Pequeña entrada intempestiva
Este pequeño texto que quiere honrar la memoria de Friedrich
Nietzsche fue propuesto para su publicación en La Gaceta Universitaria de la
Universidad de Guadalajara, se me
comunicó que había sido aceptado, pero no se me dijo cuándo se publicaría; de modo
que va en este espacio tan especial para mí y no quiero hacerlo sin agradecer
las atenciones de José Luis Ulloa y Antonio Ceja, esperando su aparición en La
Gaceta de mi Alma Mater.
De manera simultánea el texto que sigue aparece en PlasmArte Ideas, dentro de la sección Al Filo del Café, por ser la filosofía uno de los ejes que se abordan en ella.
De manera simultánea el texto que sigue aparece en PlasmArte Ideas, dentro de la sección Al Filo del Café, por ser la filosofía uno de los ejes que se abordan en ella.
La vida como danza en la filosofía de Friedrich
Nietzsche.
A manera de homenaje luctuoso, en el 119 aniversario
de la muerte del filósofo más inquietante: ¡todavía hoy!
J. Ignacio Mancilla [1]
“La praxis, la vida humana, no es un proceso
(una actio),
sino más bien un mysterion en
el sentido teatral del término,
hecho de gestos y palabras”.
Giorgio Agamben.
Karman.
El domingo 25 de agosto del presente año se cumplieron 119 años
de la muerte de uno de los filósofos más inquietantes, acaso el más perturbador
para las buenas conciencias morales que todavía pululan en pleno siglo XXI; esto
en el caótico mundo moderno y su ¿inminente catástrofe?
Va, pues, este pequeño texto, para honrar la memoria de un pensador
que apostó, radical y trágicamente, por la vida y todas sus consecuencias; y lo
haré retomando sus aparentemente simples reflexiones sobre el baile y la danza
en el apartado Canción de baile de la
segunda parte de Así habló Zaratustra,
para mostrar cómo la “voluntad de poder” nietzscheana no significa otra cosa
que “voluntad de vivir”, con todas sus contradicciones. ¿Podía ser de otro modo?
F. Nietzsche en 1882, el tiempo de Así habló Zaratustra. |
Primero acudiré a una o dos de sus expresiones referentes al
baile y la danza, en Así habló
Zaratustra. Un libro para todos y para nadie (la edición que manejo es la
de Rafael Hernández Arias, Valdemar, Madrid, 2005), a las que añadiré mis
propias cavilaciones y, después, a manera de un apoyo filosófico pertinente
para nuestro tiempo, me valdré de algunas ideas de un pequeño libro de Giorgio Agamben,
Karman. Breve tratado sobre la acción, la
culpa y el gesto (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2018), uno de los más
importantes biopolíticos vivos, para aunar y anudar su propuesta a mi lectura
del maestro de los aforismos y radicalizar, de ese modo, la concepción trágica nietzscheana
sobre la vida misma y sus bellas metáforas sobre el baile y la danza.
El apartado que estoy considerando viene precedido de La canción de la noche y le sigue La canción de los sepulcros, en los que
la música aparece más que connotada y ocupa un lugar central en la reflexión
nietzscheana (¡claro, Nietzsche era músico!, me acota la R).
El fragmento en cuestión inicia con la llegada de Zaratustra
a un bosque en el que bailan varias muchachas, que al ver a Zaratustra dejan de
hacerlo; por lo que el profeta nietzscheano (el primer inmoralista, antípoda
del personaje histórico), las conmina a que no dejen de danzar y se los dice de
la siguiente manera:
“<<¡No dejéis de bailar, encantadoras jóvenes! Ningún
aguafiestas se ha acercado a vosotras con mirada de reproche, ningún enemigo de
jovencitas.
“Soy abogado de Dios ante el diablo: pero éste es el espíritu
de la pesadez. ¿Cómo podría ser yo, ágiles criaturas, enemigo de bailes
divinos? ¿O de pies femeninos de hermosos tobillos? […]>>” (p. 181).
Enseguida Zaratustra se equipara al bosque y a la oscuridad,
para posteriormente ironizar sobre un pequeño Dios (¿Eros?) y solicitar a las
jóvenes que bailen, no sin decirles que él mismo, Zaratustra, cantará “una
canción de baile y de burla contra el espíritu de la pesadez”; que dicen es “El
señor de este mundo”.
Cabe aclarar que el mismo Cupido fue el que bailó con las
muchachas.
No puedo ahondar, por los límites de espacio, en todo lo que
Nietzsche juega en esa Canción de baile,
por lo que solamente rescataré las dos ideas centrales que tienen que ver con
la concepción trágica de la vida que sostuvo el creador de Zaratustra, el ateo.
Y para hacerlo lo citaré de nuevo.
“Hace poco he mirado, ¡oh vida!, en tus ojos, y me pareció
hundirme en lo insondable”.
