J. Ignacio Mancilla*
“Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto:
que…”
León Felipe
Agregar leyenda |
El Encuentro sobre Letra y Escritura. Primera Feria
Internacional del Libro en Psicoanálisis. Organizado por la Escuela de la Letra
psicoanalítica (ESLEP), a la que pertenezco; y que se llevó a cabo en la Ciudad
de México (en El Bucardón) los pasados 5, 6 y 7 de febrero, fue una verdadera
delicia y fiesta, en muchos sentidos de la palabra: pero sobre todo en cuanto a
la palabra hablada, y también con respecto a la palabra escrita, por supuesto.
Se presentaron libros y revistas de Psicoanálisis, además de
otras cositas (y arriba y arriba, por ti seré…); disertaciones, conferencias,
en fin, intercambio de ideas, no sin diferencias, por cierto, pero todo ello en
un ambiente de respeto y, ¡claro!, más de un exabrupto fuera de lugar.
Nada es perfecto.
Ahí se estrenó como escritora, presentándose como tal, mi
amiga Asbel Hernández. Autora de Otra vez el crepúsculo (Samsara, 2015), libro
que aglutina 27 cuentos, en los que Asbel hace gala de cuentista de lo real,
pero humano… diferenciándose, un poco, de lo real inhumano de Poe, por ejemplo,
además de otros cuentistas del mismo estilo, como Horacio Quiroga.
Pero, se preguntará el lector o lectora, ¿por qué hago esta
afirmación?
Va mi respuesta:
Porque si bien es cierto que en la narrativa cuentística de
Asbel Hernández está presente, ¡y de qué manera!, la dimensión siniestra de lo
humano, también lo está aquella manifestación maravillosa de lo humano en su
sentido más estricto, el amor; más específicamente el erotismo, que no es sin
la pulsión de muerte, como vislumbró adecuadamente Sigmund Freud, el creador
del Psicoanálisis.
De modo que su estilo logra de forma excelsa, mostrarnos un
raro equilibrio entre la parte oscura y la parte luminosa de lo humano,
demasiado humano; citaré dos textos para mostrar a ustedes, lectores de Cuerdas
Ígneas, esto que intento sostener en este pequeño escrito.
En cuanto a la dimensión ominosa, va:
“La muerte real trae recuerdos que estaban metidos en un
sitio con triple llave, entre ellos los castigos de aquella madre: a mi hermana
Rosinda la obligó a cargar un tabique en cada mano, hincada en medio del patio,
que le diera el sol de la tarde (era parte del asunto) y nada de doblar los
brazos. No hay niño que aguante aquello” (Trazo propio).
Y en lo relativo a la perspectiva luminosa, va:
“El dedo índice hizo movimientos circulares de forma pausada;
otros momentos aceleraba el ritmo y mi respiración se agitaba de forma
incontenida. Sus labios puestos en uno de mis senos, la mano derecha lo
sostenía con firmeza como queriendo exprimirlo. Su lengua redibujó mi areola
una y otra vez. Nos besamos casi hasta arrancarnos el ser. Tomar bocanadas de
aire y volver a empezar. Sentirlo dentro, duro, firme. Los movimientos certeros
de su vientre que no paraban y yo deseosa de tenerlo eternamente en mis
entrañas. Una explosión de emociones anunció mi primer orgasmo. Después él
salió de mi vagina húmeda. Hizo una pausa para no venirse, -¡Quiero que dure
más!- dijo agitado” (Las olas no duermen).
Sí, cierto que lo real inhumano también está presente en los
cuentos de Asbel, pero también lo es que no obstante ello, en sus cuentos no
deja de tener presencia el erotismo; en pocas palabras, la vida. Y no solamente
hace acto de presencia sino que, además, logra trasmitirse en toda su
excelsitud, sin por ello desplazar a un lugar secundario la parte oscura de lo
humano, también hecha escritura.
En cuanto a la técnica simplemente diré que me fascinó el
monólogo del personaje central, Mercedes, de Tal vez esto es la muerte, en el
que sin ninguna puntuación logra que se lea ese atiborramiento de ideas y
emociones, cual asociación libre, en un diván, hechas un torrente vertiginoso
que cierra de forma increíble la brevedad del cuento, una página.
De modo que Asbel Hernández no sólo es una teórica
formidable, es cuestión de leer su Antes bien, no ser. De Edipo a Eatherly y
más allá… (2013), editado por la misma editorial que ahora nos brinda sus
cuentos, Samsara.
Por esto y por más cosas que iré desplegando poco a poco en
este Blog, es que el Encuentro fue, pues, una grata sorpresa. ¡Enhorabuena
Asbel Hernández y bienvenida a la República de la(s) letra(s) y la(s)
escritura(s)! Primero la psicoanalítica y ahora la de la literatura, ¿o habrá
que escribir lituraterra?
¿Por la singularidad de tu escritura que funge como litoral?
Dejo la pregunta.
[Ateo, lector apasionado,
*J. Ignacio Mancilla
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
No hay comentarios.:
Publicar un comentario