J. Ignacio Mancilla*
NOTA: Debido a contratiempos laborales, la semana pasada no se publicó nueva entrada, así que este texto que por su extensión iba a ser publicado en dos partes, se publica hoy completo.
Ficha técnica:
Dirección: David Cronenberg.
Países: Reino Unido, Francia y Canadá.
Año: 2002.
Duración: 98 min.
Interpretación: Ralph Fiennes (Dennis 'Spider' Cleg), Gabriel Byrne (Bill Cleg), Miranda Richardson (Yvonne / Señora Cleg / Señora Wilkinson), Bradley Hall (Joven Spider), Lynn Redgrave (Señora Wilkinson), John Neville (Terrence), Gary Reineke (Freddy), Philip Craig (John).
Guión: Patrick McGrath y David Cronenberg; basado en la novela de Patrick McGrath.
Producción: David Cronenberg, Catherine Bailey y Samuel Hadida.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Peter Suschitzky.
Montaje: Ronald Sanders.
Diseño de producción: Andrew Sanders.
Dirección artística: Arv Grewal.
Vestuario: Denise Cronenberg y Brenda Gilles.
Países: Reino Unido, Francia y Canadá.
Año: 2002.
Duración: 98 min.
Interpretación: Ralph Fiennes (Dennis 'Spider' Cleg), Gabriel Byrne (Bill Cleg), Miranda Richardson (Yvonne / Señora Cleg / Señora Wilkinson), Bradley Hall (Joven Spider), Lynn Redgrave (Señora Wilkinson), John Neville (Terrence), Gary Reineke (Freddy), Philip Craig (John).
Guión: Patrick McGrath y David Cronenberg; basado en la novela de Patrick McGrath.
Producción: David Cronenberg, Catherine Bailey y Samuel Hadida.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Peter Suschitzky.
Montaje: Ronald Sanders.
Diseño de producción: Andrew Sanders.
Dirección artística: Arv Grewal.
Vestuario: Denise Cronenberg y Brenda Gilles.
La película Spider (Araña,
2002) de David Cronenberg, excelentemente dirigida y con las formidables
actuaciones de Miranda Richardson y Ralph Fiennes, es un thriller psicológico
que nos muestra lo desvalidos que estamos, lo seres humanos, cuando se trata de
confrontarnos con nuestros deseos más íntimos: el de la madre, sin la mediación
del fantasma.
Y… en ese mismo tenor,
cuando ante éste no media el padre, como función separadora y nominativa, para
insertarnos en el mundo del “afuera”, el mundo de la “socialidad” humana.
El film inicia con Spider
bajándose del tren, ya adulto, e inmediatamente, conforme avanza la narración
cinematográfica, nos damos cuenta que el personaje en cuestión viene medicado;
dopado.
Y toda la historia es una
especie de gran flash back que nos posibilitará ir comprendiendo lo que
acontece con este singular sujeto en crisis radical de su subjetividad.
Su debatirse en un esfuerzo
sobrehumano por reconstruir su historia, cosa que no logra o, mejor dicho, su
objetivo lo alcanza al final; para sumirse, de nuevo en la catástrofe, pues lo
que hizo es terrible y siniestro: dio muerte a su madre, confundiéndola, en
tanto alucinaba, con una prostituta que, estaba seguro, había usurpado el lugar
de su madre y… de la que su padre gozaba.
Desde mi perspectiva y
lectura, la escena interior de la cena es clave (cuando el padre es callado por
la madre), junta con otras tres (la del rompecabezas, cuando el padre es
masturbado por la prostituta y la de cuando el padre le dice que por qué lo
hizo, refiriéndose al hecho de que su hijo haya matado a su madre), para
comprender toda la trama de Spider, nombrado solamente una vez por su nombre propio
por su padre, esto como acto fallido de articulación subjetiva; lo que nos posibilita
una mayor claridad, en alguna medida, sobre la des-subjetivación y las alucinaciones como intentos
restitutivos de la subjetividad y la falla de la función paterna en tanto acto
nominativo (estabilizador).
La película tiene, además de
las excelentes actuaciones, la virtud de mostrarnos, todo el tiempo, el
desgarramiento del sujeto por resignificar su vida toda a partir de un acto que
lo dejó fuera como sujeto.
