Inés M. Michel*
[Texto publicado originalmente en una columna de mi autoría del blog PlasmArte Ideas: VER AQUÍ, por su extensión fue publicado en este blog en dos partes, esta es la segunda.]
La novela salió al público en 1949 y
décadas después de su publicación continuó creciendo tanto en actualidad como
en sentido profético. Sus libros más importantes, Rebelión en la granja, de 1945
y 1984, de 1948 fueron
análisis críticos de mediaciones llevadas a la práctica de un sistema que
ejerce control totalitario, llevado a término como fin último de una utopía
corporizada.[3]
Una serie de signos nos son presentados en
la novela, sobre todo a través del discurso del Partido, y de los recursos
lingüísticos que son introducidos por la neolengua, un idioma nuevo, que
pretende simplificar tanto el lenguaje que se eviten las interpretaciones
subjetivas, así resumiendo y conjuntando palabras, se logran adjetivos
compuestos y formas nuevas de lenguaje que implican un desapego racional
de las emociones, los sentimientos y las sensaciones.
Ya nada volverá a ser lo mismo, cuando la
neolengua se imponga por completo, olvidando los matices que la mayoría de los
idiomas proporcionan, el español si estamos leyendo la versión traducida, el
inglés si lo leemos en el idioma original.
Así, el Partido se encarga de controlar,
no solo las acciones de las personas, su futuro y su pasado, sino también su
mente, sus pensamientos, incluso sus deseos.
Narrado en primera persona, acompañamos al
protagonista en un mundo que él mismo ha ayudado a construir pero del que no
está muy orgulloso, la historia, presentada en capítulos numéricos, y dividida
en tres partes, nos hace testigos de las atrocidades cometidas en nombre de la
paz, y de una estructura de poder que se asemeja a la actual, diferenciada solo
por una vanguardia tecnológica que desarma todo pensamiento contrario al
sistema imperante.
La primera parte, se divide en ocho
capítulos y se encarga de presentarnos a Winston, protagonista de la historia,
y al sistema controlado por El Gran Hermano (Big Brother), que a través de un
complejo sistema de cámaras encendidas las 24 horas, vigila a todos los
ciudadanos, controlando así no solo sus acciones sino sus pensamientos, puesto
que la mínima expresión facial es registrada y puede ser motivo de inspección
detallada.
La segunda parte, dividida en diez
capítulos nos introduce al acercamiento que Winston tendrá con una joven, a
quien comienza a encontrarse, aparentemente fortuitamente en diversos lugares,
y que al principio le causa temor pues podría tratarse de un agente de la
Policía del Pensamiento, encargada de vigilar cualquier anomalía en las ideas
de los ciudadanos que pueda derivar en una postura contraria a los intereses
del sistema. Esta relación crecerá y se convertirá en el punto cumbre de esta
parte intermedia.
La tercera y última parte, de seis
capítulos, es quizá la parte más oscura de la historia, narra el encierro de
Winston en el Ministerio del Amor, y su afrenta con El Gran Hermano. Nos lleva
a explorar la parte más atroz de este mundo.
El discurso político se compone de
enunciados que repetidos hasta el cansancio, buscan unificar a la parte de la
humanidad que gobierna el Partido, se trata de un mundo dividido en bloques
geopolíticos, enfrentados permanentemente entre sí, siendo el enemigo eterno,
el otro, ese otro como extranjero o como extraño, que descubrimos a lo largo de
la historia, va cambiando según los intereses en turno.
El nuevo idioma orwelliano, la neolengua,
contribuye a la temporalidad futura planteada, donde se arguye que es necesario
simplificar el lenguaje cotidiano. Como ejemplos, el Ministerio de la Paz
(Mipax) en neolengua, que “se encarga de los asuntos de guerra”, el Ministerio
del Amor, (Mimor), de asuntos del odio.
Orwell logra dejar clara la dialéctica del
poder, en un discurso presentado a manera de novela, que incluso pudo haber
pasado desapercibido, hasta que ojos agudos, supieron leer los mensajes que nos
hablan de lo que nos deparaba y nos depara.
"Somos la distopía que Orwell
imaginó”, dice Juan Pablo Anaya. ¿Lo somos? Todo parece apuntar a que sí, la
pregunta entonces es ¿cómo combatiremos a Big Brother? Lo primero es
reconocerlo hoy día en las variantes que este se nos presenta.
*La Otra I
[atea, vegana,
feminista,
lectora irredenta
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia]
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Referencias
[3] Referencias tomadas del Prólogo de 1984.