), su ser político, es decir, constructor
de ciudades; de culturas y sociedades diversas, condenado a
constituir lo que le es imposible: una comunidad que tiene que
consolidarse cada vez, aún bajo la amenaza, latente, a cada rato, de
su posible destrucción.
¿No
es este nuestro riesgo más atroz?
¿No
es esto lo que Freud, el creador del psicoanálisis, pone en el
centro de la discusión en su famoso El
Malestar en la cultura
(1930)?
El
mero hecho de ser hablante es lo que ha separado al ser humano de su
estricta condición de animal; abriéndose ante él un abismo que
estructura su más interno ser social y cultural: un abismo en el que
la relación con lo animal es de lo más paradójico, ya que lo más
interno, nuestra animalidad, pasa a ser lo más externo, tornándose,
por ello mismo amenazante en tanto insiste en manifestársenos a cada
momento de nuestra vida.
Es
esa fuerza lo que hace que Ellie y Manfred decidan, contra natura,
abandonar su familia de origen, los mamuts, una vez que los dos se
han encontrado, para decidir quedarse con su manada “medio rara”
y seguir, de ese modo, el reto de permanecer juntos contra todos los
peligros que los amenazan: internos y externos.
Esa
decisión, junto con otras, es lo que nos permite afirmar que esa
“manada medio rara” es una excelente alegoría de la condición
humana.
Existe
una tercera película, como ya lo dije, también dirigida por Carlos
Saldanha; incluso ya existe la cuarta entrega (2012); pero para
nosotros lo más importante ya se ha jugado desde la primera
película: el cómo se nos muestra el carácter imposible de la
comunidad humana, ello a través de Sid, Manfred y Diego y lo que
cada uno representa dentro de la lógica comunitaria.
La
tercera película complejiza la historia de esta “manada medio
rara” al incorporar los siguientes personajes: Morita, la hija de
Manfred y Ellie; Buck, la comadreja tuerta, personaje por demás
interesante, que persigue al tiranosuario, Ruddy, por haberle
arrancado el ojo; Scratte, la ardilla hembra, que nos muestra que en
el amor no hay Uno, sino dos (Alain Badiou) y, por supuesto, las
locuras de Sid y su pretensión de conformar una familia con tres
huevos de dinosaurios, hecho que hará que éste sea defendido por la
tiranosaurio hembra ante las embestidas de Ruddy.
Es
con esta historia que se nos hace reír; es decir, al reírnos de los
animales nos estamos riendo de nosotros mismos, una vez que a través
de esta alegoría se nos hace entender la condición imposible de
nuestro singular “contrato social”, siempre precario y, por
tanto, en riesgo. Como es más que evidente en el mundo de hoy y sus
guerras, antes contra el comunismo, ahora contra el narcotráfico y
el terrorismo.
Pero,
pregunto, a manera de pro-vocación y para que pensemos: ¿Con quién
nos identificamos en la película?
No
estamos ante una cuestión boba, más bien, consideramos que se trata
de una pregunta fundamental, ya que al responderla lo que hacemos es
detallar lo que cada personaje juega en aras de la constitución o no
de la comunidad que, insistimos, tiene que forjarse día con día; en
los actos y decisiones de cada uno de sus miembros; así como en el
hacer de la comunidad toda.
Si
Sid es el pegamento de la sociedad, pensamos nosotros, Manfred es
sobre quien recae todo el peso de la estructura social, de ahí que
represente la fuerza y hasta el sacrificio.
¿No
es él quien enseña a Diego la regla fundamental de la manada:
aquella que dice que hay que arriesgar la vida en aras del grupo?
¿Acaso
Diego no devuelve favor con favor, poniendo en riesgo su propia vida
ante Soto (el macho alfa de la manada de los dientes de sable), esa
especie de gran Otro que pide y exige el sacrificio de Pinky, como
acto supremo de venganza ante la afrenta del rebaño humano, en tanto
éste ha diezmado la manada de los dientes de sable?
Diego,
el depredador, es la amenaza latente a lo humano, de hecho su misión
es ir por el niño y llevárselo a Soto; pero las peripecias de la
manada hacen que Diego termine por aceptar las reglas de esa su nueva
manada, “traicionando”, de ese modo, su manada de origen.
Utilizo
aquí “traición” no en un sentido moral sino, más bien, con
Badiou, en el sentido de que las decisiones tienen que ver con la
verdad que juegan los sujetos en tanto ésta, la verdad, tiene que
ver con la lógica de los acontecimientos.
