lunes, 23 de mayo de 2016

Clínica y a/topía



J. Ignacio Mancilla*



“Os menciono tres transformaciones del espíritu:
cómo el espíritu se transforma en camello,
y el camello en león y, por último, el león en niño”.

De las tres transformaciones. Así habló Zaratustra.
Un libro para todos y para nadie

Friedrich Nietzsche




En su Infancia e historia. Destrucción de la experiencia y origen de la historia (2001, Adriana Hidalgo editora), libro fundamental para pensar la cuestión de la infancia, Giorgio Agamben, uno de los biopolíticos vivos más importantes, plantea tres preguntas esenciales, que quiero retomar aquí, en la presentación del  excelente libro de Liora Stavchansky.

Dicen así:

“¿Existe algo que sea una in-fancia del hombre?”.

“¿Cómo es posible la in-fancia en tanto que hecho humano?”.

“Y si es posible, continúa, ¿cuál es su lugar?” (p. 64).

Por su parte Liora, después de un intenso recorrido, histórico y conceptual, pero sobre todo clínico, casi al final de su Autismo y cuerpo. El lenguaje en los trazos de la perfección (2015, Paradiso Editores), se formula dos preguntas sobre las que ha discurrido, con material histórico y clínico, para problematizar el tema de lo que nosológicamente se llama Trastorno de Espectro Autista (TEA) y que hoy nos quema, al tiempo que nos resuena el decir infantil que dice: Padre, ¿qué no ves que ardo?



Portada



“¿Qué es  entonces un niño?”.

“¿Cómo podemos definir el niño y su sufrimiento?” (p. 127).

Por su parte Alain Badiou, en un formidable análisis del mal-estar del mundo contemporáneo, en el que la lógica neoliberal es hegemónica, nos advierte sobre la infantilización de los jóvenes hombres y la prematuración (sexual) de las jóvenes mujeres, para perpetuar, de ese modo, una dominación bélica, consumista y depredadora del planeta con la que todas y todos sufrimos, no nada más los niños.

Y donde el problema principal es el de que las mujeres ocupen el lugar de Uno, como reproductoras del individualismo burgués.

Pero vamos al punto ético y político del libro de Liora.

Se trata de lo que el mismo Lacan, en Milán (Italia, 1972), llamó el discurso capitalista, como corolario del desarrollo de sus cuatro discursos radicales (el del amo, el de la histérica, el del analista y el universitario) que sustentó en su Seminario de 1969-1970, que lleva por título El reverso del psicoanálisis.

Posición a la que llega después de haber escuchado a Michel Foucault en aquella conferencia magistral de ¿Qué es un autor?

No obstante que el libro de Liora es pequeño, 135 páginas, está plagado de muchas cuestiones y problemas que no puedo desglosar aquí con el detalle que merece tan estimulante libro, pues de hacerlo tendría que alargar demasiado mi intervención, cosa de ninguna manera conveniente.

De modo que tomaré, para problematizar su lectura, algunos de los puntos que más me han llamado la atención, e invitarlos, de esta forma, a leer el libro, en el que se nos exhorta a reflexionar y preguntar, todo el tiempo, sobre las singularidades que se juegan, permítanme esta modalidad: ellos (los niños), juegan, pero también sufren.

 Ahora yo pregunto:

¿A quién conviene el sufrimiento de todos?

¿Quién gana con el sufrimiento de todos?

¿Qué tiene que decir el psicoanálisis ante esa modalidad epocal de sufrimiento infantil llamada TEA?

Sufrimiento que quema, insisto, no solamente a los niños sino a todas y todos nosotros.
Es aquí donde justamente adquiere todo su valor (que de ninguna manera es poco) el libro de Liora, pues su texto es una propuesta otra sobre el autismo; y también una clínica otra, donde lo que más destacaría, es la escucha del decir y/o hacer de los niños con autismo.

Voy al libro.


Contraportada



Abordaré, pues, solamente algunas cuestiones, como ya dije.

Me interesa, pues, el complejo nudo de la ética y la política.

Para también decir algo sobre el cuerpo y la ideología tan pertinaz de su supuesta naturalización.

Bien, en el Capítulo 4. El a corporizado, discurso capitalista y discurso autista, la autora, con una formidable capacidad de lectura y de síntesis, se hace una pregunta clave:

“¿De qué modo y bajo qué reglas el autismo puede leerse en la clínica como un síntoma de la época donde hay que devorar todo, incluso el resto?” (p. 91).

