sábado, 17 de diciembre de 2016

Apuntes sobre lo que ¿ya no es?



Inés M. Michel*









Para David A. Becerra, amor mío, siempre tendremos el diplomado de cine.

Para el amor nuevo, gracias por estar.

Para la despedida inevitable, que la paz llegue, cuando pueda llegar.





¿Cuántas promesas hacemos a lo largo de nuestra vida? Algunas imposibles de cumplir.

Me pregunto esto en un tiempo revuelto donde muchas certezas se han esfumado (si hay algo que permea el mundo actual, creo, es la desesperanza, no solo en los individuos, sino en las sociedades, en la masa, en la colectividad, y cómo no iba a hacerlo, con todo aquello que nos aqueja, los grandes males, y los pequeños -que también son grandes cuando se sufren en carne propia-, el desamor, la tragedia, la muerte, la enfermedad). 

Escribo esto en defensa de todo lo que creímos cierto  (aunque no lo sea más). Porque estoy convencida de que aquello que ya no es, no pierde la esencia de lo que fue. Y siempre será, en alguna medida.  (Aquí pudiera reforzar mi punto con algunos argumentos personales, lo haré, en la medida de mis posibilidades, en lo que viene a continuación).

Beth Greene (Emily Kinney), en un particular diálogo de The Walking Dead (Temporada 4, capítulo 12 -Still-), le dice a Daryl Dixon (Norman Reedus), “tienes que ser fiel a quien eres, no a quien fuiste”. Las palabras dichas por una niña que vio cortada su adolescencia por el apocalipsis zombi, resuenan desde entonces en mí. Es en la ficción, lo he sostenido en distintos espacios y momentos, donde no se habla de otra cosa más que de la realidad, el pretexto son los zombis, o las naves o la magia, pero el tema siempre es lo humano, lo mundano (pero no menos importante que aquello considerado trascendental), y suele quedar bien en el presente, incluso años, o hasta siglos, después de haber visto la luz.

Pensaba reiteradamente en generar alguna reflexión que incluyera esta referencia de la menor de los Greene. (Como nota que considero relevante, agrego que transcribí el diálogo subtitulado; en el idioma original dice You got to stay who you are, not who you where. -Dejo aquí el diálogo completo para los clavados en el universo de Kirkman, Moore y Adlard-. 

Pista para mis lectoras/es: aunque voy al día con la serie de AMC, por decisión propia me he rezagado en la lectura del cómic, acabo de adquirir el Tomo III -Seguridad tras las rejas-. Estando más avanzada en ese terreno, tengo pensado escribir al respecto, intentanto defender y también cuestionar algunas cosas del producto televisivo, sin dejar de lado lo que ya fue esbozado por los creadores y que ha sido adaptado con un éxito rotundo en cuanto a audiencia y números para la productora, aunque con tropiezos -sobre todo recientes- según la lectura de algunos críticos y fanáticos.


[Canción sugerida para acompañar la lectura a partir de este punto]




Quiero apuntar unas cuantas preguntas que (me) surgen a partir de esta frase, la que comparto con ustedes en español, pues encuentro un matiz algo distinto en la pronunciada en inglés (cada idioma es distinto y presenta distintas posibilidades; otro tema a trabajar para próximas entradas, esta vez tomando como referencia algunas cuestiones planteadas en la película Arrival (Denis Villeneuve, EU, 2016).

¿Cómo ser fiel a quién eres? 

¿Cómo equilibrar tus promesas del pasado con tus anhelos del presente?

¿Cómo dejarle espacio a un nuevo amor, cuando este llega sin pedir permiso (¿puede llegar de otra forma el amor?), y aún nos sentimos unidos a la promesa de uno antiguo?

¿Cómo asimilar que las amistades de antaño ya no son como imaginamos que serían siempre?

Hay promesas imposibles (y bellas en su imposibilidad) que hay que romper, aunque duela.

Pero no, no pierden el valor que tuvieron…, eso lo he ido descubriendo.

Esa promesa de amistad que te une a alguien por más de una década (para un día revelarte, con algo de sorpresa, que la vida les ha llevado por caminos distintos...), sigue existiendo. Fue y es -a pesar de todo-.

Esa promesa de amor que hicimos creyendo que duraría toda la vida, está ahí, y trascendió, a pesar de que no podamos cumplirla. (...Que el amor sea eterno mientras dure).

¿Cómo despedirse (de un lugar, de un amor, de una amistad, de una vida) sin sentir culpa?

No tengo muchas respuestas me temo..., aún peor, creo que no tengo ninguna que pueda recetarle/recitarle a alguien como solución posible, menos infalible. Por eso esta entrada, y por eso las preguntas que dan vuelta por la cabeza inquieta, estando en casa o estando lejos (escuchando una ponencia sobre la muerte que me conmocionó hasta las lágrimas -algo hay siempre de muerte en cualquier pérdida o despedida-); por eso la defensa que intento terminar -y publicar- desde la mañana, cuando por fin, sentada en un diván, tomando té blanco a sorbitos, me sentí lista para compartir mis letras con quien sea que vaya a leerme).

Ya no es más ese amor, ya no es más esa amistad adolescente donde planearon tatuarse, viajar y recorrer los caminos del mundo juntas. Pero fue. Así que no quiere decir que nunca lo haya sido, o que no haya sido en serio. 

Nada podrá quitarle la hermosura a esos días donde prometimos (... y sinceramente creímos -The beach, Danny Boyle, EU, 2000-) que amaríamos a ese hombre (a esa mujer) por siempre, que seríamos amigas/os inseparables. 

Ahí están todas nuestras promesas, siendo parte de lo que fuimos, y sobre todo, de lo que somosahí la belleza que elijo ver, (Some people choose to see the ugliness in this world. The disarray. I choose to see the beauty; Dolores Abernathy en Westworld -Jonathan Nolan y Lisa Joy, EU, 2016), pero como le recuerda Beth a Daryl: You got to stay who you are, not who you where.

¿Es trágico? Lo es. (Y bello, oh sí). La magnitud de esa premisa puede pasmarnos o llenarnos de incertidumbre, porque cómo saber quién soy ahora, con todo eso que fui. 

¿Soy fiel a mis deseos? ¿A mis más profundos anhelos?

Mi mamá me dijo hace poco, en todas las decisiones se juega la bolsa o la vida, y unx se queda con la vida…, pero pierde la bolsa (citaba de memoria a Lacan en El seminario, cualquiera que pueda precisar el número en que aparece el comentario, de antemano le extiendo mi agradecimiento). De ahí la imposibilidad de decidir, que por momentos (me) paraliza, o alenta, o duele, removiendo piel, hueso y tuétano. Siempre se pierde algo y a veces, muchas veces, no sabemos qué, hasta que se ha perdido para siempre...


Tomada de: parletre.org


[Canción sugerida para continuar desde este punto]






A manera de posdata... Hablaba hace unas horas, en un programa de radio que está llegando a su fin -a propósito de despedidas-, de finales abruptos en el cine y cómo no siempre funcionan.., el mío para esta entrada seguía esa lógica, solo que no en un lenguaje audiovisual, por ello agrego unas cuantas líneas más que pretenden servir como puente entre este y próximos ejercicios de escritura:

Trataré, es una de las metas que me he planteado tras varias noches de insomnio, de ser fiel a quien soy, no a quien fui; no sé si lo consiga del todo, en lo que lo averiguo me queda otro recurso que me consuela, acostarme cada noche con una sonrisa (o con lágrimas, según sea el caso), repitiendo para mis adentros en forma de mantraSucedió así porque así lo quise. (Nietzsche para cerrar, porque es una herencia de papá, y es una deuda de lectura que pretendo resarcir conmigo misma pues he leído muy poco de él, por lo que aprovecho y la convierto en sugerencia para mis lectoras y lectores. No tengo un texto en particular que sugerir. -Sí, la filosofía es la cruz de mi parroquia, ya lo saben o lo intuyen-).

Pistas ñoñas (no sé si para entendernos mejor *se muerde las uñas*): 1) La dedicatoria, a la manera de Rowling, se divide en tres partes. Por las tres personas que participaron en uno de los capítulos más intensos de mi historia. 2) Las palabras sueltas que en el texto aparecen en negritas, esconden algo. La pregunta deja de serlo y se convierte en respuesta, a la manera de Momo (M. Ende), muchas líneas abajo. 3) Los apuntes de esta ocasión tienen una relación directa con los Apuntes sobre la hoja en blanco. 4) ¿No sabes de qué demonios hablo y no pretendes seguir tales "pistas" porque quizá no te lleven a ningún lado? Mira la siguiente imagen por unos segundos para que, a la manera de Men in Black, el neuralizador borre la información innecesaria (je).