Después de hacer una compleja relación entre vida, sabiduría
y verdad (además de él mismo),
Zaratustra, en su canto, afirma con relación a las tres que:
“Así están las cosas entre nosotros tres. A fondo, sólo amo
la vida - ¡y, en verdad, sobre todo cuando la odio!” (p. 182).
F. Nietzsche en 1861. |
De esta forma, el canto de Zaratustra, como la vida misma y
como el propio texto de Así habló
Zaratustra, es insondable; no obstante ello, habrá que entresacar algunas
ideas directrices para intentar comprender las enseñanzas del filósofo de la
angustia y leerlas desde la singularidad del mundo de ahora (para lo que nos
valdremos, como ya lo dije, de algunas de las ideas de Agamben en el texto ya
mencionado).
El apartado se cierra con la tristeza de Zaratustra ante la
ida de las muchachas bailarinas y, todo en un tono de tristeza y melancolía del
personaje (¿y de Nietzsche también?), se remata con las siguientes preguntas
que involucran, precisamente, el sentido o sin sentido de la vida.
Es por ello que cito, completo, el final de este bello
apartado de Así habló Zaratustra;
para después enlazarlo con las reflexiones de Agamben sobre el sentido de la
acción, la culpa y el gesto, como su propuesta para superar la dicotomía entre
teoría y práctica y demás cuestiones relativas al pensamiento occidental.
Va, pues, el magnífico cierre de Canción de baile:
“Así cantó Zaratustra. Más cuando el baile terminó y las
muchachas se habían ido, se puso triste.
“<<Ya hace tiempo que el sol se ha ocultado, dijo
finalmente; la pradera está húmeda, de los bosques llega el frío.
“Algo desconocido está a
mi alrededor y mira pensativo.
“¡Cómo! ¿Aún vives Zaratustra?
“¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con qué? ¿Hacia dónde? ¿Dónde? ¿Cómo?
¿No es una necedad seguir viviendo?-
“¡Ay, amigos míos!, el
atardecer es quien así me interroga. ¡Perdonadme mi tristeza!
“Ha atardecido: ¡perdonadme que haya atardecido!>>
“Así habló Zaratustra” (p. 183).
Nietzsche con Lou-Andreas Salomé y Paul Rée (una foto irónica y paradójica, por razones que habría que detallar en otro texto). |
La vida, pues, no es de color de rosa y, en ocasiones, su
negrura perturba hasta el desquiciamiento; pero, no obstante ello, Nietzsche
siempre fue una gran partidario y defensor de la vida toda.
Al grado que podemos decir que su filosofía es y sigue siendo
una filosofía de la vida; una filosofía para la vida.
Ello independientemente de que su propuesta, que quiere ser
una respuesta a los callejones sin salida de la modernidad y su acendrado nihilismo,
no esté exenta de contradicciones, como de hecho no lo está ninguna.
Y sí, como muy bien lo ve Agamben, mucho del pensamiento
occidental, desde Platón hasta nuestros días, se manifiesta ambiguo con
respecto a la dicotomía entre pensamiento y acción y, sobre todo, con relación
a la cuestión de la voluntad y de la imputabilidad de la responsabilidad del
sujeto a la hora de actuar. Estamos hablando del asunto de la soberanía del
sujeto y la cuestión de la libertad; además de otras cuestiones candentes para
la filosofía.
Cosas todas que Nitezsche supo entrever en su pensamiento y
si no pudo resolver sus implicaciones es porque el pensar occidental se ha
debatido, precisamente, en la dicotomía que establecieron Platón y Aristóteles
entre teoría y práctica (salvo raras excepciones).
Todo esto es lo que analiza Agamben en el pequeño texto aquí
convocado y en el que, en eso consiste su propuesta, plantea que para ir más
allá de esas escisiones, es necesario poner en el centro lo siguiente: “(…) el
gesto expone y contempla la sensación en la sensación, el pensamiento en el pensamiento, el arte en el arte, la
palabra en la palabra, la acción en la
acción” (p. 160).
Sé que habría que hacer más mediaciones entre Nietzsche y
Agamben, particularmente entre Así habló
Zaratustra y Karman, pero en la
medida en que este texto es un sincero al maestro de los aforismos en su 119
aniversario luctuoso, termino, provisionalmente, con una pregunta:
¿Nietzsche era, de alguna manera consciente de todo esto, al
darle a la danza y a la risa papeles tan protagónicos en su mayor obra
filosófico-literaria?
Cierro aquí, dejando la pregunta abierta.
Pequeña bibliografía:
Nietzsche, Friedrich, Así
habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, Valdemar, Madrid, 2005.
Agamben, Giorgio, Karman.
Breve tratado sobre la acción, la culpa y el gesto, Adriana Hidalgo, Buenos
Aires, 2018.
[Ateo, lector apasionado,
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
[1]
Profesor de asignatura del Departamento de Filosofía del Centro Universitario
de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara en
las materias del Seminario de Nietzsche y Filosofía de la Psicología.
Las negritas en el texto fueron colocadas en la edición de Cuerdas Ígneas para destacar puntos de lectura.