Pero, ¿qué dijo Lacan en Milán (Italia) sobre el llamado discurso capitalista?

Hago la cita tomándola del propio libro de Liora.

“La crisis no es del discurso del amo, porque el discurso capitalista la sustituye y es abierta […] No les digo en absoluto que el discurso capitalista sea débil, al contrario, es astuto. Astuto pero destinado a reventar, porque es insostenible” (p. 110).

¿Y por qué no lo reventamos?

¿Por qué dejamos que reviente a nuestros niños y a nosotros?

¿Por qué seguimos sacrificando niños y humanos en general a ese Moloch moderno hecho con dinero y capital?

He aquí una cuestión ética, pero también política y clínica, sí; y en esto radica todo el valor del libro que ahora presentamos.

Se trata de una propuesta clínica, que gira en torno a una ética, la del deseo y que, como tal, se posiciona políticamente en dirección de la causa del deseo, que no es sin límites, sin falta, como todas y todos sabemos.

Pero, ¿en qué dirección a/punta, en sus reflexiones finales, el libro de Liora?

Retomo, para ir cerrando esta mi intervención, el final del libro de Giorgio Agamben:

“[…] la vida humana en cuanto ethos, en cuanto vida ética. Buscar una polis y una oikía que estén a la altura de esa comunidad vacía e imposible de presuponer es el deber infantil de la humanidad que viene” (p. 222).

Casi diría que es el único imperativo categórico digno todavía de enunciarse, a estas alturas, en lo que todavía sigue siendo, para bien y para mal, la modernidad.

¿Aceptamos el reto?

¿Se trata de una nueva utopía?[1]

Es más bien una a/topía en la que, y aquí cruzo problemáticamente a nuestra autora con otros autores, algunos de ellos referidos en el libro, es el caso de Giorgio Agamben y Alain Badiou, otros no, aunque me consta que los ha trabajado, me refiero a Byung-Chul Han y su crítica al neoliberalismo; aunque quizás le haga falta un posicionamiento más claro contra el capitalismo tardío.

Es, pues, la a/potencia de nuestros cuerpos lo que se juega: ¿jugamos el juego o nos dejamos que nos reduzcan a meros espectadores y consumidores, para seguir reproduciendo, así, un sistema que nos aliena y nos explota?

Una última cuestión.

Hay en el texto algunas indicaciones negativas con respecto a la metafísica y la ontología, al tiempo que se apuntalan algunas cuestiones éticas sustentadas en Freud y Lacan, pero no sin apoyos filosóficos; mismos que se han desarrollado deconstruyendo, precisamente, la metafísica y la ontología.

Posibilitando, así, otra lectura del cuerpo, que viene desde Spinoza, por lo menos, en la que la incorporación subjetiva del cuerpo desborda, con mucho, el biologismo tan defendido por las neurociencias y que sirve como caballo de batalla contra el supuesto anacronismo del psicoanálisis.

En este punto, el Capítulo 5. El goce desbocado, con el que se cierra el libro de Liora, no tiene desperdicio.

Retomo la pregunta de gran calado que se hace y nos hace Liora con respecto al autismo, pero que puede perfectamente extenderse a una reflexión más general sobre el cuerpo:
“¿Cuál es el enigma del cuerpo cuando se trata de autismo?” (p. 121).

Dejo de lado que toda esta problemática está muy bien articulada con las cuestiones nada fáciles de la función paterna y función materna estructuradas también con la Ley y el falo.

¿Estamos hablando, de una otra estructura, la autista, según el decir de Jacques Alan Miller?

¿Puede el psicoanálisis convertirse en un autismo de dos?

El riego está, todo el tiempo.

Aquí es, pienso, donde la a/topía agambeniana, si la cruzamos con Nietzsche y por supuesto con Freud, (aquél que sostuvo que el dinero nunca fue un deseo infantil), adquiere toda su radicalidad.

Y el libro de Liora Stavchansky, así lo pienso y así lo leo, no camina muy alejado de este horizonte.

Si lo leen, y las y los invito a hacerlo, creo que también lo entenderán de ese modo.
Es por ello que termino con una interrogante:

¿Por qué Nietzsche, más que el Súper hombre (Übermensch), no sostuvo al niño (como santo devenir) como la figura más importante de su a/topía?