Friedrich Wilhem Nietzsche (1844 - 1900).
Tomada de: st-listas.20minutos.es




*La Otra I
 [atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia]

@inesmmichel
I: inmichel


Fotografía: David A. Becerra (2015)






martes, 18 de octubre de 2016

El bestiario de Zaratustra

El Bestiario de Zaratustra[1]


J. Ignacio Mancilla*






Los animales de Zaratustra, el león y el águila, son más que conocidos; y por supuesto la serpiente, pero en ese texto, quizás el más propositivo, maduro y poético de Nietzsche, son  mencionados alrededor de 266 animales (considerando sus repeticiones) específicos; esto sin tomar en cuenta unas 111 referencias generales o indirectas que implican lo animal. De modo que, la elaboración de un bestiario de Zaratustra, así lo pienso, no es sin importancia y no puede ser sin consecuencias para el replanteamiento de la filosofía nietzscheana desde las exigencias de nuestro tiempo.






Quien me puso en  la necesidad, ya inaplazable, de ponerme a la tarea de hacer el inventario del singular bestiario del maestro del eterno retorno de lo mismo, fue Federico Rodríguez (tarea de la que ya había tenido ciertas sospechas), con su formidable libro Cantos cabríos. Jacques Derrida, un bestiario filosófico (Fondo de Cultura Económica, Chile, 2015). Texto en el que el filósofo chileno nos presenta, de manera por demás problemática, la cuestión de lo animal en la filosofía deconstructivista del también filósofo franco/argelino, ya fallecido (en 2004). Ello mediante 7 cantos (del carnero, del elefante, del erizo, del perro, de la serpiente, de la vaca y de la zorra).






No voy a detenerme en ese formidable libro, solamente diré que, sin Nietzsche, Derrida quizá no hubiera alcanzado la agudeza con respecto al animal que logró en su muy peculiar filosofía. De ahí que del bestiario de Derrida al bestiario de Zaratustra implique llevar a sus últimas consecuencias, así lo creo, las afirmaciones que Federico Rodríguez dice de la filosofía de la deconstrucción; es lo que intento, en alguna medida, en estas apenas incipientes reflexiones.

No sé si por medio de cantos, pero dicha reflexión no puede dejar de lado la simbólica nietzscheana y, en esa perspectiva, también judeocristiana, de los animales, pues algunos son más que emblemáticos, pienso en la paloma, por ejemplo. Con toda una historia…





Comparto el aserto de Rodríguez cuando sostiene que en Derrida aparece el animal, siempre, para desestabilizar la razón. Creo que esto vale también para Nietzsche. Sin dejar la paloma a un lado, antes bien poniéndola al centro, de ninguna manera es casual que ella sea nombrada para metaforizar el acontecimiento, como aquello que no viene con estruendos y ruido sino, más bien, de manera silenciosa, “con pasos de paloma” dice Zaratustra el ateo.

Son dos los apartados de Así habló Zaratustra (que tiene como subtítulo, es indispensable recordarlo, Un libro para todos y para nadie), en los que Nietzsche habla del acontecimiento; el parágrafo 18 y el 22 de la segunda parte, que llevan los respectivos títulos de: De grandes acontecimientos y La más silenciosa de las horas. En ellos la paloma es el animal con el que se metaforiza, pues, el acontecimiento; pudiéndose decir que ahí Nietzsche plantea una lógica acontecimiental (ha sido el también francés Alain Badiou el que ha profundizado, incluso matemáticamente, en esta lógica).






Hay, aquí, una profunda línea de investigación que podría acercar, paradójicamente, a Nietzsche como pensador del acontecimiento a esa herencia judeocristiana del mesías como lo que está, siempre, por venir y que nos obligaría a retomar, problemáticamente, la paradójica concepción benjaminiana de la historia. Todo un tema.

¿Acaso todo Así habló Zaratustra no se encuentra, de lleno, problemáticamente, en ese horizonte que Nietzsche fue el primero en intentar deconstruir?

Es algo que nos lleva a repensar la herencia nietzscheana hoy día, en estos tiempos de crisis civilizatoria en los que, ¿inevitablemente?, habría que advenir postcristianos. Cuestión que no se logrará, precisamente, sin un replanteamiento radical de la cuestión animal, cosa posible a partir de Nietzsche, pero no sin Derrida. Esto si Rodríguez tiene razón. Y pienso que la tiene.

