Algunas reflexiones sobre Al límite del atardecer (The Sunset Limited, 2011), de Tommy Lee Jones
J. Ignacio Mancilla*
Ficha técnica:
Título original: The Sunset Limited (TV).
Año:
2011.
Duración:
88 minutos.
Director:
Tommy Lee Jones
Guión:
Cormac McCarthy (Obra: Cormac McCarthy).
Música:
Marco Beltrami.
Fotografía:
Paul Elliott.
Reparto:
Tommy Lee Jones y Samuel L. Jackson.
Productora: Professor Productions / Home Box Office
(HBO).
Género:
Drama.
[Texto presentado en el marco del seminario/taller ¿Dios es(tá) muerto?, impartido en el Museo de la Ciudad durante el mes de julio del presente año]
Tommy Lee Jones, figura más que conocida como
uno de los personajes principales de la ya clásica película de ficción Los
hombres de negro (Men in Black, 1997) nos sorprende con un film intimista, discordante
como pocos con el mundo en que vivimos, donde un intelectual, profesor
universitario para más señas, Blanco (Tommy Lee Jones), es “milagrosamente”
salvado por un expresidiario, Negro (Samuel L. Jackson).
Así empieza este singular obra cinematográfica,
que nunca nos muestra, apenas lo sugiere, el acto suicida; la obra está basada
en una obra de teatro, y bajo un intenso y tenso diálogo entre el salvado y el
salvador, se aborda el sin sentido de la vida y el suicidio como un opción para
dar término a la vida misma en tanto ésta es radicalmente insignificante.
El diálogo confrontación va subiendo de tono en
la medida en que se avanza; los dos se encuentran encerrados en una habitación
(las tomas son todo el tiempo excelentes) y, en ese pequeño espacio, se da la
confrontación existencial a partir, precisamente, de dos experiencias de vida
diametralmente opuestas.
Repito: Uno de ellos, Blanco, es un profesor
universitario, culto, bastante leído (4 mil libros en promedio) que, por no
encontrarle ya sentido a su vida, a la vida toda, pero sobre todo a la de él
mismo, decidió arrojarse al tren, para acabar de ese modo con su angustia
existencial.
El otro, Negro, un expresidiario que su vida
misma ha sido en el límite y que casi moribundo cree haber encontrado el
sentido de su vida, de la vida toda, convirtiéndose para ello en un buen
creyente, que hace el bien en la medida de sus posibilidades; siempre presto
para ayudar al prójimo, a un hermano, como dice él. Bajo esta lógica es que nos
solamente salvó a Blanco sino que lo llevó a su casa, para intentar abrir su
alma y entender algo de lo que él no puede comprender, que Blanco haya querido
quitarse la vida.
Si dividimos la película en tres tiempos, vemos
desplegarse a lo largo de las secuencias que en los dos primeros momentos Negro
lleva, aparentemente, la voz dominante en el diálogo; hace preguntas,
interroga, incluso en algún momento hay como una especie de simulación de lo
que sería un psicoanálisis: cuando
Blanco se recuesta en el sillón y atrás está Negro, quien lo cuestiona sobre
sus padres y demás.
En esas dos partes del film Negro lleva agua a
su molino, la cuestión del sentido y de cómo, según su experiencia y creencia,
Dios está en todo; solo es cuestión de saber escuchar(lo).
Cosa que
no se hace en el mundo de ahora.
Por su parte Blanco, reacio a dar su punto de
vista, pero forzado a hacerlo, en la última parte de la trama decide, si bien
obligado por las circunstancias, a soltar toda su batería de argumentos en pro
del sin sentido de la vida y de cómo Dios no es más una creación humana para,
precisamente, colmar el hastío y la vaciedad de la existencia humana y su
secuela de horrores (Auschwitz entre ellos; recordemos, un campo de
concentración emblemático en la Alemania nazi).
No sin reticencias, Blanco va aceptando el reto
y el juego. Hasta que pasa a desplegar de manera plena sus cartas, las del no
sentido de la vida.
Y es, singularmente, ante esa vaciedad radical,
ante lo que el expresidiario ya no puede responder(le) ni responderse.
Y Dios, ya en la parte final de la película,
aunque interpelado, tampoco responde.
Dándose, de este modo, una especie de
transición a la dominancia de Blanco sobre Negro, cosa bien ilustrada en el
film con la desesperanza a la que se enfrenta Negro al sentirse impotente de no
poder detener a Blanco para que, ¿al fin?, vaya a culminar lo que la
intromisión de Negro le había impedido: ¿su suicidio?
En la interpelación que hace Negro hacia
Dios, la cámara es magistralmente
manejada, ya que primero Negro dirige su vista hacia arriba, para después
dirigirse, virtualmente, hacia nosotros, los espectadores, que tampoco podemos
responder(le), pero sí podemos, en cambio, respondernos, por lo menos cada uno
a sí mismo.
¿Cuál es el sentido de nuestra vida?
Al ver la película, a cada uno de los
espectadores se nos mueven nuestras sus cosas más íntimas, nuestras dudas más
radicalmente existenciales, para quedarnos, así, con una zozobra muy personal,
la de darle sentido o no a nuestra propia vida.
Es a eso a lo que nos lleva esta peculiar
película donde Tommy Lee Jones, en que no solamente hace gala de sus claras
cualidades histriónicas, sino, también, de su capacidad de dirigir en ese
oficio tan difícil, el del cine.
Quedándonos, al ver el film, una sensación
incómoda pero extremadamente cuestionadora sobre la vida misma; sobre la de
todas y todos, pero sobre todo sobre la nuestra. La de cada quien.
Excelente forma de escribir, lástima que es ateo, Blanco.
ResponderBorrarBuen día, te agradecemos los comentarios. Copio la respuesta del autor a continuación:
BorrarJ. Ignacio Mancilla ha hecho un nuevo comentario en la entrada "¿Dios es(tá) muerto?":
En primer lugar una disculpa por el retraso de la respuesta al comentario un tanto inesperado. En segundo lugar ¿por qué "lástima" por mi ser ateo? Es una opción, la mía, cosa que no me impide ocuparme de tan trascendente cuestión (la de Dios), como no le impidió a Victor Hugo escribir el bello y monumental poema llamado precisamente Dios. Saludos muy afectuosos (a pesar de las diferencias) y gracias por el comentario.
En primer lugar una disculpa por el retraso de la respuesta al comentario un tanto inesperado. En segundo lugar ¿por qué "lástima" por mi ser ateo? Es una opción, la mía, cosa que no me impide ocuparme de tan trascendente cuestión (la de Dios), como no le impidió a Victor Hugo escribir el bello y monumental poema llamado precisamente Dios. Saludos muy afectuosos (a pesar de las diferencias) y gracias por el comentario.
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