Mucho falta, todavía, por reflexionar en torno a ese lugar problemático del niño.

Muchas gracias.


P. 45



Guadalajara Jalisco, a 19 de mayo de 2016.
(Hotel Aranzazu). [Fecha original].     


   
  *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]














[1] Desde el título juego con el tema de la utopía, que escribo con a para referir, de ese modo, al objeto a causa del deseo propuesto por Jacques Lacan.

lunes, 16 de mayo de 2016

Cuando un profesor se convierte en Maestro de por vida



J. Ignacio Mancilla*




[Texto que se presentó en un acto político de solidaridad (el miércoles 11 de mayo en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, CUCSH) con los maestros despedidos y, también, como un acto simbólico de huelga para desterrar el miedo que impera en la Universidad de Guadalajara; hubo también un pronunciamiento por parte del Colectivo de Reflexión Universitaria (CRU, por parte de Héctor Hernández) y por parte de la Asamblea Estudiantil (Fernanda Justo), ambos colectivos de la Universidad de Guadalajara.]


Hace casi 60 años, el 19 de noviembre de 1957, Albert Camus, ganador del Premio Nobel de Literatura de ese año, escribe una pequeña pero profunda carta de reconocimiento a su maestro, a quien se refiere como: “Querido señor Germain”.

Quiero traer a la memoria de todas y todos ustedes, profesores, estudiantes y trabajadores administrativos de la Universidad de Guadalajara, esa significativa misiva en el actual contexto mexicano de arremetida política y laboral contra las y los maestros de México, por unas autoridades ilegítimas que han privilegiado una concepción privada de la educación por encima de los intereses nacionales.




Esas líneas tan sencillas, en las que el filósofo y escritor reconoce, primero a su madre  y en segundo lugar a su maestro, hoy siguen teniendo una valor enorme, cuando se quiere reducir al papel de los mentores a meros prestadores de servicio, demeritando, con ello, una idea integral de la formación en aras de una mentalidad competitiva que solamente sirve para la reproducción de relaciones sociales enajenantes, mercantiles y consumistas.

Y para que los sujetos compitan por un lugar en la Escuela, cuando es obligación del Estado ofertar la educación para todas y todos.

El debate actual, por tanto, gira alrededor de qué principios rectores regirán el sistema educativo mexicano, desde el Jardín de Niños hasta la Universidad: ¿tienen que ser éstos sociales o privados?

He aquí la cuestión nodal.

¿Dónde hay que poner el acento?

Nosotros, en el Colectivo de Reflexión Universitaria (CRU) pensamos que en una formación social y humanitaria, incluso para las ciencias duras, y no en una idea meramente técnica del proceso educativo que informa, pero no forma.

Mi intervención en este espacio universitario, el Centro de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), de la Universidad de Guadalajara, no pretende otra cosa que invitar a la reflexión sobre el devenir de nuestras escuelas, en las que el apostolado magisterial, como puede verse en la bellísima carta de Albert Camus, que cito a continuación de manera íntegra (es indispensable), pues no puede seguirse maltratando y despreciando a las y los maestros por parte de políticos y burócratas que sólo persiguen sus intereses personales.



No podía presentarles sin más la carta referida, cosa que de por sí se justifica; para hacerlo tenía que contextuarla en nuestros tiempos, para que aprecien la enorme significación que todavía tiene.

Va, pues, la misiva de Albert Camus:


París, 19 de noviembre de 1957.


Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido de todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido. Un abrazo con todas mis fuerzas,






No cabe duda, cuando un profesor se convierte en Maestro, y esto tiene que ver con su deseo y trasmisión, lo hace de por vida; marcando, perennemente a sus discípulos.


Este es el valor que tiene el testimonio de agradecimiento de Albert Camus a su maestro, es por ello que su carta inicia con la cariñosa frase de: “Querido señor Germain”.





  *J. Ignacio Mancilla



[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]









viernes, 6 de mayo de 2016

Camille Claudel: el mal-estar (es)cultura





J. Ignacio Mancilla*





Constatamos, pues, que algo agita.
con la extimidad, nos ocupamos del
principio de los afectos, de lo que
sacude y afecta al sujeto”.