He aquí, otra vez dicho, el gran mérito del libro de Federico Rodríguez que, lo afirmo de paso, nos obliga a repensar el lugar de la metáfora (y del animal como su principal vehículo) en la tradición filosófica; y particularmente en Derrida, nosotros incluimos  Nietzsche en esa tesitura. Cosa de suma importancia cuando hay una tendencia, muy presente y poderosa, que  niega, justamente, la dimensión metafórica del discurso filosófico, ello para acentuar su tradición conceptual.






Pero, ¿son realmente opuestas estas dos tendencias en la historia de la filosofía?

Henos aquí, pues, en el centro de una exigencia que no puede ser aplazada y en la que Nietzsche sería, una vez más, un gran precursor que siempre estará delante de todos nosotros (de los metaforistas y de los conceptualistas).

Ha llegado la hora, pues, de repensar radicalmente la filosofía del Nietzsche, el águila angustiada, para rescatar, ahora, la bella metáfora con la que, Werner Ross, alude a la vida y a la filosofía de Friedrich Nietzsche.

 ¿Y el león?

¿Y los demás animales?







Desarrollar todo esto es, precisamente, la tarea de un bestiario de Zaratustra, tarea que todavía está por hacerse. Por lo menos de mi parte.

Hacia allá apuntan estas incipientes reflexiones iniciales… 






      *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]

















[1] Para el presente escrito he considerado la excelente traducción de Rafael Hernández Arias, editada por Valdemar (Madrid, 2005), pero Andrés Sánchez Pascual tradujo, de manera por demás formidable, para Alianza Editorial la paradigmática obra de Nietzsche, desde 1972. Hoy es posible acceder a diversas traducciones por demás recomendables de tan significativo libro. 

domingo, 9 de octubre de 2016

Apuntes sobre la hoja en blanco



Inés M. Michel*





Hace tiempo que no escribo para este blog (dejé de hacerlo en abril, siguieron cinco entradas hechas por mi papá y luego hicimos una pausa en las publicaciones; retomamos el mes pasado, de forma quincenal, y el martes me correspondía subir texto, el cual entrego con cinco días de retraso, rogando me disculpen). De hecho, hace tiempo que no escribo en ningún lado. La imposibilidad de hacerlo se me vino encima en los últimos meses, luego de pasar por ciertos episodios turbulentos que pusieron a prueba la pequeña embarcación en la que navego por este mar embotellado.

La calma pareció llegar lentamente, pero no así la escritura, que se me resiste cruelmente cada que acudo a la hoja en blanco para intentar hacer brotar unas cuantas palabras que se lleven esta sequía que se acumula por ya muchos días. Pero nada sucede, las palabras se niegan a aparecer sobre las páginas que se muestran impolutas. ¿Qué me ha sucedido? Esa gran pasión que me habita desde mis años de infancia, ¿me ha dejado? ¿Cómo haré para recuperarla?

Acudo al comienzo de algo que no sé qué es, un pequeño texto que escribí en abril cuando me despedí del que aún siento como mi hogar.


***


El amanecer se dibuja apenas en el horizonte. Mi vuelo parece que regresa a casa, sin embargo, hay un inconveniente: en casa ya estoy, es decir, estoy en mi hogar.

Deben saber que el hogar no es donde uno nace, no coincide necesariamente donde se radica. Ende lo explica mejor: “el hogar no precisaba estar por fuerza en el lugar donde se había nacido. Tampoco coincidía con el lugar de residencia actual…”[1].

El hogar, me temo, es tan difícil o tan simple de hallar como el amor. Una simplemente lo encuentra. Ahí está, cruzando la calle, en el número 156 – A. Le rodean árboles, es de color claro, se presenta magnífico –o así le vemos-, se construye conforme pasa el tiempo, se riegan sus plantas. Se llega a desmoronar cuando se le abandona. Tan cotidiano llega a ser que podemos ignorarle, hacerle sentir que es como cualquier otro, le vemos diario y olvidamos saludarle efusivamente. Hasta que ya no está y entiendes que ese era el hogar, que ese era el amor. Pero no lo es más aunque siempre vaya a serlo. Es tiempo de moverse a otro hogar, a otro amor.

Me fue más fácil con el amor. Lo del hogar fue un desastre.


***


Estoy a punto de cumplir quince años viviendo en Guadalajara.

