martes, 21 de noviembre de 2017

La unánime noche

(Apuntes sobre Ayotzinapa, tres años después)


Inés M. Michel*





“…lo que tenemos por parte del Estado y del gobierno es la injusticia, la atrocidad y el terror.
Lo que tenemos por parte de los estudiantes sobrevivientes de esa noche
y las familias de los 43 estudiantes desaparecidos es un ejemplo desgarrador de lucha y dignidad”.


John Gibler.




La noche del 26 de septiembre de 2014, en Iguala, Guerrero se abrió una herida inmensa en el pueblo mexicano, una que a tres años de lo ocurrido tras la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, sigue sangrando y que, dolorosamente, no parece que vaya a sanar pronto.

Este episodio atroz continúa sin respuestas y sin solución para todos los familiares de los desaparecidos que siguen buscando justicia. Se sabe que en él participaron tanto policías municipales como federales e, incluso, el ejército[1]. Una operación conjunta que dio como resultado la pérdida del rastro de estos jóvenes que hoy podrían haber estado dando clases en un aula.

Ibero, la revista de la Universidad Iberoamericana, dedicó su número 52 (octubre-noviembre 2017) a rememorar lo ocurrido, consultando a diferentes especialistas y activistas para que dejaran constancia en sus páginas de lo poco que ha avanzado el caso, la importancia que tiene y el papel de las instancias gubernamentales que han funcionado como un obstáculo para encontrar el paradero de los muchachos. Titulado Ayotzinapa: 3 años sin verdad y sin justiciaresulta un documento que con gran responsabilidad y claridad expone los hechos en torno a la fatídica noche de septiembre, las investigaciones que han llevado por su cuenta las familias afectadas, la absurda “verdad histórica”[2] con la que se pretendió zanjar el asunto por parte de las autoridades, desmentida contundentemente por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), designado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), así como las claves que no debemos olvidar “… puesto que las y los desaparecidos son nuestros desaparecidos”[3].  

Y es que no solo se trata de 43 sino de miles de personas de las que se desconoce su paradero. Ayotzinapa se convirtió en el ejemplo de cómo la impunidad impera en el sistema de justicia mexicano y de la poca o nula capacidad que tienen las instancias correspondientes para investigar y lograr resultados en los casos de desaparición en todo el país.

Jan Jařab escribe, “Tres años después de los hechos la tragedia de los estudiantes sigue siendo también un símbolo poderoso, dentro y fuera de México, un caso emblemático… Tal y como ocurre con algunos nombres de otros pequeños lugares de nuestro planeta, sitios humildes, anteriormente desconocidos fuera de sus propios países, ‘Ayotzinapa’ e ‘Iguala’ estarán por siempre en la conciencia de la humanidad vinculados con una injusticia que trasciende lo cotidiano”[4].

Monumento a La Bandera, Iguala, Guerrero.
Tomada de: flickr.com


La tragedia sigue viva, Ayotzinapa no hizo más que evidenciar la grave crisis que vivimos en México desde hace más una década, es el símbolo de una realidad que cuenta con más de treinta mil personas desaparecidas solo en cifras oficiales, que dan cuenta en números cerrados de trece mil desaparecidos durante el sexenio de Felipe Calderón y en lo que va del correspondiente a Enrique Peña Nieto, dieciocho mil (activistas como Javier Sicilia manejan una cantidad total cercana a los doscientos mil)[5]. Los datos son estremecedores.

La unánime noche (tomando prestado el término que utiliza Borges al inicio de Las ruinas circulares) en que los estudiantes desaparecieron es todas las noches… A manera del fantasma que describe Guillermo del Toro en voz del personaje de Federico Luppi en El espinazo del diablo se trata de un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez, esta y cada una de nuestras noches. Los familiares de los desaparecidos, de los 43 y de todos los otros miles, continúan sin descanso, las fosas clandestinas, que no han parado de salir a la luz en las averiguaciones que las propias familias han llevado a cabo, siguen llenas de cuerpos sin identificar, cada día amanecemos con más muertos e historias de hombres y mujeres que no se sabe dónde están.

43 jóvenes con sus rostros y apellidos pusieron nombre a ese horror y, para nuestro pesar, este no se irá ni lo hará mientras no haya justicia, por todo ello esta pequeña contribución a la memoria que debemos mantener viva frente a la muerte, la desolación y el terror de esa unánime noche que vuelve a estremecernos cada vez que viene al recuerdo y al presente.







Inés M. Michel

Ciudad de México, noviembre de 2017.

 *[Atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia.]

@inesmmichel
I: inmichel















[1] PATRÓN, Sánchez, Mario E., Ayotzinapa: desmontar el pacto de impunidad. [Ibero, núm. 52].
[2] “Esta versión señala que los jóvenes habrían sido confundidos con narcotraficantes, asesinados en un basurero, cremados a cielo abierto y sus restos tirados a un río por un cartel del narcotráfico…”, BERISTAÍN, Carlos, Martín, Nacimos de una herida. La experiencia del GIEI y sus principales conclusiones sobe el caso Ayotzinapa. [Ibero, núm. 52, P.p. 11-13]
[3] RUIZ, Reyes Jorge, Ayotzinapa y los retos para la implementación de la Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas y Desaparición Cometida por Particulares. [Ibero, núm. 52, p.15]
[4] JAŘAB, Jan, Ayotzinapa, tres años después. [Ibero, núm 52, p.9]
[5] La cifra fue tomada de Contra la mentira y el silencio, la resistencia y el reclamo de justicia. Ágora: 17 voces sobre el caso Ayotzinapa. [Ibero, núm. 52, p.25]

domingo, 12 de noviembre de 2017

Carta abierta a Matías Almeyda, entrenador de las “Chivas” del Guadalajara


J. Ignacio Mancilla*





Guadalajara Jalisco, a 12 de noviembre de 2017.
Día del Cartero.