Jacques Alain Miller. Extimidad.






Portada


¿Qué lugar ocupa uno, hoy día, cuando se habla de Camille Claudel y de su singular obra?

Esta cuestión no es baladí, antes bien, nos coloca ya cercana o distantemente, dentro del rango de las ondas y la fuerza gravitacional de su vida y de su obra; de mujer y escultora, cuyo nombre propio es hoy sumamente singular y reconocido por todas y todos. ¡A 73 años de su muerte!

Y el posicionamiento es más que un deber, es algo del orden histórico; se trata, para decirlo con todas sus letras, de una genealogía, sobre todo si se es mujer, como es el caso de la autora del libro que hoy presentamos en esta particular Casa, que también tiene toda una historia, de la que hoy, por obvias razones, no me ocuparé.

Lo primero que me gustaría decir, antes de entrar en los pliegues y repliegues (significantes) de la vida y obra de Camille Claudel, es que no estamos sólo ante una monografía, sino, más bien, ante una excelente investigación y una muy fina lectura de las cartas de Camille Claudel, para, por medio de ellas, indagar algo de la obra producida en un contexto en que el significante escultora no existía.

Pero, ¿realmente existe hoy dicho significante?

Es decir, se trata de una detallada investigación que reproduce, desde las letras (cartas) de Camille Claudel, algo del orden epocal (los lazos sociales de finales del siglo XIX y los inicios del siglo XX), pero desde las peripecias de las subjetividades que habitaron ese tiempo (no tan lejano del nuestro).

De los lazos sociales que tienen que ver, entre otras cosas, con las relaciones de amor entre hombres y mujeres y con lo que, ya de manera más amplia, podemos llamar las formas sociales legítimas de la feminidad y la masculinidad, por supuesto cambiantes, cosa que hoy no podemos negar, pero que a las pioneras, es el caso de Camille Claudel, les fue muy oneroso abrirse paso y, sobre todo, ganarse un lugar y un nombre en actividades que por aquel entonces se consideraban exclusivas de los hombres.

Pero, ya diré algo más sustancioso sobre el particular libro de María Gutiérrez al final, por lo pronto regreso a lo que en él se nos presenta de manera por demás reveladora: la vida y la obra de Camille Claudel, a la letra (carta).


Contraportada


¿Cómo deslindarse, sin escabullir el bulto (cuerpo), de las figuras masculinas, sobre todo el padre (Louis Prosper Claudel), el hermano (Paul Claudel), el escultor (August Rodin), el editor (Eugéne Blot), que jugaron, más allá de sus intenciones, papeles poco gratos en ese drama llamado Camille Claudel?

¿Y qué con la madre (Louise-Athanaïse Cerveaux)?

¿Y qué con las mujeres?

¿Pueden reducirse a ese estatuto de “chismosas”, como se titula una de las obras de Camille?

Esta es otra faceta del drama llamado Camille Claudel, faceta que aquí llamaremos la dimensión, mejor dicho la dichomansión (¡ay el hogar!) femenina.

¿Cómo acompañar, hoy día, a Camille Claudel, desde una posición de mujer, sin serlo, en un mundo todavía predominantemente patriarcal y hasta misógino?

Como pueden ver, la tarea no es sencilla, para un (pobre) hombre (literal y metafóricamente, ja, ja, ja), como de alguna manera lo soy.

Sin embargo, intentaré hacerlo, desde ese lugar casi imposible, en tanto lector de una vida, unas letras (cartas) minuciosamente estudiadas y excelentemente descifradas por otras mujeres, una de ellas autora del formidable libro que esta tarde/noche presentamos en esta importante e imponente Casa que tuvo y tiene que ver con los poderes locales, hoy tan presentes y apabullantes, todavía.

Va, pues, mi lectura que, de ser indulgente sería empobrecer el libro y sus resultados; de ahí que insista, antes que nada, en decir que monografía no es el mejor término para una inteligente y brillante investigación que rescata, desde y para el psicoanálisis mismo, el género biografía, sin reducir por ello a su pobreza psicológica al sujeto en cuestión: Camille Claudel; sino, antes bien, de manera más que pertinente, insertarlo en la compleja red y lógica de los significantes, donde, finalmente, toda subjetividad se decanta, para bien y para mal, ya se posicione como hombre o como mujer.

