miércoles, 27 de enero de 2016

"Una manada medio rara" (Parte 2)


J. Ignacio Mancilla*





Tomada de: Dreamers.com


[El texto se gestó para un análisis crítico de la Red Analítica Lacaniana (REAL), que se auto disolvió el año 2012 con su XII Congreso en Guadalajara Jalisco; hoy formo parte de otra apuesta, la de la Escuela de la Letra Psicoanalítica, promotora del Encuentro sobre letra y escritura. Feria alternativa del libro en psicoanálisis, que se llevará a cabo en la Ciudad de México los días 5, 6 y 7 de febrero. Queda consignado. Por su extensión se publicó en dos partes, esta es la segunda. Ver la primera: aquí.] 


Sí, es el deseo y sus decisiones lo que une esa peculiar manada, la que en varios momentos de la dos películas aquí analizadas (lo mismo ocurre en la tercera secuela) vemos marchando a contracorriente de las distintas especies que conforman el todo de la vida animal, como es el deseo tras lo que corre, todo el tiempo, Scratt, la ardilla nerviosa que nunca puede estar en paz con la bellota, ya que, por una u otra razón, no puede tenerla para sí. Viéndose condenada, cual Sísifo metamorfoseado en ardilla, a perderla, de nuevo, una vez que la ha pesquisado.

Quizás esto sea una de las características más específicas de la comunidad humana.

Es posible que más de alguno le incomode esta consideración, pero es posible, también, que le reconforte; pues al hacernos pensar en la fragilidad de la comunidad, y no solamente en la fragilidad de la vida misma, tal vez apostemos más por una ética de la hospitalidad y la amistad, sabiendo precisamente del riesgo siempre presente de la hostilidad, como una ética que da cabida al otro en su concreta radicalidad e irreductibilidad en tanto es diferente.

Prójimo (Nebenmensch), le llamó Freud.

Y es que en su ser más interno, está latente, todo el tiempo, lo que podríamos nombrar como la fuerza a-social (Kant) de un ser que carga como segunda naturaleza, en tanto hablante (en la película los que no hablan son los humanos), su ser político, es decir, constructor de ciudades; de culturas y sociedades diversas, condenado a constituir lo que le es imposible: una comunidad que tiene que consolidarse cada vez, aún bajo la amenaza, latente, a cada rato, de su posible destrucción.

¿No es este nuestro riesgo más atroz?

¿No es esto lo que Freud, el creador del psicoanálisis, pone en el centro de la discusión en su famoso El Malestar en la cultura (1930)?

El mero hecho de ser hablante es lo que ha separado al ser humano de su estricta condición de animal; abriéndose ante él un abismo que estructura su más interno ser social y cultural: un abismo en el que la relación con lo animal es de lo más paradójico, ya que lo más interno, nuestra animalidad, pasa a ser lo más externo, tornándose, por ello mismo amenazante en tanto insiste en manifestársenos a cada momento de nuestra vida.

Es esa fuerza lo que hace que Ellie y Manfred decidan, contra natura, abandonar su familia de origen, los mamuts, una vez que los dos se han encontrado, para decidir quedarse con su manada “medio rara” y seguir, de ese modo, el reto de permanecer juntos contra todos los peligros que los amenazan: internos y externos.

Esa decisión, junto con otras, es lo que nos permite afirmar que esa “manada medio rara” es una excelente alegoría de la condición humana.

Existe una tercera película, como ya lo dije, también dirigida por Carlos Saldanha; incluso ya existe la cuarta entrega (2012); pero para nosotros lo más importante ya se ha jugado desde la primera película: el cómo se nos muestra el carácter imposible de la comunidad humana, ello a través de Sid, Manfred y Diego y lo que cada uno representa dentro de la lógica comunitaria.

La tercera película complejiza la historia de esta “manada medio rara” al incorporar los siguientes personajes: Morita, la hija de Manfred y Ellie; Buck, la comadreja tuerta, personaje por demás interesante, que persigue al tiranosuario, Ruddy, por haberle arrancado el ojo; Scratte, la ardilla hembra, que nos muestra que en el amor no hay Uno, sino dos (Alain Badiou) y, por supuesto, las locuras de Sid y su pretensión de conformar una familia con tres huevos de dinosaurios, hecho que hará que éste sea defendido por la tiranosaurio hembra ante las embestidas de Ruddy.

Es con esta historia que se nos hace reír; es decir, al reírnos de los animales nos estamos riendo de nosotros mismos, una vez que a través de esta alegoría se nos hace entender la condición imposible de nuestro singular “contrato social”, siempre precario y, por tanto, en riesgo. Como es más que evidente en el mundo de hoy y sus guerras, antes contra el comunismo, ahora contra el narcotráfico y el terrorismo.

Pero, pregunto, a manera de pro-vocación y para que pensemos: ¿Con quién nos identificamos en la película?

No estamos ante una cuestión boba, más bien, consideramos que se trata de una pregunta fundamental, ya que al responderla lo que hacemos es detallar lo que cada personaje juega en aras de la constitución o no de la comunidad que, insistimos, tiene que forjarse día con día; en los actos y decisiones de cada uno de sus miembros; así como en el hacer de la comunidad toda.

Si Sid es el pegamento de la sociedad, pensamos nosotros, Manfred es sobre quien recae todo el peso de la estructura social, de ahí que represente la fuerza y hasta el sacrificio.