Es
así como nuestros personajes terminan por constituir, al final de la
historia de la primera película, esa “manada medio rara”, una
vez que Diego se recupera de los estragos ocasionados por su lucha
con Soto, lucha que emprende para salvar a Manfred.
La
“traición” de Diego hay que entenderla, insisto, ligada al
“proceso acontecimiental” de la constitución de “esa manada
medio rara” a la que se incorpora; es decir, las decisiones y actos
éticos hay que leerlos ligados a los procesos de verdad de los
acontecimientos, tal y como lo hace el filósofo marroquí/francés
ya citado, al que sigo en este punto.
Es
pensando la lógica acontecimiental que Badiou plantea tres sujetos:
el fiel, el reactivo y el oscuro.
Curiosa
manada: un depredador, un animal que representa la fuerza y un
perezoso, que representa el ingenio, pero también la torpeza y el
espíritu lúdico, ¿acaso no es todo eso el ser humano?
Más
depredador que cualquier animal; más fuerte en tanto los
instrumentos técnicos que ha fabricado lo hacen el ser más poderoso
y siniestro, según nos dice la tradición, sobre todo la tragedia
griega; y más “perezoso” e ingenioso que cualquier perezoso.
¿Qué
verdad o, mejor dicho, qué procesos de verdad están ligados al
acontecimiento Red?
¿Al
acontecimiento Red Analítica Lacaniana?
¿Hemos
sido fieles a los procesos de verdad ligados a ese peculiar
acontecimiento?
Pero
regresemos a la película y detengámonos en los personajes, escenas
y diálogos, para por medio de ellos ahondar en nuestro análisis y
lectura de esta peculiar cinta, que no pretende otra cosa que tratar
de ilustrar lo que nos dice Roberto Esposito sobre el origen y
destino de la comunidad humana; sobre la protección y negación de
la vida; en pocas palabras, sobre la peculiar mutación de la
biopolítica en tanatopolítica en los tiempos actuales.
Y
nuestra Red, en tanto inmersa en la temporalidad actual, no es ajena,
por supuesto, a todas las peripecias de la comunidad actual.
Es
por ello que nosotros extrapolamos algunas cosas, para pensar mejor,
eso esperamos, el origen y destino de nuestra Red; sus
contradicciones, pero también su perseverancia, para bien y para
mal.
Para
pensar mejor los procesos de verdad a los que estamos ligados en
tanto somos parte de este singular acontecimiento llamado Red
Analítica Lacaniana; procesos de verdad que hemos puesto en juego en
nuestro pasado X Congreso: La degradación de los lazos sociales. Y
el golpe de timón que ese singular Congreso significó.
¿Cuál
será el futuro inmediato y mediato de nuestra Red?
Va
a depender de nuestros actos y decisiones.
Bien,
esta es mi pequeña contribución para pensar nuestra Red; y para
hacerlo, al tiempo que voy cerrando mi participación, quiero anexar
la siguiente reflexión de corte económico, que aunada a la que he
hecho sobre el problema del poder en la constitución de una
comunidad, nos permitirá entender mejor las dificultades que hemos
enfrentado y las que seguiremos enfrentando, como Red, tomado como
pretexto la película la Era de hielo para hablar de mi y de
nosotros, para hablar de nuestra Red.
Para
pensarla críticamente.
¿Acaso
no nos hace falta pensar críticamente el dinero?
En
este punto es indispensable llevar más allá, radicalmente, las
reflexiones del joven Marx; y también del viejo Marx.
Pero
también tenemos que llevar más allá, radicalmente, lo que Freud y
Lacan han elaborado con respecto al dinero.
Ahí
está esa carta del 16 de enero de 1898, citada en el epígrafe, como
exigencia en la medida en que el dinero poco o nada tiene que ver con
ese deseo supletorio que Freud ubica en la prehistoria del sujeto.
¿Es
indispensable que evoque, aquí, el fetichismo de la mercancía y
todo lo que representan las relaciones alienadas del capitalismo
basadas en el dinero?
¿Qué
es el dinero?
¿El
Moloch moderno al que se sacrifica, Marx dixit, miles y millones de
vidas concretas?
Se
sabe, por ejemplo, que mueren 28 mil personas diarias de hambre; es
decir,
¿Qué
papel queremos que desempeñe el dinero, más allá o más acá de la
fuerza inercial de las exigencias de nuestro tiempo?
Que
nuestras decisiones y actos hablen por nosotros.
Es
nuestra Red la que está en juego.
[Ateo, lector apasionado,
México D. F., a 5 de agosto de 2011. (Fecha original).
*J. Ignacio Mancilla
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]