Todavía no se siente como mi hogar, no del todo. Todavía necesito escaparme cada tanto a Ciudad de México. Llego allá. Como si volviera al mar después de una lenta asfixia en tierra firme, siento de nuevo que respiro, los pulmones se ensanchan de nuevo y una sonrisa se dibuja en mi rostro, recorro sus calles y me vuelvo a sentir en casa, vuelvo a sentirme yo. El problema es que el reloj de arena deja caer cada granito y pronto mi tiempo para estar ahí se agota, necesito volver a los quince años que construí en la perla tapatía. Me llaman el trabajo, los planes que tengo, las personas que quiero.

Regreso de cada viaje a México renovada, con un entusiasmo que creía perdido, pero la energía se agota con rapidez. Quizá debiera volver a vivir allá, se apresurarán en decirme, y créanme, llevo años pensándolo.

El problema es que aquí hay algo que me ata a ciertos recuerdos y vidas pasadas, que me impide volver a la ciudad donde crecí y dejar atrás lo construido en la tierra que nací. Simplemente ya no soy de aquí (me fui antes de cumplir los dos años), pero no me siento más como de allá (regresé antes de cumplir quince).

Ahora, en la víspera de mis treinta, atrapada como lo he estado todo este tiempo, entre dos ciudades, escribo algunos apuntes sobre la hoja en blanco, recordando el departamento en que pasé mi infancia, el cual este año dejó de ser de mi familia. Recordando que hasta hace algunos meses escribía cada quincena en Cuerdas Ígneas y preparaba un libro de cuentos.

Quizá estos apuntes me acerquen un tanto a esa yo apasionada de las letras, que ahora mismo está estancada intentando remover el tiempo.

“Una penumbra siempre igual, gris plomo, llenaba los espacios de Misraim, una luz que no parecía venir de ningún sitio y que flotaba como niebla en el aire inmóvil. Se dijo que no existía el tiempo si este significaba cambio, solo había una permanente repetición de lo mismo, una actualidad perenne y amorfa. El tiempo era como una espesa papilla que había que remover constantemente para que permaneciera en movimiento. En cuanto uno retiraba la mano se paraba y no había diferencia entre antes y después, como si el tiempo nunca se hubiera movido…”[2].

Le veo una ventaja a mi estancamiento, y es que la creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.

Así, pensando en las palabras de Einstein, decido que este podría ser el comienzo de una novela o de un libro de cuentos, que con algo de fortuna, quizá pueda ser un homenaje a Ende.








*La Otra I
 [atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia]

@inesmmichel












[1] La meta de un largo viaje (La prisión de la libertad, Michael Ende, 1992).
[2] Las catacumbas de Misraim (La prisión de la libertad, Michael Ende, 1992).

lunes, 19 de septiembre de 2016

Agradecimiento



Este pequeño texto es, antes que nada, de agradecimiento; sí, nos congratulamos por la aceptación de Cuerdas Ígneas, por sus más de 6 mil visitas en el año con cinco meses que lleva el blog.

Nos sorprendemos por las 655 lecturas de la última entrada subida; misma que, hasta el momento, es la más alta de todas.

No tenemos otro compromiso que las y los lectores de este Blog, a ustedes nos debemos; por ustedes retomamos y seguimos con esta aventura: la de escribir, sin otro imperativo más que el de aquello que implica nuestro deseo, es decir, lo que nos atañe.

De modo que aquí seguimos, renovando nuestras colaboraciones cada quince días y ya no cada semana, como lo veníamos haciendo.

Es por ello que, parafraseando al famoso tenor de la canción (Don Pedro Vargas), les decimos: muy agradecidos, muy agradecidos, muy agradecidos...




J. Ignacio Mancilla e Inés M. Michel




martes, 6 de septiembre de 2016

Dejo, por el momento, Antropología de las emociones



Con este texto retomamos las publicaciones en Cuerdas Ígneas, que tendrán ahora una periodicidad quincenal. Gracias por leernos.


J. Ignacio Mancilla*



El 29 de agosto pasado, entregué el siguiente texto al Coordinador de la Licenciatura en Antropología del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), Mtro. Horacio Hernández Casillas, con copia dirigida al Rector, Dr. Héctor Raúl Solís Gadea; de igual modo, se entregó una copia dirigida al Secretario General del Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Guadalajara (STAUdeG), Mtro. Enrique Velázquez González, esto el 31 de agosto.