Y así fue con todos los sujetos antes nombrados, cuyo entramado hoy conforman, ese drama (¿postcristiano?) llamado Camille Claudel (remito aquí, rápido y de paso, a los no menos formidables libros de Danielle Arnoux, también psicoanalista, de los que por supuesto no me ocuparé esta ocasión: Camille Cludel. El irónico sacrificio, 2001; y Camille Claudel. Reencantamiento de la obra, 2014).

María Gutiérrez decidió llamarle a su libro sobre Camille Claudel, producto de su Tesis de Maestría, pero trabajada durante mucho tiempo y, por tanto, muy modificada, por supuesto: Vivir entre los pliegues del lenguaje de una época. Camille Claudel, mujer y escultora (1864-1943), editado por la Universidad de Guadalajara el año pasado.

Título más que atinado en muchos sentidos. Ya lo veremos.

¿Por qué María se queda, término que se repite mucho durante el recorrido del libro, con el significante “monografía”?, si su estudio ocupa un lugar, de muy buen modo, dentro de lo que Freud llama, rescatar la biografía para el psicoanálisis.

Cuando María Gutiérrez reproduce para nosotras y nosotros, como lectores, los pliegues del lenguaje de un época, en todo el sentido literal (de letras y cartas) y metafórico [(es)cultural], reproduce todos las avatares de los significantes y la determinación dialéctica de éstos, en la estructuración subjetiva de los sujetos jugados en ello, justo en su drama subjetivo; pero también familiar y político social, para hacernos comprender, de ese modo tan increíble, por sagaz, toda una época, de la que no estamos tan alejados, por mucho tiempo que haya transcurrido: finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

Finalmente seguimos siendo modernos: Aún (Encore) cuando se le añada el prefijo post, tan cuestionado como saben todas y todos ustedes.

Abonando con ello a una tarea que todavía tenemos pendiente: narrar(nos) el corto siglo XX, para decirlo en los términos de Eric Hobsbawm (1917-2012), pero desde la singularidad de sujetos como Camille Claudel, que son, por su subjetividad misma, sintomáticos y paradigmáticos al mismo tiempo.

He aquí el gran reto, y María Gutiérrez ha salido nos sólo avante, sino ha ganado para sí, haciéndonos ganar con ello, en la comprensión subjetiva de ese subjetividad moderna que Nietzsche englobó bajo los significantes nihilista y decadente.

Al leer todo esto en el precioso libro de María Gutiérrez, me veo obligado más que a la indulgencia a la justicia, siempre por venir, de que este libro sea leído como lo que es: un gran aporte que va más allá de la monografía, al tiempo que honra dicho campo, para que ocupe su lugar en ese terreno tan difícil de lograr, hacer biografías, pero despiscologizando al sujeto en cuestión, en este caso Camille Claudel, para ubicarlo, insisto, en la red histórica de los significantes que lo determinaron en sus complejos avatares subjetivos, como ya lo dije.

Es por ello que me pregunto y les pregunto: ¿Camille Claudel estaba loca?

La intimidad queda aquí en entredicho. Y la extimidad se pliega, con todas sus paradojas, en la subjetividad de los sujetos, sean hombre o mujeres.

No podía, por lo tanto, quedarme petrificado por la demanda de indulgencia (pido disculpas por ello), tenía que, movilizado por la red de significantes hecho libro, ¡y qué libro!, ocupar mi lugar y decir mi palabra, en este acto, para honrar, a mi modo, este magnífico libro que me ha enseñado tanto sobre Camille Claudel como sujeto, pero sobre todo como mujer y escultora, cosa que ya es decir mucho; y no digamos en cuanto a lo que me ha enseñado, también, sobre psicoanálisis, incluso sobre los modos, metodologías, de hacer investigación en lo tocante al complejo tema de la subjetividad en nuestros tiempos.

¿Podré seguir dando mis cursos y seminarios como antes de la lectura de este libro?

¡Por supuesto que no!

Muchas gracias María, ¡enhorabuena por este espléndido texto, tu texto!

Éste ya empezó a hacer su recorrido y a tener, como significante privilegiado, sus efectos, por lo menos en mí. Eso es seguro.

Gracias de nuevo y me congratulo de que me hayas invitado a presentarlo.
Gracias a todas y todos por su escucha.

