martes, 10 de abril de 2018

Entre (lobos) demonios te veas




J. Ignacio Mancilla*







Sobre La libertad del diablo (documental psicológico), de Everardo González





Los demonios andan sueltos, y han triunfado”.


Mario Ruiz Massieu




La frase que sirve de epígrafe a estas dolorosas reflexiones sobre el excelente documental psicológico de Everardo González, La libertad del diablo, fueron pronunciadas por Mario Ruiz Massieu el 23 de noviembre de 1994; año “bipolar” para México, en tanto el 1 de enero tuvimos el singular “levantamiento” del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el 23 de marzo el “asesinato” de Luis Donaldo Colosio para imponer, desde entonces, la lógica del miedo.

La frase completa fue la siguiente: “<<El pasado 28 de septiembre una bala mató a dos Ruiz Massieu. A uno le quitó la vida, al otro le quitó la fe y la esperanza de que en un gobierno priísta se llegue a la justicia. Los demonios andan sueltos, y han triunfado.>>”.

Muchas cosas han pasado desde aquel momento, entre ellas la descomposición no solamente política, sino social y humana; misma que, metafóricamente, da título a ese extraordinario ejercicio narrativo y cinematográfico de Everardo González: La libertad del diablo, y que se promociona como “documental psicológico”.

Vi dos veces el formidable trabajo de Everardo González, difícil, pero realmente muy difícil de ver, pues al tiempo que nos transporta a una estética visual y auditiva bella y de auténtica confrontación psicológica, como si estuviéramos ante un espejo múltiple, la cámara (mucho transcurre como el “testimonio” de personas enmascaradas ante dicho instrumento), nos arrastra al abismo de sus dramas, mismo que nos son narrados de viva voz, y que son, finalmente, la tragedia de todo México; de todas y todos nosotros.


Póster.

Inicia con una larga secuencia de voz en off con un fondo oscuro, como el de la larga noche que estamos todavía padeciendo, contándonos la “experiencia” de uno de los testimoniantes que dan cuerpo a toda la narración cinematográfica; y termina con el acto, real y simbólico a la vez de una de las testimoniantes principales, una madre, de quitarse la máscara ante la cámara fija, para así quedarse frente a nosotros, con ese rostro curtido por el dolor, ante una historia que ya sabemos en tanto nos ha sido contada su historia y drama.

Al principio voz sin imagen; al final, imagen sin voz, como confrontación atroz ante unas heridas abiertas, como la historia, que nos sabemos en qué terminarán en este atribulado país.

¿Cómo es que ha pasado todo esto? ¿Cómo es que lo hemos permitido? ¿Cómo es que no hacemos nada? ¿Nos decidiremos, este próximo 1 de julio a abrir las puertas del cambio, tan necesarias en México?

Los testimonios no son sólo de víctimas sino también de victimarios; de los que han participado del otro lado del horror, sin caer por ello en el maniqueísmo sino, antes bien, complejizando tanto a los personajes como las “causas” por las que se vieron involucrados, los victimarios, en semejantes sucesos.

Aquí quiero ponderar el trabajo de todos. La fotografía de María Secco es la más adecuada. No se diga la música, original, de Quincas Moreira. El guión es del propio Everardo González conjuntamente con Diego Osorno; la investigación la realizaron Daniela Rea y el propio director; la edición es de Paloma Castillo y, por último, la producción es de Inna Payán y Roberto Garza. Todos hicieron que me reencontrara con el cine mexicano, a pesar del tema. ¡Enhorabuena!

Pero retomemos nuestros hilos e interés.

En una entrevista para Procesotv, Everardo confiesa las enormes dificultades que tuvo para poder culminar este formidable documental. Las resume en tres: el económico, importante, pero el más relevante fue el de su posicionamiento ante esta estrujante realidad. Y esto último está muy bien resuelto en la narrativa del documental, pues logra, insisto, no ser maniqueo, al tiempo que recrea una tensión que nos involucra en las historias narradas que nos hacen reflexionar y tomar distancia, pero no sin generar la empatía necesaria hacia las víctimas.

¿Y los victimarios? ¿Cómo quedan ellos? ¿Cómo quedamos ante ellos? Estremecimiento absoluto.

Uno de los problemas que se le presentó a Everardo González es el de la violencia misma en el contexto de la sociedad actual, sociedad que todo lo convierte en espectáculo. He aquí un real problema de la sociedad y en este contexto, la cuestión del montaje mismo como dificultad, es decir, la decisión de lo que hay que llevar a la pantalla como el resultado final, en este caso del documental mismo. Más que atinado.

Vuelvo al profundo sentido de este trabajo cinematográfico y el por qué, desde mi perspectiva, reivindica al cine mexicano, pues retoma una de las dimensiones más complejas y difíciles de nuestra reciente historia, para confrontarnos con ella y elaborarla, catárticamente, como condición indispensable para poder ir más allá de la miseria humana de nuestros tiempos.


Póster.

Conviene aclarar que pude ver el documental en el contexto del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), más no sé si se está exhibiendo en toda la República, de hecho ya no se encuentra en cartelera.

La primera vez que la vi alrededor de cinco personas se salieron, estando pocas en la sala; la segunda no se salió nadie (también con poca asistencia), pero al final alcancé a oír una exclamación: “¡Ay, Dios mío!”. Sí, como dije al principio, es muy duro ver, pero, ¿voltearemos la mirada para otro lado?; o, finalmente, ¿optaremos por confrontarnos, en serio, con esta nuestra historia? Esa tan dolorosa y que hemos padecido durante los sexenios de Felipe Calderón Hinojosa (FECAL) y Enrique Peña Nieto (EPN) y han significado, los dos, atrozmente, una enorme sangría para todo México.

La verdad es una pena que este tipo de trabajos no se exhiban en más salas y por más tiempo; esto mientras los cines son copados por películas de nula trascendencia desde todos los puntos de vista. Donde el peor Hollywood lleva la mano.

Es por ello que las y los invito a que vean La libertad del diablo, es una experiencia a la que no podemos rehuir: es de nuestro destino histórico de lo que se nos habla y ante lo que se nos confronta, todo el tiempo.

No podemos dejar de vernos en el espejo que tan magníficamente ha construido Everardo González, de manera por demás excelsa, con ese instrumento tan moderno, maravilloso y poderoso: el del cine.

Y, como corolario, mando un saludo a Everardo González desde acá, desde este modesto Blog y mis más sinceras felicitaciones por los premios merecidamente obtenidos. Mis más sinceras felicitaciones a todo el equipo.









*J. Ignacio Mancilla.

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]











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