Inés M. Michel*
La semana próxima
este proyecto cumple tres años, concretamente el 23 de abril, fecha
en que en 2015 se hizo la inauguración de Cuerdas Ígneas
con un texto de mi autoría titulado La tercera fue la vencida,
donde hago una crónica sobre mi huída de la Universidad de
Guadalajara.
Ante el umbral del
tercer aniversario de un espacio que se ha ido construyendo con
palabras, me veo haciendo una retrospectiva de lo que he vivido,
repasando algunas de las inquietudes que compartí aquí; las
circunstancias son distintas de cuando inicié este intercambio con
mi papá, donde siempre se ha buscado el diálogo, las ideas cruzadas
y la exposición de posturas que nos permitan acercarnos entre nosotros y a quienes
nos leen. Un cambio importante acontecido durante este periodo de
tiempo tiene que ver con mi decisión de vivir en Ciudad de México,
un lugar al que le debo mucho sentimentalmente pues, aunque
originaria de Guadalajara, desde muy pequeña vine con mi madre y mi
padre a esta ciudad, creciendo y siendo parte de ella desde los dos
años hasta los catorce cuando decidí volver a mi lugar de origen.
Retornar a radicar en la capital era una decisión postergada por varios años, los planes
fueron tomando forma y mutando hasta que finalmente me decanté por
inscribirme a un diplomado en Estudios Literarios en la Universidad
Iberoamericana, lo que me llevó a mudarme y reiniciar en este ritmo
de vida frenético por el que es conocida esta urbe, a la par que
marcó mi regreso y reconciliación con los espacios universitarios, la Ibero fue un sitio que me maravilló.
Quizá uno de los
retos que se presentaron con mayor fuerza fue la tarea de encontrar
dónde vivir. Alojados temporalmente con una amiga de la familia, nos
enfrentamos a la búsqueda de departamento y a las terribles
inmobiliarias, a la necesidad de contar con un aval, a la realidad
relacionada con el encarecimiento de la vivienda, a la incertidumbre
que se presenta cuando no encuentras nada acorde a tus
gustos/presupuesto.
Toda la experiencia
del cambio me llevó a renunciar a ciertas comodidades a cambio de
obtener algunas libertades. Pude cursar el diplomado, que finalizó
el mes pasado, y nuevamente me enfrento a un panorama en el que tengo
que reacomodar mis actividades, planificar otros caminos. Por segunda
vez me mudé, y busqué otro espacio aquí en la misma ciudad y estoy
en una exploración nuevamente, que a grandes rasgos se afinca en la
necesidad de construir un hogar propio junto a la persona con la que estoy compartiendo mi vida.
En este trayecto me
he enfrentado sobre todo a mí misma, a mis miedos e inseguridades, a
mi carácter y a mi manera de entender el mundo. Lejos de la casa
familiar, aunque siempre contando con su apoyo tenaz que me fortalece
y me nutre, me he cuestionado a mí misma, teniendo como horizonte
aquellos sueños y deseos que se me presentan como imprescindibles.
La lejanía de ciertos espacios y también de personas, amigos y
familiares con quienes compartí trabajo, ideas y compromisos tanto
personales como profesionales tiene su costo, no soy indemne a él.
Por otro lado, conocer gente nueva y abrirse un camino propio en una ciudad que presenta tantas ventajas y posibilidades resulta un
aliciente. Las dificultades están y han estado a la orden del día,
las vamos sorteando conforme aparecen, la promesa para mí misma es
hacer aquello que me mueva a levantarme cada día sin remordimientos,
haciendo lo que me gusta, formar ese deseado hogar propio, que no
tiene qué ver solo con un espacio físico sino sobre todo con dónde
se afincan tus anhelos.
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