No pueden dejar de leer el texto, nunca se van a arrepentir, estoy seguro de ello.


Página 53



A manera de adenda

¿Acaso es posible, en psicoanálisis, discutir sobre el devenir sujeto, más allá del diván, sin alguna formulación clínico-doctrinaria?

No puedo dejar de decir algunas cosas relativas al Epílogo del libro de María Gutiérrez, firmado por Alberto Sladogna.

Y para hacerlo voy a cruzar con una excelente lección del filósofo francés-marroquí, Alain Badiou, titulada Niñas y niños y publicada como Jóvenes mujeres en la revista de Psicoanálisis Nadie duerma; lección que sostuvo el 3 de mayo de 2013, en París, en su Seminario que lleva por título, nada más y nada menos que el de: La inmanencia de las verdades.

En dicha lección hace un despliegue muy crítico de la situación diferencial en que se encuentran, hoy día, los jóvenes hombres y las jóvenes mujeres, para lo que retoma, críticamente, insisto, una de las formulaciones de Jacques Lacan, la que tiene que ver con lo Uno.

Y que Badiou, en tanto matemático, explica bastante bien, al tiempo que toma distancia.
Trataré de trasmitir de la manera más clara y sintética posible, semejante complejidad, ya que toca el centro de una de las formulaciones que hace, precisamente, en lo referente a la doctrina y clínica lacaniana, Alberto Sladogna.

Resumo, pues, el nudo de ideas; empezando con las de Alberto Sladogna, para después exponer la formulación teórica y política, pero también clínica, que hace Alain Badiou.

Y enseguida, por supuesto, presentarles mi lectura de lo que aquí se pone en juego.

¿Es el “complejo paternal” lo que moviliza, sobre todo, el drama llamado Camille Claudel, tan excelentemente expuesto en el libro de María Gutiérrez?

Es todo un tema que implica, en alguna medida, releer el psicoanálisis mismo, desde Freud hasta Lacan; y más acá, por supuesto.

Casi estoy seguro que la textualidad del libro de María Gutiérrez desborda esa lectura un tanto forzada, según mi perspectiva, ello independientemente de los matices del autor introducidos con un cuidadoso: “Quizás Lacan”, que no obstante reduciría el drama claudeliano a algo dentro de la tesitura de “lo peor proviene del complejo paternal”.
Matiz cuidadoso que es repetido en el párrafo final del Epílogo.

Si uno hace una lectura atenta de lo que nos presenta la autora de Vivir entre los pliegues del lenguaje de una época. Camille Claudel, mujer y escultora (1864-1943), por lo menos (nos) queda la duda de si el devenir subjetivo de Camille Claudel podría haber sido otro en tanto ese “peor” se hubiera posicionado menos “peor” (no es un simple juego de palabras; en psicoanálisis no existen los simples juegos de palabras) en esa imposible “función” llamada paterna.

¿Cómo leer, desde esta perspectiva, la carta del padre de Camille Claudel a su hermano, Paul Claudel, en la que prácticamente se quita de esa función paterna, para pedirle que lo ayude, dado que no puede más con su hermana y con su esposa; es decir, con la madre de Paul y de Camille?

¿Acaso podemos decir que este desmarcarse de la función paterna no tuvo efectos si hoy conocemos que, precisamente 8 días después de la muerte del padre, Camille Claudel es encerrada en el manicomio, ¡por 30 años!, por la madre y por su hermano, Paul Claudel?

Y que ni la madre ni la hermana escucharon los ruegos de Camille Claudel de ser liberada.

Otra cosa es equiparar la función paterna a su manifestabilidad patriarcal, como función de lo Uno (necesariamente fálico), cuya trampa también las mujeres, sobre todo las jóvenes de ahora tienen que sortear, para evadirse de ese lugar tramposo de la mujer Uno; reduciéndose al individualismo y al consumo.

Es todo un tema, lo sé, que debería desarrollar más y mejor, pero no es el espacio; la cuestión es que no podía dejar de decir algo sobre el Epílogo en tanto tiene que ver, precisamente, con el libro que hoy presentamos.

Dejo por lo tanto la cuestión abierta a un futuro debate, por demás necesario.

Muchas gracias de nuevo.




Guadalajara Jalisco, Casa Zuno de la Universidad de Guadalajara, a 29 de abril de 2016. (Fecha original).





  *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]