Inés M. Michel*
"Solo tu nombre es mi enemigo. ¿Qué es un nombre? No es pie, ni brazo, ni rostro, ni otro componente humano. ¿Qué hay en un nombre? Eso que llamamos rosa, lo mismo perfumaría con otra designación... Mi bien, abandona este nombre, que no forma parte de ti mismo, y tómame toda entera a cambio de él."
Julieta.
(Romeo y Julieta, W. Shakespeare).
Es
tópico frecuente que vivimos bombardeados por doquier de ideas sobre el amor
romántico. Están en el cine, la televisión, revistas, libros, en la publicidad
que encontramos por la calle… Se trata de mensajes que a toda hora, y desde que
somos muy pequeños, van dejando imágenes, representaciones, pensamientos en
nosotros que terminan germinando y echando raíces; no todos son conscientes de
ello pero ahí están.
Estos
apuntes van hacia esa dirección, en un intento por reflexionar para mí misma y
con ustedes lectoras y lectores, qué tanto hay de nosotros mismos en nuestras
relaciones románticas, sea lo que signifique eso de nosotros mismos, y qué tanto hay de lo que culturalmente se ha
construido alrededor de nosotros. No sé si sea posible disociar un campo y
otro, al final, nos vamos construyendo en una sociedad determinada, con un
entorno que moldea nuestras creencias, costumbres y forma de pensar. Aún así,
considero que no a todos les afecta por igual la influencia que reciben de su
entorno y hay personas que logran distanciarse de su medio y aplicar sus
propias reglas y necesidades a sus relaciones y estilo de vida.
¿Es
un triunfo el amor?
Nos
enseñan que el amor o, más concretamente, establecerse en una relación
romántica es una meta que perseguir en la vida adulta, pues “la soltería” no es
una situación deseable que deba ser prolongada indefinidamente, “tienes que
asentar cabeza”, conseguir una “relación estable”. Con todo lo cuestionable que
nos resulte, esas ideas están por ahí, flotando a nuestro alrededor.
Me
pregunto si encontrar alguien a quien amar es un triunfo, si es algo que se
deba perseguir, así como titularse, conseguir un empleo, comprar una casa… no
son equiparables estas comparaciones quizá, pero las pongo como ejemplos de
momentos deseados para muchas personas, que se festejan y se presumen en redes
sociales.
También
es buen momento para aclarar que estar en una relación no es sinónimo de amar a
esa persona y de que esa persona te ame, aunque para muchos sería deseable
contar con ambas condiciones… supongo.
Pero,
hablando específicamente del amor, ¿debe ser considerado una meta en sí misma?
En un mundo tan carente de amor (propio, para empezar, y luego por el resto de
la humanidad) una respuesta rápida pudiera ser que sí. Amar podría ser, así en
general, una solución a diferentes problemáticas.
¿Y
el amor romántico? Con todo y sus clichés, ¿es necesario?, ¿debería ser una
meta?
Yendo
más allá, ¿es por su duración un triunfo el amor? O, ¿lo es por su intensidad?
Celebramos
los aniversarios con la persona amada, atesoramos ese momento en que comenzó la
relación y llevamos la cuenta del tiempo que hemos estado juntos. Me he
encontrado con publicaciones en Facebook que rezan: ¡El amor sí existe! Con una
foto de una pareja de Hollywood que lleva cincuenta y un años junta, o treinta
o veinte.
Esto
y otras nociones relativas al amor ideal nos ponen en jaque, porque entonces
qué pasa con las relaciones que no duran décadas, ¿no era amor verdadero? Si
nuestra relación de preparatoria llegó a su fin después de que nos juráramos
amor eterno, ¿era amor falso? Si un matrimonio se deshace antes de la llegada
de la muerte ¿fue un fracaso?
Expongo
algunas preguntas para reflexionar en torno a ellas y si es posible empezar a
liberarnos de esas ataduras mentales, una de ellas es la que nos remite a los
días contados junto a alguien, a veces más que a lo vivido con esa persona.
Puntos
de comparación los habrá siempre, pero por qué no centrarnos en nuestra propia
historia y tiempo, sin sentir el yugo de lo que “tiene que ser”, o lo que
“debería ser”.
Sería
pertinente aclarar que no estoy pronunciándome contra la búsqueda del amor,
para nada. Simplemente me pregunto si está búsqueda es una necesidad que nos
imponemos, sintiendo que fracasamos si no llega a donde pretendemos que llegue.
Me
parece que el amor es una de las cosas más bellas de este mundo y que el poder
compartir esa emoción y sentimientos con alguien es una dicha, lo que no estoy
segura es que se pueda llamar triunfo a establecer una relación romántica
condicionada por ciertas características. ¿Qué hay de los amores fugaces o de
los amores imposibles? ¿No es amor? Qué hay de lo vivido en secreto, por
determinadas circunstancias, qué hay de los amores que se juzgan como
“inapropiados” o de los que no nos atrevemos ni siquiera a vivir, experimentar
o decir en voz alta, ya sea por miedo, inhibiciones o inseguridad.
Y
cuando se ha perdido el amor, ¿qué queda? ¿Es en verdad una pérdida haber
amado? ¿Se puede perder el amor? Si bien siempre he defendido la idea de que el
amor se acaba, por muchas razones, y deja de ser lo que era antes, no pienso
que se pierda lo que se sintió y se vivió. Hemos cambiado y probablemente ya no
deseemos estar junto a esa persona, pero lo que la amamos no creo que se
pierda.
Amar
a una persona es algo que permanece, así lo vivo yo. Sin importar si estamos o
no con ella, y no creo que el triunfo consista en haber tenido una relación
duradera, o siquiera una relación, creo que el verdadero triunfo es la
capacidad de amar, sin importar las circunstancias y los ideales, sin importar
si se acaba o si nunca empieza una relación. La mayor lección en ese sentido la
encontré en la literatura, Severus Snape amó a Lily Potter toda su vida, a
pesar de que nunca fue correspondido, aún después de haberse casado con otro,
su enemigo. Ese amor lo llevó consigo hasta el día de su muerte. No es que haya
fracasado en conseguir casarse con la mujer que amaba, es que en sus
circunstancias, triunfó por haber amado.
Cada
quien tendrá sus propias historias de amor, ¿son un triunfo todas ellas? Es un
triunfo haber amado, en cualquier condición o particularidad. Eso es lo que
puedo concluir para estos apuntes.
Romeo y Julieta. Ballet Nacional del Sodre. |
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