¿No es él quien enseña a Diego la regla fundamental de la manada: aquella que dice que hay que arriesgar la vida en aras del grupo?

¿Acaso Diego no devuelve favor con favor, poniendo en riesgo su propia vida ante Soto (el macho alfa de la manada de los dientes de sable), esa especie de gran Otro que pide y exige el sacrificio de Pinky, como acto supremo de venganza ante la afrenta del rebaño humano, en tanto éste ha diezmado la manada de los dientes de sable?

Diego, el depredador, es la amenaza latente a lo humano, de hecho su misión es ir por el niño y llevárselo a Soto; pero las peripecias de la manada hacen que Diego termine por aceptar las reglas de esa su nueva manada, “traicionando”, de ese modo, su manada de origen.

Utilizo aquí “traición” no en un sentido moral sino, más bien, con Badiou, en el sentido de que las decisiones tienen que ver con la verdad que juegan los sujetos en tanto ésta, la verdad, tiene que ver con la lógica de los acontecimientos.

Es así como nuestros personajes terminan por constituir, al final de la historia de la primera película, esa “manada medio rara”, una vez que Diego se recupera de los estragos ocasionados por su lucha con Soto, lucha que emprende para salvar a Manfred.

La “traición” de Diego hay que entenderla, insisto, ligada al “proceso acontecimiental” de la constitución de “esa manada medio rara” a la que se incorpora; es decir, las decisiones y actos éticos hay que leerlos ligados a los procesos de verdad de los acontecimientos, tal y como lo hace el filósofo marroquí/francés ya citado, al que sigo en este punto.

Es pensando la lógica acontecimiental que Badiou plantea tres sujetos: el fiel, el reactivo y el oscuro.

Curiosa manada: un depredador, un animal que representa la fuerza y un perezoso, que representa el ingenio, pero también la torpeza y el espíritu lúdico, ¿acaso no es todo eso el ser humano?

Más depredador que cualquier animal; más fuerte en tanto los instrumentos técnicos que ha fabricado lo hacen el ser más poderoso y siniestro, según nos dice la tradición, sobre todo la tragedia griega; y más “perezoso” e ingenioso que cualquier perezoso.

¿Qué verdad o, mejor dicho, qué procesos de verdad están ligados al acontecimiento Red?

¿Al acontecimiento Red Analítica Lacaniana?

¿Hemos sido fieles a los procesos de verdad ligados a ese peculiar acontecimiento?
Pero regresemos a la película y detengámonos en los personajes, escenas y diálogos, para por medio de ellos ahondar en nuestro análisis y lectura de esta peculiar cinta, que no pretende otra cosa que tratar de ilustrar lo que nos dice Roberto Esposito sobre el origen y destino de la comunidad humana; sobre la protección y negación de la vida; en pocas palabras, sobre la peculiar mutación de la biopolítica en tanatopolítica en los tiempos actuales.

Y nuestra Red, en tanto inmersa en la temporalidad actual, no es ajena, por supuesto, a todas las peripecias de la comunidad actual.

Es por ello que nosotros extrapolamos algunas cosas, para pensar mejor, eso esperamos, el origen y destino de nuestra Red; sus contradicciones, pero también su perseverancia, para bien y para mal.

Para pensar mejor los procesos de verdad a los que estamos ligados en tanto somos parte de este singular acontecimiento llamado Red Analítica Lacaniana; procesos de verdad que hemos puesto en juego en nuestro pasado X Congreso: La degradación de los lazos sociales. Y el golpe de timón que ese singular Congreso significó.

¿Cuál será el futuro inmediato y mediato de nuestra Red?

Va a depender de nuestros actos y decisiones.

Bien, esta es mi pequeña contribución para pensar nuestra Red; y para hacerlo, al tiempo que voy cerrando mi participación, quiero anexar la siguiente reflexión de corte económico, que aunada a la que he hecho sobre el problema del poder en la constitución de una comunidad, nos permitirá entender mejor las dificultades que hemos enfrentado y las que seguiremos enfrentando, como Red, tomado como pretexto la película la Era de hielo para hablar de mi y de nosotros, para hablar de nuestra Red.

Para pensarla críticamente.

¿Acaso no nos hace falta pensar críticamente el dinero?

En este punto es indispensable llevar más allá, radicalmente, las reflexiones del joven Marx; y también del viejo Marx.

Pero también tenemos que llevar más allá, radicalmente, lo que Freud y Lacan han elaborado con respecto al dinero.

Ahí está esa carta del 16 de enero de 1898, citada en el epígrafe, como exigencia en la medida en que el dinero poco o nada tiene que ver con ese deseo supletorio que Freud ubica en la prehistoria del sujeto.

¿Es indispensable que evoque, aquí, el fetichismo de la mercancía y todo lo que representan las relaciones alienadas del capitalismo basadas en el dinero?

¿Qué es el dinero?

¿El Moloch moderno al que se sacrifica, Marx dixit, miles y millones de vidas concretas?

Se sabe, por ejemplo, que mueren 28 mil personas diarias de hambre; es decir,

¿Qué papel queremos que desempeñe el dinero, más allá o más acá de la fuerza inercial de las exigencias de nuestro tiempo?

Que nuestras decisiones y actos hablen por nosotros.

Es nuestra Red la que está en juego.



México D. F., a 5 de agosto de 2011. (Fecha original).




    *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]









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