miércoles, 23 de marzo de 2016

¡A casi 128 años de El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo!, de Friedrich Nietzsche


J. Ignacio Mancilla*




Portada de Alianza Editorial



[Gracias a PaOla MerAnt y Judith Lacan por haber puesto en mis manos los Escritos de Turín, sin ese gesto no hubiera sido posible mi elucubración del sábado pasado, en la Especialidad, sobre Los estilos punzantes de Nietzsche y tampoco este texto tan especial para Cuerdas Ígneas. Gracias de todo corazón.]






“… Dios la fórmula para toda difamación
de la vida, para toda mentira del <<más
allá>>; en Dios divinizada la nada,
bendecida la voluntad de nada!...
¡Hasta ese punto hemos llegado!...”.

Friedrich Nietzsche. Escritos de Turín. Cartas 
y notas de locura (Fragmentos póstumos, 1888).       

Edición de José Luis Puertas,
Biblioteca Nueva, Madrid, 2009.


1888 fue un año crucial en la vida de Friedrich Nietzsche (1844-1900); fue prodigioso, pero también aciago.

Ese año alcanzó su máxima capacidad creativa, al tiempo que se desmoronó su identidad, para asumir la de otros; incluso Otros (Dionisos, Buda, El Anticristo, El Crucificado, etcétera).

Fue ese año que emprendió la tarea, enorme, de fijar en varios libros lo esencial de su pensamiento; cosa que formuló, primero, con el Plan general de La Voluntad de Poder. Transvaloración de todos los valores. Para, después, retomar el subtítulo y convertirlo en el hilo conductor de otro Proyecto, también de varios libros, pero con la diferencia que el primer libro, El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo, sí lo escribió y lo dejó listo para su publicación (fue su amigo el teólogo Franz Overbeck, 1837-1905, quien lo rescató).

Lamentablemente a finales de ese año, excelso y fatídico a la vez, Nietzsche se volvió loco, entre otras cosas como consecuencia de la sífilis contraída durante su juventud.


Nietzsche y el caballo de Turín


Este año, 2016, a finales, se cumplen 128 años de que ese libro formidable se haya escrito; texto en el que Nietzsche condensa y formula lo más logrado de su filosofía: su crítica radical al cristianismo.

Es por ello que me ocupo, sucintamente, de este texto precursor en muchos sentidos, en el que todo se centra en deconstruir (el término es del filósofo francés, de origen argelino y judío, Jacques Derrida, 1930-2004), bastante influido por el creador de Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie).

Siempre he convocado a mis alumnos y mis alumnas, en el Seminario sobre Nietzsche que doy en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara, a que se confronten, seria y profundamente, con ese singular texto que sigue marcándonos, en muchos sentidos, el derrotero de algo todavía no consumado del todo: la necesaria deconstrucción del cristianismo, en tanto éste sigue siendo el pilar fundamental de la modernidad; inclusive en su dimensión líquida (Zygmunt Bauman).

Es mucho lo que habría que decir sobre dicho libro, aquí simplemente retomo una pregunta y una afirmación que se hiciera, precisamente el año de su redacción, 1888, el filósofo del martillo:

“¿Qué ha negado Cristo? –

“Todo lo que hoy se llama cristiano” (Escritos de Turín. Cartas y notas de locura –Fragmentos póstumos, 1888, Biblioteca Nueva, Madrid, 2009, edición de José Luis Puertas).

A casi 128 años de haber sido formulada esta cuestión, sigue resonando y retumbando, como dinamita, los cimientos de nuestra modernidad, no obstante que ésta sigue en pie, aun   que sumida en una profunda crisis.

¿Seremos capaces no solamente de escuchar su estruendo sino, sobre todo, de asumir sus consecuencias?

Y no se quiera quitarle méritos a la pregunta y a la respuesta, con el mal argumento de que Nietzsche estaba loco, pues creo que no podemos seguir creyendo, como Michel Foucault (1926-1984), que la locura no produce obra.

Ahí están, como reto, esas maravillosas Cartas de la locura, en especial la que Nietzsche dirige a su colega de Basilea, el profesor Jacob Burckhardt (1818-1897), el 6 de enero de 1889, en pleno derrumbe mental.

¿Cómo pudo escribir una carta así, estando loco?


¿Acaso la locura no desborda al loco y nos implica a todas y todos, en tanto los otros del loco?   





   
  *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]











     


  

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