miércoles, 9 de marzo de 2016

De la opacidad del panóptico de Bentham a la transparencia de la mirada digital. ¿Corazón de UdeG y portal transparentes?


J. Ignacio Mancilla*


“Ninguno otro lema domina hoy tanto
el espacio público como la transparencia…
La omnipresente exigencia de trasparencia,
que aumenta hasta convertirla en un fetiche
y totalizarla, se remonta a un cambio
de paradigma que no puede reducirse al
ámbito de la política y de la economía”.

Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia.



Iniciamos

Este filósofo coreano que escribe en alemán ha irrumpido en la escena de la filosofía internacional para quedarse. Con libros breves como si se tratase de haikus filosóficos, pero muy sugerentes y contundentes a la vez, es uno de los críticos más interesantes de la modernidad líquida (Zygmunt Bauman).

Con varios libros ya traducidos al español, todos excelentes, quiero destacar el que da pie al epígrafe de esta intervención, pues en dicho libro hace un análisis sin igual del imperativo de la transparencia, que nos ayudará mucho para desmontar, críticamente, lo que acontece en la Universidad de Guadalajara desde la perspectiva de su grupo de poder autodenominado “Grupo Universidad”; esto desde la propia óptica del último informe y de su portal de transparencia; así como considerando la exhibición obscena de su líder, en fotografías que inundaron la red y sobre las cuales todo mundo guarda un silencio políticamente correcto, pues estamos tomados por el miedo, ya que su poder se quiere presentar como absoluto.




Pero desde Lacan sabemos que el Otro (con mayúscula) también está atravesado por la falta.

Es decir, que todo amo no es sin falta.

Y es que, lo sabemos, del líder universitario dependen becas, promociones, puestos, intercambios (hasta sexuales, ja, ja, ja), clases, etcétera; incluso salir o no en las famosas listas de aceptación a la carrera que se aspire en la Universidad de Guadalajara, que va en aumento, según el decir oficial que por supuesto no se corresponde con la realidad.
De no aparecer en listas, si se quiere estudiar, es forzoso pagar, ello a pesar de que todavía el artículo 3º Constitucional consagra la gratuidad de la educación.

De las y los profesores de asignatura

Es en las y los profesores de asignatura en los que recae, fundamentalmente, el enorme peso de una de las tareas sustantivas de la Universidad;  la de la enseñanza.
Es un hecho.

No obstante ello, son los peor pagados y los que tienen las condiciones laborales más precarias. Cuestión que abre todo un tema a la hora de tocar el asunto de la injusticia dentro de la propia Universidad.

Sobre esta situación tan singular, el Colectivo de Reflexión Universitaria (CRU), con todos sus límites, la ha venido denunciando todo el tiempo.

Nos asumimos, por tanto, como un Colectivo crítico del statu quo universitario, que no es ajeno a las condiciones del stablishment político general.

Antes al contrario, su expresión es paradigmática.

Que no son, precisamente, democráticas. Es cuestión de revisar las tres últimas elecciones para presidente, donde las trampas, incluso la compra de votos, además de la manipulación cibernética han estado a la orden del día. 

Pero antes de entrar de lleno en esta singular problemática, quiero, aquí, en este importante espacio, detenerme en las dimensiones más filosóficas del asunto de la transparencia, esto en la perspectiva de Byung-Chul Han.

Para así pasar a la situación particular de nuestra Universidad de Guadalajara. Tan vergonzosa en la medida en que a estas alturas del siglo XXI se siguen perpetuando formas de control que pertenecen al siglo XIX; incluso podemos considerarlas medievales (y que me disculpe el recientemente fallecido Umberto Eco), en tanto dependen de un señor feudal que impone o, a lo sumo, reparte mandos en un espacio absolutamente controlado por él.

¿Dónde queda la institucionalidad de la Universidad de Guadalajara?

Pasa lo mismo que con la institucionalidad de nuestro país, los mismos que la representan son los que la violentan. Ejerciendo, con esos modos, a la manea de Todo modo, (Leonardo Sciascia, 1921-1989) ejercicios del poder meta institucionales, que son una práctica añeja en nuestro país, lamentablemente.

Pero, para Han el asunto central radica en el cambio de paradigma que ha introducido el neoliberalismo, con consecuencias en el propio orden democrático.

Tomaré solamente algunas de sus ideas, las centrales, pues su profundidad filosófica merece un mayor y mejor análisis que el que puedo desarrollar aquí, por obvias razones de tiempo, y también porque la prioridad está puesta en lo político y sus rupturas epistémicas, como lo establece el coreano radicado en Alemania.