Y como en ocasiones anteriores, la respuesta ha sido el silencio.








Guadalajara Jalisco, a 29 de agosto de 2016.


Maestro Horacio Hernández Casillas,
Coordinador de la Carrera de Antropología
CUCSH-U de G.


Dejo, por el momento, Antropología de las emociones1


Habría que desatar, con Mimesis, una gran
agitación en torno al animal, turbar a la
población teórica, hacerla correr detrás de las
bestias como si sembráramos el caos en una
feria o como si abriéramos de par en par las
puertas –preciso: hacia fuera- de una
exposición agrícola. Veo venir esa escena”.

Jacques Derrida.


Varios semestres continuos di, creo que exitosamente, Antropología de las emociones (cuántos será pronto un asunto no sólo de historia, sino de legalidad; así es por estas tierras universitarias (y creo que esta afirmación es, ya, un tanto rocambolesca).

En fin, el asunto, aquí, es que ya no la daré (allá, en esa justicia que siempre está por venir, Derrida dixit, seguiremos a la espera del animal/acontecimiento y su sacrificio, en aras, siempre, de la estabilidad institucional. Que empiece la tragedia); para infortuna mía y, puede que, así sea, para fortuna de las y los alumnos.

Sí, desde este semestre, obligado por las imperativas circunstancias de cambios de Jefatura en el Departamento de Historia del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, CUCSH, de la Universidad de Guadalajara, fui orillado a tomar esta decisión, por involuntad propia, como sucede con todo acontecimiento que merezca ese nombre.





De modo que, ¿no hay mal que por bien no venga?, veremos qué tanto la sabiduría popular se constata y hace una jugarreta a la academia.

Es una pena, sí, en primer lugar para mí, porque no era lo planeado, pero, precisamente, la lógica del acontecimiento/animal es su incalculabilidad, no importa los afanes teóricos de por medio; no creo, sinceramente, que lo sea para la Universidad, suficientes pruebas (me) ha dado al respecto, no obstante mi empecinada credulidad en la siempre esperada justicia por venir. Mesiánico que es uno, qué le vamos a hacer.

En todo caso, corresponderá a la posteridad, a la historia, hacernos justicia. Sobre lo que tengo mis serias dudas, ya que, cuando a la historia se le ocurra llegar, seguramente que ya no estaré por estos tiempos, así es de cruel la vida, sin embargo ésta, la vida, debe continuar, sino qué chiste tendría todo.

Un sencilla aclaración, gracias a Horacio Hernández Casillas por su insistencia en que siguiera dando Antropología de las emociones, aduciendo la aceptación y el cariño de las y los alumnos, cariño que me llevo (de eso no hay dudas), ya que éste, el cariño, es del orden de lo que no se pierde, antes bien, pasa al ámbito de las ganancias (no todo es monetario en esta vida); pero, dadas las circunstancias aludidas, ya no (me) era posible seguir trabajando, como siempre lo he hecho, desde el ya lejano 1978.

La vida, a pesar de todo y contra todo, siempre cambia: Amor fati, dijo el maestro, ése sí maestro, de los aforismos.
Saludos.


Profesor (de asignatura, desde 1978) Juan Ignacio Mancilla Torres.


1 Ccp. para el Rector del CUCSH, Dr. Héctor Raúl Solís Gadea, máxima autoridad de este Centro y para el Secretario General del Sindicato de Trabajadores Académicos (STAUDG), Maestro Enrique Velázquez González, instancia que (supuestamente) nos representa.






  *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]












miércoles, 6 de julio de 2016

Pausa

Queridas y queridos lectores:

Como habrán podido notar si nos han visitado en semanas pasadas, hemos hecho una pausa en las publicaciones del blog, ya que nos hemos involucrado en la organización de seminarios y otras actividades.

Por el momento, dejaremos en receso este espacio, retomándolo en cuanto nos sea posible. Un abrazo y gracias por leernos durante más de un año.


J. Ignacio Mancilla
Inés M. Michel

lunes, 23 de mayo de 2016

Clínica y a/topía



J. Ignacio Mancilla*



“Os menciono tres transformaciones del espíritu:
cómo el espíritu se transforma en camello,
y el camello en león y, por último, el león en niño”.

