J. Ignacio Mancilla*
El gobierno de Enrique Peña Nieto se ha
caracterizado por la permanente violentación de las formas, de la legalidad y
de la legitimidad.
Desde su campaña electoral, y de manera mucho
más acentuada ahora que ejerce el poder.
El Informe debió de haberlo dado el 1 de
septiembre y aunque lo entregó por escrito, como es su obligación, fue hasta el
2 de septiembre que se presentó ante los representantes populares; y todavía
más, el mensaje circuló en los medios hasta que él terminó su rito sofista que
consistió, ahora, en un dramático elogio del cinismo.
Leídas con calma, 50 cuartillas en el formato reducido a 12 puntos, no sorprende el cúmulo
de mentiras que nada tienen que ver con la cruda realidad que vivimos las
mexicanas y mexicanos de a pie.
Sin haber leído a Leibniz (es lo más seguro),
ahora resultó leibniciano, es decir, según él, vivimos en el mejor de los
países posibles, sueño, por decir lo menos, que no se sostiene, por ningún
lado, cuando se le confronta con el principio de realidad.
Tomaré, en este texto, tres cuestiones
fundamentales, para con ellas mostrar lo que digo.
La primera tiene que ver con la corrupción e
impunidad, tema con el que inició su III Informe de Gobierno, pues aludió tanto
al asunto de la Casa Blanca, pero refiriéndose a sí mismo en tercera persona,
como el titular ejecutivo, como si él no tuviera nada que ver con tan escandaloso
tema.
Otra cosa es la de que su exculpación, cosa que
nadie cree, si exceptuamos a las y los que estuvieron presentes en el Informe y
que Pedro Miguel reseña, críticamente, de forma por demás excelente en su
columna Navegaciones (La Jornada, 3 de septiembre de 2015, VER AQUÍ), que esta vez tituló
simplemente El ritual, en video.
En cuanto a la tragedia de Ayotzinapa, de la
que el próximo 26 de septiembre se cumplirá un año, la pregunta que se nos
impone es la siguiente: ¿cómo es que, a casi un año de distancia, la
Procuraduría General de la República (PGR) apenas envió a la Universidad de
Innsbruck en Austria, la ropa de los desaparecidos?; además de otros
entorpecimientos que han obstaculizado, en los hechos, una real investigación
que lleve a los responsables y no a simples “chivos expiatorios”.
Y es que, como todo mundo sabe, el crimen
apunta al Estado mismo. Algo que se gritó y se sigue gritando en las calles.
La segunda y más grave, es la que tiene que ver
con la educación.
También aquí se han violentado, de manera
permanente las formas; y fue en Oaxaca, con la desaparición del Instituto
Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), solución de fuerza, que por
supuesto en el III Informe se justifica, aduciendo para ello la calidad de la
educación.
Reforma que ha puesto en entredicho, en
realidad contra reforma, el ser mismo de las maestras y maestros; y no
solamente el de las profesoras y profesores oaxaqueños, sino el de todas y
todos los que vivimos de dar clases, en cualquier nivel educativo.
Finalmente, ya en el cierre del susodicho
Informe, se afirma que cuando mejore la economia del mundo, ¿y qué le garantiza
que ésta mejorará?, México podrá ser una potencia económica, gracias a las
reformas estructurales, insisto, más bien contra reformas, pues lo que está en
juego es el desmantelamiento de la Nación.
Y es que, por supuesto, en las crisis ganan los
que siempre ganan; y no será distinto en caso de que haya mejoría, como
históricamente se ha demostrado, aunque, como están las cosas en lo económico,
tendremos crisis cada vez más intensas y cada vez más cortas, pues éstas
dependen de la lógica del capital y la ganancia en su actual momento,
hegemonizado por el capital financiero.
De modo que, vistas las cosas desde abajo, no
hay razones para el optimismo de los de arriba, que es más bien cinismo; pues
no vivimos en el mejor de los países posibles, antes bien, como excelentemente
lo dibujó Magú, uno de los mejores moneros, en su Cartón del 1 de septiembre,
Contrainforme, de La Jornada (1 de septiembre de 2015,
VER AQUÍ): “Honorable Presidencia de la República... con el debido respeto, allá afuera las cosas están de la chingada”.
Digamos no al elogio del cinismo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario