jueves, 27 de agosto de 2015

1984 y la dialéctica del poder - Parte 2


Inés M. Michel*




[Texto publicado originalmente en una columna de mi autoría del blog PlasmArte Ideas: VER AQUÍ, por su extensión fue publicado en este blog en dos partes, esta es la segunda.]



La novela salió al público en 1949 y décadas después de su publicación continuó creciendo tanto en actualidad como en sentido profético. Sus libros más importantes, Rebelión en la granja, de 1945 y 1984, de 1948 fueron análisis críticos de mediaciones llevadas a la práctica de un sistema que ejerce control totalitario, llevado a término como fin último de una utopía corporizada.[3]

Una serie de signos nos son presentados en la novela, sobre todo a través del discurso del Partido, y de los recursos lingüísticos que son introducidos por la neolengua, un idioma nuevo, que pretende simplificar tanto el lenguaje que se eviten las interpretaciones subjetivas, así resumiendo y conjuntando palabras, se logran adjetivos compuestos  y formas nuevas de lenguaje que implican un desapego racional de las emociones, los sentimientos y las sensaciones.

Ya nada volverá a ser lo mismo, cuando la neolengua se imponga por completo, olvidando los matices que la mayoría de los idiomas proporcionan, el español si estamos leyendo la versión traducida, el inglés si lo leemos en el idioma original.

Así, el Partido se encarga de controlar, no solo las acciones de las personas, su futuro y su pasado, sino también su mente, sus pensamientos, incluso sus deseos.

Narrado en primera persona, acompañamos al protagonista en un mundo que él mismo ha ayudado a construir pero del que no está muy orgulloso, la historia, presentada en capítulos numéricos, y dividida en tres partes, nos hace testigos de las atrocidades cometidas en nombre de la paz, y de una estructura de poder que se asemeja a la actual, diferenciada solo por una vanguardia tecnológica que desarma todo pensamiento contrario al sistema imperante.

La primera parte, se divide en ocho capítulos y se encarga de presentarnos a Winston, protagonista de la historia, y al sistema controlado por El Gran Hermano (Big Brother), que a través de un complejo sistema de cámaras encendidas las 24 horas, vigila a todos los ciudadanos, controlando así no solo sus acciones sino sus pensamientos, puesto que la mínima expresión facial es registrada y puede ser motivo de inspección detallada.

La segunda parte, dividida en diez capítulos nos introduce al acercamiento que Winston tendrá con una joven, a quien comienza a encontrarse, aparentemente fortuitamente en diversos lugares, y que al principio le causa temor pues podría tratarse de un agente de la Policía del Pensamiento, encargada de vigilar cualquier anomalía en las ideas de los ciudadanos que pueda derivar en una postura contraria a los intereses del sistema. Esta relación crecerá y se convertirá en el punto cumbre de esta parte intermedia.

La tercera y última parte, de seis capítulos, es quizá la parte más oscura de la historia, narra el encierro de Winston en el Ministerio del Amor, y su afrenta con El Gran Hermano. Nos lleva a explorar la parte más atroz de este mundo.

El discurso político se compone de enunciados que repetidos hasta el cansancio, buscan unificar a la parte de la humanidad que gobierna el Partido, se trata de un mundo dividido en bloques geopolíticos, enfrentados permanentemente entre sí, siendo el enemigo eterno, el otro, ese otro como extranjero o como extraño, que descubrimos a lo largo de la historia, va cambiando según los intereses en turno.

El nuevo idioma orwelliano, la neolengua, contribuye a la temporalidad futura planteada, donde se arguye que es necesario simplificar el lenguaje cotidiano. Como ejemplos, el Ministerio de la Paz (Mipax) en neolengua, que “se encarga de los asuntos de guerra”, el Ministerio del Amor, (Mimor),  de asuntos del odio.

Orwell logra dejar clara la dialéctica del poder, en un discurso presentado a manera de novela, que incluso pudo haber pasado desapercibido, hasta que ojos agudos, supieron leer los mensajes que nos hablan de lo que nos deparaba y nos depara. 

"Somos la distopía que Orwell imaginó”, dice Juan Pablo Anaya. ¿Lo somos? Todo parece apuntar a que sí, la pregunta entonces es ¿cómo combatiremos a Big Brother? Lo primero es reconocerlo hoy día en las variantes que este se nos presenta.




*La Otra I

 [atea, vegana, feminista,
lectora irredenta
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia]

Twitter: @inesmmichel




 








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Referencias



[3] Referencias tomadas del Prólogo de 1984.

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