El Bestiario de Zaratustra[1]
J. Ignacio Mancilla*
Los animales de Zaratustra, el
león y el águila, son más que conocidos; y por supuesto la serpiente, pero en
ese texto, quizás el más propositivo, maduro y poético de Nietzsche, son mencionados alrededor de 266 animales
(considerando sus repeticiones) específicos; esto sin tomar en cuenta unas 111
referencias generales o indirectas que implican lo animal. De modo que, la
elaboración de un bestiario de Zaratustra, así lo pienso, no es sin importancia
y no puede ser sin consecuencias para el replanteamiento de la filosofía
nietzscheana desde las exigencias de nuestro tiempo.
Quien me puso en la necesidad, ya inaplazable, de ponerme a la
tarea de hacer el inventario del singular bestiario del maestro del eterno
retorno de lo mismo, fue Federico Rodríguez (tarea de la que ya había tenido
ciertas sospechas), con su formidable libro Cantos
cabríos. Jacques Derrida, un bestiario filosófico (Fondo de Cultura
Económica, Chile, 2015). Texto en el que el filósofo chileno nos presenta, de
manera por demás problemática, la cuestión de lo animal en la filosofía
deconstructivista del también filósofo franco/argelino, ya fallecido (en 2004).
Ello mediante 7 cantos (del carnero, del elefante, del erizo, del perro, de la
serpiente, de la vaca y de la zorra).
No voy a detenerme en ese
formidable libro, solamente diré que, sin Nietzsche, Derrida quizá no hubiera
alcanzado la agudeza con respecto al animal que logró en su muy peculiar
filosofía. De ahí que del bestiario de Derrida al bestiario de Zaratustra
implique llevar a sus últimas consecuencias, así lo creo, las afirmaciones que
Federico Rodríguez dice de la filosofía de la deconstrucción; es lo que
intento, en alguna medida, en estas apenas incipientes reflexiones.
No sé si por medio de cantos,
pero dicha reflexión no puede dejar de lado la simbólica nietzscheana y, en esa
perspectiva, también judeocristiana, de los animales, pues algunos son más que
emblemáticos, pienso en la paloma, por ejemplo. Con toda una historia…
Comparto el aserto de
Rodríguez cuando sostiene que en Derrida aparece el animal, siempre, para
desestabilizar la razón. Creo que esto vale también para Nietzsche. Sin dejar
la paloma a un lado, antes bien poniéndola al centro, de ninguna manera es
casual que ella sea nombrada para metaforizar el acontecimiento, como aquello
que no viene con estruendos y ruido sino, más bien, de manera silenciosa, “con
pasos de paloma” dice Zaratustra el ateo.
Son dos los apartados de Así habló Zaratustra (que tiene como
subtítulo, es indispensable recordarlo, Un
libro para todos y para nadie), en los que Nietzsche habla del
acontecimiento; el parágrafo 18 y el 22 de la segunda parte, que llevan los
respectivos títulos de: De grandes
acontecimientos y La más silenciosa
de las horas. En ellos la paloma es el animal con el que se metaforiza,
pues, el acontecimiento; pudiéndose decir que ahí Nietzsche plantea una lógica
acontecimiental (ha sido el también francés Alain Badiou el que ha
profundizado, incluso matemáticamente, en esta lógica).
Hay, aquí, una profunda línea
de investigación que podría acercar, paradójicamente, a Nietzsche como pensador
del acontecimiento a esa herencia judeocristiana del mesías como lo que está,
siempre, por venir y que nos obligaría a retomar, problemáticamente, la
paradójica concepción benjaminiana de la historia. Todo un tema.
¿Acaso todo Así habló
Zaratustra no se encuentra, de lleno, problemáticamente, en ese horizonte que
Nietzsche fue el primero en intentar deconstruir?
Es algo que nos lleva a
repensar la herencia nietzscheana hoy día, en estos tiempos de crisis
civilizatoria en los que, ¿inevitablemente?, habría que advenir postcristianos.
Cuestión que no se logrará, precisamente, sin un replanteamiento radical de la
cuestión animal, cosa posible a partir de Nietzsche, pero no sin Derrida. Esto
si Rodríguez tiene razón. Y pienso que la tiene.
He aquí, otra vez dicho, el
gran mérito del libro de Federico Rodríguez que, lo afirmo de paso, nos obliga
a repensar el lugar de la metáfora (y del animal como su principal vehículo) en
la tradición filosófica; y particularmente en Derrida, nosotros incluimos Nietzsche en esa tesitura. Cosa de suma
importancia cuando hay una tendencia, muy presente y poderosa, que niega, justamente, la dimensión metafórica del
discurso filosófico, ello para acentuar su tradición conceptual.
Pero, ¿son realmente opuestas
estas dos tendencias en la historia de la filosofía?
Henos aquí, pues, en el centro
de una exigencia que no puede ser aplazada y en la que Nietzsche sería, una vez
más, un gran precursor que siempre estará delante de todos nosotros (de los
metaforistas y de los conceptualistas).
Ha llegado la hora, pues, de
repensar radicalmente la filosofía del Nietzsche, el águila angustiada, para
rescatar, ahora, la bella metáfora con la que, Werner Ross, alude a la vida y a
la filosofía de Friedrich Nietzsche.
¿Y el león?
Desarrollar todo esto es,
precisamente, la tarea de un bestiario de Zaratustra, tarea que todavía está
por hacerse. Por lo menos de mi parte.
Hacia allá apuntan estas incipientes
reflexiones iniciales…
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
[1]
Para el presente escrito he considerado la excelente traducción de Rafael
Hernández Arias, editada por Valdemar (Madrid, 2005), pero Andrés Sánchez
Pascual tradujo, de manera por demás formidable, para Alianza Editorial la
paradigmática obra de Nietzsche, desde 1972. Hoy es posible acceder a diversas
traducciones por demás recomendables de tan significativo libro.