Apreciadísimo Matías:




No tengo el gusto de conocerlo y le verdad me encantaría poder hacerlo, pero antes que nada quiero manifestarle mi agradecimiento, satisfacción y respeto por lo que ha hecho con el equipo más popular y reconocido de México, dicho así, de manera clara; por más que les duela a los americanistas (sobre todo al “Ruso”, su paisano). Dicho entre paréntesis, me dejan perplejo las declaraciones de Paco Jémez en cuanto a que el Cruz Azul es el segundo equipo más popular después del América, ¡vaya!

Antes que nada quiero recordar, a todos sus pupilos, sé que es algo innecesario pero lo haré, la forma en que jugaron cuando ganaron el campeonato, en el torneo pasado, frente al equipo “favorito”, los “Tigres” de la Universidad Autónoma de Nuevo León (independientemente del penal mal marcado, ¡ay el arbitraje mexicano!), con todas sus figuras extranjeras y todo su poderío económico.




Mucho vino a resarcirnos contra la identidad negativa del mexicano que, por razones históricas y complejas que no puedo desmenuzar en esta carta (motivo de una larga charla), nos estorban mucho a la hora de la verdad; no solamente en el fútbol, por supuesto.

No quiero, en esta misiva, caer en meras zalamerías, por lo que me veo obligado, también, a decir algunas verdades incómodas, más que para Usted, para los jugadores y también para su dueño (el señor Vergara).

¿Por qué la inconsistencia? ¿Acaso se les subió a la cabeza el éxito? De ser así, se comprueba que uno tendría que cuidarse más de los logros que de los fracasos. Los últimos, bien asimilados, terminan por enseñarnos más que los primeros.

El torneo que está a punto de culminar ha sido, desde la perspectiva deportiva, un fracaso para “Chivas”, algo que Usted ha asumido con valor y con una capacidad de autocrítica poco común en el medio futbolístico; aunque no solamente en ese medio el análisis reflexivo y crítico brilla por su ausencia. Su carencia pesa incluso allí donde menos se esperaría, ¡en las universidades!, lamentablemente. Sobre todo en la Universidad de Guadalajara.

Bien, sé que tuvo mucho factores en contra: lesionados sobre todo; además de seleccionados desorientados por un entrenador (me refiero al de la selección nacional, un tal Juan Carlos Osorio) que juega a inventar el fútbol en cada partido, con todas las consecuencias negativas señaladas por muchos comentaristas más capaces que yo en este oficio, y que los directivos de la Federación Mexicana de Fútbol (FMF) se niegan a escuchar; ya veremos lo que dicha sordera nos acarrea en el próximo mundial de Rusia.

A pesar del tan comentado empate, producto de las individualidades, sigue sin verse un juego de conjunto consistente. ¿Se logrará con Osorio?

Pero regreso a nuestras “Chivas”.

Causaron un verdadero dolor, tristeza y vergüenza en su juego de Copa contra un equipo de la liga de ascenso, el Atlante y no menos en su último juego de Liga contra el Atlas. ¿Podrán recuperar un poco su nivel futbolístico en su última aparición de este torneo, contra el León?

¿Qué hubo de Usted, como entrenador, me pregunto y lo cuestiono, que no estuvo a la altura de la hazaña lograda, más allá de las lesiones y de no haber tenido los refuerzos necesarios, cosa que no le posibilitó ya no digamos repetir la proeza del torneo pasado, sino ni siquiera que su equipo, que es el equipo de millones y millones de mexicanas y mexicanos (¡otro dolor para el América!), jugara con la misma enjundia y consistencia?

De repente esa capacidad afloraba, pero por ratos, para desvanecerse, rápidamente, en esfuerzos individuales y desesperados, pero sin consistencia del equipo que apenas la pasada competencia fue campeón. ¿Es aquí donde Usted también falló?




Esto es algo que me intriga, viendo la seriedad con la que asume su puesto y la honestidad con la que ha venido dirigiendo a uno de los grandes del fútbol mexicano; sino es que el más grande.

Pero la vida, cosa que también vale para el deporte, es muy compleja; el asunto es que hay toda una memoria de la que tienen, como equipo, que echar mano: la mediata e inmediata.

La que viene de lejos y que nos evoca al campeonísimo (otra dolencia para el América); pero también la de ayer, la que hizo posible el campeonato del pasado torneo, gracias no solo a su saber técnico-futbolístico sino, sobre todo, por lo menos así es como lo veo, por su capacidad de trasmitir y disponer mentalmente, en el mejor sentido de la palabra, a un grupo de jugadores exclusivamente mexicanos y jóvenes en su mayoría, para hacer posible lo que para la mayoría parecía imposible, ser campeones de nuevo y contra un equipo que todas y todos daban ya por campeón.

Esa es, creo, la memoria que tienen que rescatar y que Usted, como ningún otro, puede hacer que el equipo, y aquí espero que Vergara lo siga apoyando, pues en muchas cosas  se ha equivocado, y le posibilite hacerse de los refuerzos necesarios, para que así retome el juego con el que fue campeón de nuevo, para alegría de millones y millones de mexicanas y mexicanos. Estoy seguro que le fútbol mexicano saldrá ganando.




Sé que lo puede volver a hacer, ello mediante su enorme talento y capacidad de trabajo y dirección.

De eso no me cabe la menor duda.

Sin más se despide de Usted, respetuosamente.


*J. Ignacio Mancilla.

Profesor de asignatura del Departamento de Filosofía 
del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) 
de la Universidad de Guadalajara.

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]