martes, 26 de septiembre de 2017

De sismos y otros ismos

J. Ignacio Mancilla*





“Siempre pensé que las
cosas podían ponerse
feas pero no tan de prisa,
pero no de esta forma”.

António Lobo Antunes. El orden natural de las cosas.





¡Otra vez el 19 de septiembre! Como hace 32 años, la Ciudad de México (y también otras entidades de la República) fue puesta a prueba por la “naturaleza” y sus “temblores”. ¡Otra vez!

Y de nuevo la sociedad civil en respuesta inmediata rebasa, pero con mucho, la grandilocuencia de las autoridades que, apenas dos horas antes, se habían llenado la boca de retórica barata (Flatus vocis le decían los medievales); pues no se nos olvide que estamos en tiempos preelectorales y que el próximo año, el 2018 (en México todo), será definitorio para definir el país que queremos en lo inmediato.

Esto después de los fracasados sexenios de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018), consecuencia del no menos fallido sexenio de Vicente Fox Quezada (2000-2006), que, en su momento, generó tantas expectativas de cambio que jamás se cumplieron, lamentablemente, y sí, en cambio, fueron traicionadas.


Foto: Raúl Pérez (Proceso).


S-O-L-I-D-A-R-I-D-A-D, la escribo con mayúsculas y separándola, letra por letra, para que suene y resuene la hazaña de las y los ciudadanos, sobre todo de las y los jóvenes de esta generación, tan cuestionados todo el tiempo, por los etiquetadores de generaciones, pues fueron ellos los que tomaron la batuta de las acciones concretas de rescate y apoyos de todo tipo, con lo que el dolor de las muertes y pérdidas materiales no se hace menos, pero se siente menos gracias a esa S-O-L-I-D-A-R-I-D-A-D que nos debe llevar a reflexionar sobre nuestra capacidad autoorganizativa, más allá de las instancias oficiales, sin que nunca dejemos de reconocer a las y los funcionarios que sí cumplen con sus funciones (los hay), pero que también nos llevan a denunciar a las y los que medran con el dolor y las pérdidas ajenas, para sacar provecho en pos de sí mismos y sus partidismos, cinismos, valemadrismos y demás ismos. Graco Ramírez hace mano en esta actitud detestable.

2018 se nos presenta como horizonte inmediato, donde los calculadores y oportunistas de siempre, ya han hechos sus apuestas para seguir “viviendo” de los puestos y recursos públicos, sin cumplir sus responsabilidades y sin atender las nuevas realidades.

2018 se perfila, pues, como reto, pero también como oportunidad, otra, que tenemos para dirimir pacíficamente nuestras diferencias, en la perspectiva, clara, de que entre lo que se ha derrumbado, hoy, es también una cultura política específica: la priísta, sobre todo, pero también la panista y la perredista y, si me apuran un poco, más allá del nombre de Andrés Manuel López Obrador, que merece una análisis aparte,  también la morenista.

En fin, toda la política partidaria que hoy está en  entredicho.

2018 representa, pues, la oportunidad de construir, en los años inmediatos, las bases del otro México posible; aquél que deje las taras del priísmo en particular y del oportunismo, muy generalizado, de todos los partidos y colores políticos.

Todos tomados, lamentablemente, por lo más nefasto del priísmo, así lo han demostrado cuando han estado en el poder. Todos mimetizados en la detestable corrupción; incluso en el crimen organizado.

¿Qué hacer con la fuerza todavía viva de esa cultura que se fraguó como resultado de una Revolución institucionalizada y que todavía alcanzó una perspectiva lúcida en la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y que hoy se juega, quizás como su máxima expresión, en la figura y en las esperanzas que se plasman, según las preferencias electorales, en Andrés Manuel López Obrador?

¿Por qué ha sido imposible, en los hechos, que coincidan las aspiraciones electorales con las expresiones de cambio que vienen de suelos más hondos, como los del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y su expresión cívica conjunta con el Consejo Nacional Indígena (CNI), a través de la candidatura de María de Jesús Patricio Martínez?

¿Por qué los oportunistas de siempre, los de antes, pero también los de ayer y los de ahora sí hacen un frente, el Frente Amplio Democrático (FAD) y los que anhelamos un cambio profundo no podemos hacerlo? 

He aquí, desde mi perspectiva, el más grande reto que se nos presenta, actualmente, con miras al 2018 y que el sismo del 19 de septiembre de 2017, al remitirnos a otro sismo, el del 19 de septiembre de 1985, al lado de otros lamentables ismos, nos devuelve, radicalmente, a toda nuestra historia reciente y ya no sólo a la de nuestro pasado más lejano, por no decir remoto.

Son muchas las cosas sobre las que tendremos que hacer cuentas, históricamente, para poder despejar los sinuosos caminos del futuro; es decir, de lo que está por-venir.

Dependerá de nosotros mismos; de todas y todos los que anhelamos, desde el fondo de nuestro corazón, otro México.


Helguera.



Nota: He escrito estas breves reflexiones lleno de dolor, pero no dejo de ver la luz de la esperanza que las diversas acciones de S-O-L-I-D-A-R-I-D-A-D nos han devuelto. Ha llegado la hora de que no cedamos en nuestro deseo: el de que otro país más justo e igualitario se concrete, por imposible que parezca. Llegó la hora de auto organizarnos como sociedad civil y seguir adelante.  

    



*J. Ignacio Mancilla

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]









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