De las tres transformaciones. Así habló Zaratustra.
Un libro para todos y para nadie

Friedrich Nietzsche




En su Infancia e historia. Destrucción de la experiencia y origen de la historia (2001, Adriana Hidalgo editora), libro fundamental para pensar la cuestión de la infancia, Giorgio Agamben, uno de los biopolíticos vivos más importantes, plantea tres preguntas esenciales, que quiero retomar aquí, en la presentación del  excelente libro de Liora Stavchansky.

Dicen así:

“¿Existe algo que sea una in-fancia del hombre?”.

“¿Cómo es posible la in-fancia en tanto que hecho humano?”.

“Y si es posible, continúa, ¿cuál es su lugar?” (p. 64).

Por su parte Liora, después de un intenso recorrido, histórico y conceptual, pero sobre todo clínico, casi al final de su Autismo y cuerpo. El lenguaje en los trazos de la perfección (2015, Paradiso Editores), se formula dos preguntas sobre las que ha discurrido, con material histórico y clínico, para problematizar el tema de lo que nosológicamente se llama Trastorno de Espectro Autista (TEA) y que hoy nos quema, al tiempo que nos resuena el decir infantil que dice: Padre, ¿qué no ves que ardo?



Portada



“¿Qué es  entonces un niño?”.

“¿Cómo podemos definir el niño y su sufrimiento?” (p. 127).

Por su parte Alain Badiou, en un formidable análisis del mal-estar del mundo contemporáneo, en el que la lógica neoliberal es hegemónica, nos advierte sobre la infantilización de los jóvenes hombres y la prematuración (sexual) de las jóvenes mujeres, para perpetuar, de ese modo, una dominación bélica, consumista y depredadora del planeta con la que todas y todos sufrimos, no nada más los niños.

Y donde el problema principal es el de que las mujeres ocupen el lugar de Uno, como reproductoras del individualismo burgués.

Pero vamos al punto ético y político del libro de Liora.

Se trata de lo que el mismo Lacan, en Milán (Italia, 1972), llamó el discurso capitalista, como corolario del desarrollo de sus cuatro discursos radicales (el del amo, el de la histérica, el del analista y el universitario) que sustentó en su Seminario de 1969-1970, que lleva por título El reverso del psicoanálisis.

Posición a la que llega después de haber escuchado a Michel Foucault en aquella conferencia magistral de ¿Qué es un autor?

No obstante que el libro de Liora es pequeño, 135 páginas, está plagado de muchas cuestiones y problemas que no puedo desglosar aquí con el detalle que merece tan estimulante libro, pues de hacerlo tendría que alargar demasiado mi intervención, cosa de ninguna manera conveniente.

De modo que tomaré, para problematizar su lectura, algunos de los puntos que más me han llamado la atención, e invitarlos, de esta forma, a leer el libro, en el que se nos exhorta a reflexionar y preguntar, todo el tiempo, sobre las singularidades que se juegan, permítanme esta modalidad: ellos (los niños), juegan, pero también sufren.

 Ahora yo pregunto:

¿A quién conviene el sufrimiento de todos?

¿Quién gana con el sufrimiento de todos?

¿Qué tiene que decir el psicoanálisis ante esa modalidad epocal de sufrimiento infantil llamada TEA?

Sufrimiento que quema, insisto, no solamente a los niños sino a todas y todos nosotros.
Es aquí donde justamente adquiere todo su valor (que de ninguna manera es poco) el libro de Liora, pues su texto es una propuesta otra sobre el autismo; y también una clínica otra, donde lo que más destacaría, es la escucha del decir y/o hacer de los niños con autismo.

Voy al libro.


Contraportada



Abordaré, pues, solamente algunas cuestiones, como ya dije.

Me interesa, pues, el complejo nudo de la ética y la política.

Para también decir algo sobre el cuerpo y la ideología tan pertinaz de su supuesta naturalización.

Bien, en el Capítulo 4. El a corporizado, discurso capitalista y discurso autista, la autora, con una formidable capacidad de lectura y de síntesis, se hace una pregunta clave:

“¿De qué modo y bajo qué reglas el autismo puede leerse en la clínica como un síntoma de la época donde hay que devorar todo, incluso el resto?” (p. 91).

Pero, ¿qué dijo Lacan en Milán (Italia) sobre el llamado discurso capitalista?

Hago la cita tomándola del propio libro de Liora.

“La crisis no es del discurso del amo, porque el discurso capitalista la sustituye y es abierta […] No les digo en absoluto que el discurso capitalista sea débil, al contrario, es astuto. Astuto pero destinado a reventar, porque es insostenible” (p. 110).