Para hacerlo voy a valerme de una obra también paradigmática, pero en el campo del arte; me refiero al Gran vidrio o La novia desnudada por sus solteros,  de Marcel Duchamp (1887-1968), obra que el artista francés desarrolló entre 1915 y 1923 y que, más allá de las complejas interpretaciones estéticas, lo que quiero destacar es la perplejidad que causa precisamente su transparencia, pues el contenido está a la vista de todos.




Quizá como antecedente se encuentre el Gran Palacio, que comenzó a crearse en 1897 para albergar la Gran Exposición Universal de 1900, un hito no solamente en el arte sino en la industria y donde el cristal desempeñó un papel protagónico no sólo en la estética sino en toda la producción industrial.




Pero el interés de esta noche no es el arte, sino la política, ésa que se está mutando para poner la transparencia como su lema principal.

Y es aquí donde recurro a Byung-Chul Han.

Para Han la transparencia es simplemente el principio de exposición, es decir, para vender hay que exponer y también exponerse.

De ahí que la transparencia sea positiva en sí misma; al tiempo que todo, incluso lo privado tiene que ser expuesto (he aquí el verdadero sentido de las fotos difundidas del señor feudal de la Universidad).

Son fotos privadas sí, ¿pero qué significa privado hoy día?

Y sobre todo, ¿qué caso tiene que se viaje a Roma, con dinero público, si nadie se va a enterar?

Aquí transparencia se junta, como los novios del Gran Vidrio, pero sin poder tocarse, pues una barra de aluminio los separa, con el cinismo, pues, ¿de qué sirve que todo mundo se entere que el señor feudal goza de inmunidad y de impunidad?

Tan transparente es, que ahí está, a la vista de todos, como el Big Brother, perdón, como el Gran Vidrio, todo mundo puede ver su contenido, pero ¿qué significa eso con más precisión?

¿Qué significan realmente esas fotos ya famosas?

He aquí el asunto, el quid de la cuestión.

Voy a citar al filósofo coreano ya tantas veces referido, quizá sea la única cita textual que haga, pero es central para lo que yo quiero esta noche trasmitirles en este importante diálogo con los periodistas aquí presentes.

Leo:

“La operación belleza persigue el fin de maximizar el valor de exposición. Los modelos actuales no trasmiten ningún valor interior, sino tan solo medidas exteriores, a las que se intenta corresponder incluso con el uso de medios violentos. El imperativo de exposición conduce a una absolutización de lo visible y exterior. Lo invisible no existe, porque no engendra ningún valor de exposición, ninguna atención.

Continúo la cita:

“La coacción de la exposición explota lo visible. La superficie brillante es a su manera transparente. No se le pregunta más allá de eso. No tiene ninguna estructura hermenéutica profunda. También la faz es el rostro hecho transparente, que aspira a la maximización del valor de exposición. La coacción de la exposición nos despoja, a la postre, de nuestro rostro. Ya no es posible ser el propio rostro. La absolutización del valor de exposición se manifiesta como tiranía de la visibilidad. Lo problemático no es el aumento de imágenes, sino la coacción icónica de convertirse en imagen. El imperativo de la transparencia hace sospechoso todo lo que no se somete a la visibilidad. En eso consiste su violencia” (Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Editorial Herder, Barcelona, 2013, p. 31).

Si la belleza de la transparencia aparece a finales del siglo XIX y principios del XX, hoy, en los primeros años del siglo XXI ha alcanzado su auge, como podemos constatarlo en las todas las redes sociales y en el principio imperativo, coactivo, del Facebook: ¡Haz visible incluso lo más íntimo!

¿No es ese principio coactivo el que lleva a que la propia gente se exponga, es decir, se balconeé?

Bien, a partir de este planteamiento de Han es que quiero hacer mi propuesta de lectura de lo que acontece no solamente en la Universidad de Guadalajara como estructura de poder político (por más que lo nieguen), sino lo que ocurre en todo el sistema capitalista en su etapa neoliberal más descarnada y feroz.

Donde no obstante el principio de transparencia, y el hecho más que evidente de que muchas y muchos miembros de la clase política se exponen o son expuestos a la luz de los más variados medios de comunicación, nada pasa, pues la inmunidad y la impunidad, que no son necesariamente principios contradictorios, por lo menos en México, siguen tan campantes y tan cínicos.

