martes, 18 de octubre de 2016

El bestiario de Zaratustra

El Bestiario de Zaratustra[1]


J. Ignacio Mancilla*






Los animales de Zaratustra, el león y el águila, son más que conocidos; y por supuesto la serpiente, pero en ese texto, quizás el más propositivo, maduro y poético de Nietzsche, son  mencionados alrededor de 266 animales (considerando sus repeticiones) específicos; esto sin tomar en cuenta unas 111 referencias generales o indirectas que implican lo animal. De modo que, la elaboración de un bestiario de Zaratustra, así lo pienso, no es sin importancia y no puede ser sin consecuencias para el replanteamiento de la filosofía nietzscheana desde las exigencias de nuestro tiempo.






Quien me puso en  la necesidad, ya inaplazable, de ponerme a la tarea de hacer el inventario del singular bestiario del maestro del eterno retorno de lo mismo, fue Federico Rodríguez (tarea de la que ya había tenido ciertas sospechas), con su formidable libro Cantos cabríos. Jacques Derrida, un bestiario filosófico (Fondo de Cultura Económica, Chile, 2015). Texto en el que el filósofo chileno nos presenta, de manera por demás problemática, la cuestión de lo animal en la filosofía deconstructivista del también filósofo franco/argelino, ya fallecido (en 2004). Ello mediante 7 cantos (del carnero, del elefante, del erizo, del perro, de la serpiente, de la vaca y de la zorra).






No voy a detenerme en ese formidable libro, solamente diré que, sin Nietzsche, Derrida quizá no hubiera alcanzado la agudeza con respecto al animal que logró en su muy peculiar filosofía. De ahí que del bestiario de Derrida al bestiario de Zaratustra implique llevar a sus últimas consecuencias, así lo creo, las afirmaciones que Federico Rodríguez dice de la filosofía de la deconstrucción; es lo que intento, en alguna medida, en estas apenas incipientes reflexiones.

No sé si por medio de cantos, pero dicha reflexión no puede dejar de lado la simbólica nietzscheana y, en esa perspectiva, también judeocristiana, de los animales, pues algunos son más que emblemáticos, pienso en la paloma, por ejemplo. Con toda una historia…





Comparto el aserto de Rodríguez cuando sostiene que en Derrida aparece el animal, siempre, para desestabilizar la razón. Creo que esto vale también para Nietzsche. Sin dejar la paloma a un lado, antes bien poniéndola al centro, de ninguna manera es casual que ella sea nombrada para metaforizar el acontecimiento, como aquello que no viene con estruendos y ruido sino, más bien, de manera silenciosa, “con pasos de paloma” dice Zaratustra el ateo.

Son dos los apartados de Así habló Zaratustra (que tiene como subtítulo, es indispensable recordarlo, Un libro para todos y para nadie), en los que Nietzsche habla del acontecimiento; el parágrafo 18 y el 22 de la segunda parte, que llevan los respectivos títulos de: De grandes acontecimientos y La más silenciosa de las horas. En ellos la paloma es el animal con el que se metaforiza, pues, el acontecimiento; pudiéndose decir que ahí Nietzsche plantea una lógica acontecimiental (ha sido el también francés Alain Badiou el que ha profundizado, incluso matemáticamente, en esta lógica).






Hay, aquí, una profunda línea de investigación que podría acercar, paradójicamente, a Nietzsche como pensador del acontecimiento a esa herencia judeocristiana del mesías como lo que está, siempre, por venir y que nos obligaría a retomar, problemáticamente, la paradójica concepción benjaminiana de la historia. Todo un tema.

¿Acaso todo Así habló Zaratustra no se encuentra, de lleno, problemáticamente, en ese horizonte que Nietzsche fue el primero en intentar deconstruir?

Es algo que nos lleva a repensar la herencia nietzscheana hoy día, en estos tiempos de crisis civilizatoria en los que, ¿inevitablemente?, habría que advenir postcristianos. Cuestión que no se logrará, precisamente, sin un replanteamiento radical de la cuestión animal, cosa posible a partir de Nietzsche, pero no sin Derrida. Esto si Rodríguez tiene razón. Y pienso que la tiene.

He aquí, otra vez dicho, el gran mérito del libro de Federico Rodríguez que, lo afirmo de paso, nos obliga a repensar el lugar de la metáfora (y del animal como su principal vehículo) en la tradición filosófica; y particularmente en Derrida, nosotros incluimos  Nietzsche en esa tesitura. Cosa de suma importancia cuando hay una tendencia, muy presente y poderosa, que  niega, justamente, la dimensión metafórica del discurso filosófico, ello para acentuar su tradición conceptual.






Pero, ¿son realmente opuestas estas dos tendencias en la historia de la filosofía?

Henos aquí, pues, en el centro de una exigencia que no puede ser aplazada y en la que Nietzsche sería, una vez más, un gran precursor que siempre estará delante de todos nosotros (de los metaforistas y de los conceptualistas).

Ha llegado la hora, pues, de repensar radicalmente la filosofía del Nietzsche, el águila angustiada, para rescatar, ahora, la bella metáfora con la que, Werner Ross, alude a la vida y a la filosofía de Friedrich Nietzsche.

 ¿Y el león?

¿Y los demás animales?







Desarrollar todo esto es, precisamente, la tarea de un bestiario de Zaratustra, tarea que todavía está por hacerse. Por lo menos de mi parte.

Hacia allá apuntan estas incipientes reflexiones iniciales… 






      *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]

















[1] Para el presente escrito he considerado la excelente traducción de Rafael Hernández Arias, editada por Valdemar (Madrid, 2005), pero Andrés Sánchez Pascual tradujo, de manera por demás formidable, para Alianza Editorial la paradigmática obra de Nietzsche, desde 1972. Hoy es posible acceder a diversas traducciones por demás recomendables de tan significativo libro. 

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