viernes, 18 de enero de 2019

Entrada especial | Puntos suspensivos


Inés M. Michel*



¿Cuál es el sello de haber logrado la libertad? 
-No sentir vergüenza de uno mismo.

Parágrafo 275 de La Gaya Ciencia, Friedrich Nietzsche.


Huir del destino y caer, justo por eso, en él. Sófocles lo dejó dicho... Shakespeare también. ¿Mi destino es uno trágico entonces...?

Huí, sin pretenderlo del todo. Ellas, las letras, me siguieron siempre...

Aquí estoy, haciendo lo único para lo que sirvo, lo único en lo que creo, lo único a lo que he podido entregarme sin tiempo, sin miedo. Vivo de corregir(me)... en los textos, en mis voces, en mi tristeza.


Inés M. Michel (¿2 años?).


Extraño, a veces, tener 12 o 2 y tenerlo todo, esa fugaz infancia, ese hogar-refugio donde la luz del sol se veía distinta. 

Víspera de mis 32 recuerdo que no hay tiempo qué perder, que hay tantos miedos qué vencer.

Es momento de parar y felicitarme, por resistir ante la muerte que arrebató planes, anhelos, vidas. Te extraño abuelo. Te extraño Cherry. Te extraño Vod. 


Javier Michel (1918 - 1988).
Kengah y Cherry.



Vodka  (2018 - 2018).

De golpe les recuerdo en una ducha cualquiera o atenta al semáforo en rojo. Gracias por nunca irse, en este tiempo sin tiempo donde vivimos juntos, más allá del límite de la razón. Gracias por servir de ejemplo, de orgullo, por soportarme sin claudicar, en la memoria.

32 años viva

J. Ignacio Mancilla.


Retomo en esta entrada especial las cuerdas -que papá y yo hemos dejado en pausa creativa hasta febrero- para decirles que allá donde me lean también estará un pedacito de mi historia, una historia donde cada cuerda, nota, apunte, capítulo y palabra teje una red (im)posible. En esa red me he detenido cuando el silencio de ultratumba se ha vuelto insoportable, cuando el ruido de la contaminación ha escalado sin control, cuando he querido observarme un poco a la distancia. 


Eunice Michel.


De esa red ígnea soy tejedora. La escritura me tiene, siempre me tuvo. La escritura me lleva por tantos caminos inexplicables y maravillosos. Por la escritura soy y estoy. A mis 32 agradezco a papá, a mamá que me mostraron tan pronto, con aquel librito sumergible en agua, las luces titilantes, tenues, étereas (que por momentos parecen más reales que todo lo demás) que se instalan para siempre en quienes encontramos consuelo al leer y escribir.


Inés e Isabel, 2015 (Foto: David Becerra).


Así que aquí, titilando, agradezco también a mis cómplices de vida -pasados y presentes-, a lectoras y lectores de Cuerdas, a mi hermana Isabel, hermosa casi gemela diez años menor, a Víctor, mi compañero en tantas tempestades, a quien le he dejado el timón de asuntos simples que con frecuencia me sobrepasan, a David, que desde su propio universo me acompaña, a Estef, por la amistad que ha superado barreras de tiempo y distancia, a Nacho y Eunice, por un día desear que viniera a este mundo y nunca abandonarme en ninguna de mis locuras.


David A. Becerra y su obra Día D,
Hospicio Cabañas, Gdl, 2011.

Bonnie, Víctor, Queto, Inés, Ilse y Estefanía,
Agüita, Gdl, 2016.




Nos volveremos a leer en febrero, cuando iniciemos la nueva etapa de Cuerdas Ígneas, celebrando ya casi cuatro años de construirnos en este espacio, todo con ustedes que nos leen y por cualquier vía se suman al diálogo. Mientras tanto, festejo mis 32 años escribiendo y viajando, pensando en cada año vivido como uno valioso y distinto, imperfecto y bello. Cada uno me ha traído hasta estos puntos... suspensivos.


Estef e Inés, 2010 (Foto: David A. Becerra).



Inés M. Michel.
@inesmmichel
I: inmichel

Ciudad de México, 18 de enero, 2019.

 *[Atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia.]








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