Y es que la transparencia en sí misma no es sinónimo de verdad y mucho menos de acción política.

He aquí el punto central de toda esta cuestión, según mi perspectiva.

Para que haya verdad y sobre todo acción política, se requiere de un discurso que desmonte el mismo principio de transparencia en el que descansa el actual modelo y que se sustenta, a la vez, en los principios de máxima transparencia y máximo rendimiento, en los que la negatividad de la crítica ya no opera, por lo menos según la ideología neoliberal, tan bien expuesta por nuestro filósofo coreano.

Es de ese modo que reducen toda participación política a ser impotente, ello en la medida en que se reduce a mera denuncia; quedándose en el señalamiento de que se ha violentado el principio de transparencia.

Por eso pregunto:

1)    ¿Qué se logró con la denuncia de La Casa Blanca y otras casitas y arriba y arriba, por ti seré…?

2)    ¿Qué se ha logrado con tantas denuncias y pruebas fehacientes que involucran a prominentes miembros de nuestra casta política?

3)    ¿Por qué no se pasa de la denuncia al principio de organización política, por ejemplo el de desobediencia civil?

De este modo nos mutaríamos de meros denunciantes en verdaderos actores políticos, en cuanto miembros de la sociedad civil.

Y la transparencia, vista desde esta perspectiva, no sería más que el capítulo de una verdadera revolución social por venir. 
   
Si no lo hacemos, la posibilidad es caer en un retroceso, es decir en el hecho siniestro de que se abran las puertas de lo que Alain Badiou (filósofo francés) llama los fascismos más feroces que los de antaño.

Dicho con otras palabras, hoy se está incubando no una serpiente, sino algo todavía peor: un fascismo recargado, para jugar con el título de una de las películas más exitosas de los últimos tiempos (me refiero a la trilogía de Matrix, de los hermanos Wachoswski).

Una conclusión que no cierra

A manera de despedida, voy a citar a uno de los autores que mejor conoció al PRI, Luis Javier Garrido (1941-2012), para, así, hacer memoria histórica sobre lo que ha significado, en México, la democracia y la transparencia, esto desde la perspectiva de su propia clase política, hoy en cuestión y que arrastra consigo el más pesado fardo de la falta de legitimidad, aunque la legalidad la sigan teniendo de su lado, para seguir violentándola, como todas y todos sabemos.

¡Fue el Estado!, gritó que resonó después de los terribles acontecimientos de Ayotzinapa.

Pero vuelvo al asunto de la memoria histórica.

En un artículo de Proceso del 4 de marzo de 2002, La democracia imposible, Luis Javier Garrido hacía el siguiente recuento:

El intento de Carlos A Madrazo por democratizar al PRI en 1965 a nivel municipal fue detenido abruptamente por Díaz Ordaz no sólo porque afectaba una prerrogativa de los gobernadores, algunos de los cuales se inconformaron con él, sino porque se entendió que el tabasqueño buscaba desde el PRI forjarse un liderazgo que le permitiría imponerse como candidato presidencial en 1969”.

Prosigo con la cita:

“El trauma que esta tentativa detenida generó al partido, determinó que durante mucho tiempo no se realizara ningún otro intento, hasta que, 12 años después, Carlos El Negro Sansores buscó en 1977 reestablecer las primarias como parte de su proyecto de la Democracia Transparente, que suponía que se sufragara en urnas de cristal, mismo que fue frenado por los líderes de los sectores que sintieron que sus intereses estaban amenazados, lo que hizo saber Fidel Velázquez, quien declaró en nombre de la CTM que esa democracia era tan transparente que ni se veía, a lo que El Negro repuso, airado, que no la veía por sus gafas oscuras”.

Hasta aquí la cita. Vuelvo al tiempo presente.

Curiosamente en las fotos aquí referidas el señor feudal aparece, como el extinto Fidel Velázquez, con gafas oscuras, ¿será por eso que no ve la antidemocracia de la que él mismo es causa y efecto?

¿Será por eso que en su último informe Tonatiuh Bravo Padilla, como la historia y la retórica de informes en México manda, nos pinta una Universidad de Guadalajara en la que todo va bien?

Pero, ¿acaso vivimos en la mejor de las universidades posibles?

¿Desde cuándo somos leibnizianos sin darnos cuenta? 

Con estas preguntas cierro mi intervención.

Muchas gracias.





Guadalajara, Jalisco, Museo Regional, a 3 de marzo de 2016. [Fecha original].
       


 
  *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]











     
  

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