De ahí esos dobles planos en
los que se interpolan escenas de la niñez con las del momento presente, en su
dimensión alucinatoria; dichas escenas nos constatan la esquizia del sujeto en
su lucha por recomponer(se) a partir del sentido, para, y en esto consiste el
drama de la película, cuando se reencuentra con él, desmoronarse, nuevamente,
pues, ¿qué sujeto soporta ser el asesino de su propia madre y salir indemne de
tan terrible acto?
Como cualquier obra de arte,
en particular si hablamos de cine, es imposible deconstruir lo que dicha obra
pone en juego; por más meticuloso que sea el análisis.
De modo que aquí lo único
que pretendo es señalar cómo, más allá del discurso, el cine es un excelente
medio para mostrar, ya que es el cuerpo y su materialidad lo que pone en primer
plano, precisamente la singularidad de un sujeto y sus alucinaciones en tanto
ponen en juego un drama edípico familiar en su estructura singular.
¿Hay algo más imaginario que
el cine?
Y, ¿acaso las alucinaciones
no tienen precisamente una estructura imaginaria, en tanto el fantasma (como
fallido), pantalla inarticulada del sujeto, se le presentifica a éste desde fuera
sin el anclaje de lo simbólico?; esto independientemente de sus causas, que
pueden ser incluso neurológicas si nos atenemos a lo sostenido por Oliver Sacks
en su libro Alucinaciones (Editorial Anagrama, Barcelona, 2013) .
De manera formidable,
Cronenberg atisba la complejidad del personaje y de cómo su fallida
subjetivación tiene que ver con lo que Lacan muy pronto llamó los complejos
familiares; esto antes de su decisiva e histórica incursión en el psicoanálisis
y sus planteamientos sobre los nombres del padre.
De ahí que la película sea
sorprendente, en más de un sentido.
Pero la sensibilidad de los
artistas, y para mí Cronenberg lo es, le hace plantear cosas que a un
científico social, psicólogo, neurólogo o psiquiatra, en este caso (dejo de
lado, por el momento, a los psicoanalistas), le llevaría muchas horas de
discurso; y no estoy tan seguro que tendría un resultado tan exitoso como
Cronenberg con su formidable película.
Y es que, desde un
principio, Cronenberg nos logra atrapar en la narrativa de Spider para, junto
con los destinos del personaje, dejarnos, al final, tan desarticulados
subjetivamente y no sin angustia; o, por lo menos, nos deja con una cierta
desazón existencial; por decir lo menos.
Y ya para terminar, nunca se insistirá
demasiado en las proverbiales actuaciones de Miranda Richardson y Ralph Fiennes;
en particular a mí la que más me gusta es la de Ralph Fiennes, quien supo
apropiarse de tal manera del personaje que, durante todo el tiempo de la
narración, nunca nos salta ninguna duda de que se trata de Spider y su singular
drama edípico.
Cierro este comentario
aclarando, algo que no sería necesario hacer, pero que no está de más que lo
haga: la presente reflexión es simple y sencillamente una lectura entre otras
posibles de la película, con la que nunca se pretendió agotar el sentido de la
misma.
Postscriptum
Helí Morales en su último
libro Psicoanálisis con arte. Lenguaje, goce y topología (Palabra en vuelo/Ediciones
del deseo, México, 2015), hace un formidable análisis de Spider; bastante
problemático desde la perspectiva clínica, sobre todo de las psicosis; ya que
Morales sostiene que en Spider no hay, propiamente, un síntoma; de ahí pues su
acto.
Cosa que merece una mayor
explicación que la que puedo desarrollar aquí, en este espacio. Pero Morales
logra, en pocas líneas, una excelente interpretación del filme de Cronenberg,
relacionando su lectura con el famoso caso de Freud de Una neurosis demoniaca
en el siglo XVII (1923); se trata de un pintor alemán, Christoph Haizmann, que
según archivos parroquiales hizo un pacto con el diablo (Sigmund Freud, Obras
Completas, V. XIX, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2006).
[Ateo, lector apasionado,
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
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