¿Y por qué no lo reventamos?

¿Por qué dejamos que reviente a nuestros niños y a nosotros?

¿Por qué seguimos sacrificando niños y humanos en general a ese Moloch moderno hecho con dinero y capital?

He aquí una cuestión ética, pero también política y clínica, sí; y en esto radica todo el valor del libro que ahora presentamos.

Se trata de una propuesta clínica, que gira en torno a una ética, la del deseo y que, como tal, se posiciona políticamente en dirección de la causa del deseo, que no es sin límites, sin falta, como todas y todos sabemos.

Pero, ¿en qué dirección a/punta, en sus reflexiones finales, el libro de Liora?

Retomo, para ir cerrando esta mi intervención, el final del libro de Giorgio Agamben:

“[…] la vida humana en cuanto ethos, en cuanto vida ética. Buscar una polis y una oikía que estén a la altura de esa comunidad vacía e imposible de presuponer es el deber infantil de la humanidad que viene” (p. 222).

Casi diría que es el único imperativo categórico digno todavía de enunciarse, a estas alturas, en lo que todavía sigue siendo, para bien y para mal, la modernidad.

¿Aceptamos el reto?

¿Se trata de una nueva utopía?[1]

Es más bien una a/topía en la que, y aquí cruzo problemáticamente a nuestra autora con otros autores, algunos de ellos referidos en el libro, es el caso de Giorgio Agamben y Alain Badiou, otros no, aunque me consta que los ha trabajado, me refiero a Byung-Chul Han y su crítica al neoliberalismo; aunque quizás le haga falta un posicionamiento más claro contra el capitalismo tardío.

Es, pues, la a/potencia de nuestros cuerpos lo que se juega: ¿jugamos el juego o nos dejamos que nos reduzcan a meros espectadores y consumidores, para seguir reproduciendo, así, un sistema que nos aliena y nos explota?

Una última cuestión.

Hay en el texto algunas indicaciones negativas con respecto a la metafísica y la ontología, al tiempo que se apuntalan algunas cuestiones éticas sustentadas en Freud y Lacan, pero no sin apoyos filosóficos; mismos que se han desarrollado deconstruyendo, precisamente, la metafísica y la ontología.

Posibilitando, así, otra lectura del cuerpo, que viene desde Spinoza, por lo menos, en la que la incorporación subjetiva del cuerpo desborda, con mucho, el biologismo tan defendido por las neurociencias y que sirve como caballo de batalla contra el supuesto anacronismo del psicoanálisis.

En este punto, el Capítulo 5. El goce desbocado, con el que se cierra el libro de Liora, no tiene desperdicio.

Retomo la pregunta de gran calado que se hace y nos hace Liora con respecto al autismo, pero que puede perfectamente extenderse a una reflexión más general sobre el cuerpo:
“¿Cuál es el enigma del cuerpo cuando se trata de autismo?” (p. 121).

Dejo de lado que toda esta problemática está muy bien articulada con las cuestiones nada fáciles de la función paterna y función materna estructuradas también con la Ley y el falo.

¿Estamos hablando, de una otra estructura, la autista, según el decir de Jacques Alan Miller?

¿Puede el psicoanálisis convertirse en un autismo de dos?

El riego está, todo el tiempo.

Aquí es, pienso, donde la a/topía agambeniana, si la cruzamos con Nietzsche y por supuesto con Freud, (aquél que sostuvo que el dinero nunca fue un deseo infantil), adquiere toda su radicalidad.

Y el libro de Liora Stavchansky, así lo pienso y así lo leo, no camina muy alejado de este horizonte.

Si lo leen, y las y los invito a hacerlo, creo que también lo entenderán de ese modo.
Es por ello que termino con una interrogante:

¿Por qué Nietzsche, más que el Súper hombre (Übermensch), no sostuvo al niño (como santo devenir) como la figura más importante de su a/topía?

Mucho falta, todavía, por reflexionar en torno a ese lugar problemático del niño.

Muchas gracias.


P. 45



Guadalajara Jalisco, a 19 de mayo de 2016.
(Hotel Aranzazu). [Fecha original].     


   
  *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]














[1] Desde el título juego con el tema de la utopía, que escribo con a para referir, de ese modo, al objeto a causa del deseo propuesto por Jacques Lacan.