Inés M. Michel*
La vida, entonces, inicia con un golpe
en el trasero, y luego te sigue dando más,
muchos más, y al igual que al principio,
muchos de ellos no sabes ni a qué horas
ni por qué los recibes.
Todos, sin duda, son golpes de
bienvenida,
todos te señalan que ya llegaste o que
ya estás aquí.
Bendita vida, que te zarandea desde el
principio y que no te da tregua, pues cada coscorrón es un llamado a vivir, es
un llamado a estar despierto en esta trajinosa vida…
Héctor Mendoza.
Me
confieso desesperada, intolerante a las adversidades cotidianas, sumamente
inquieta cuando de afrontar todo aquello que simplemente no sale como yo
quiero. ¿De eso trata la vida? ¿De sortear obstáculos y hacer planes que salen
mal, o bien, y que nos exigen tiempo, sueño, vida…?
No
es que pueda decir que me ha ido mal en mi trajinar por el mundo, más bien al
contrario, quizá por ese bienestar dado, por razones en gran medida ajenas a mí,
es que estoy malacostumbrada a que las
dificultades deben irse rápido, a que aun en las pérdidas, y en cada problema,
deben salir las cosas a mi modo.
Mi
modo es único, y quizá muchas personas puedan decir lo mismo de sí mismas, lo
que hoy quiero anotar, afirmado ya con anterioridad, es que no me gusta seguir
consejos, mucho menos órdenes. Tampoco creo en las jerarquías “naturales” ni en
las establecidas. Nunca me satisfizo trabajar para alguien, menos si ese trabajo
me resta libertad o bienestar emocional. Es oportuno aclarar también que, en mi
reafirmación de ser libre, he sido objeto de cuestionamientos del tipo: qué caprichosa es esta niña… qué desobediente… qué rebelde… Como este texto trata de confesiones, diré que sí soy
muy caprichosa, y en ese capricho hay muchas luchas que he podido afrontar, aunque es probable que pudiera definirse mejor como terquedad, sí, ser terca es mi marca personal y es lo que a su vez me ha abierto
puertas que se mostraban sólidamente cerradas. También diré que soy muy desobediente,
demasiado, es culpa de que, aferrada a mis lecturas y creencias, me
niego a acatar aquello que no considero necesario. Ahondando más, no considero
que desobedecer sea un defecto, cuando tienes argumentos para ello, ni tampoco que
la rebeldía sea algo que acallar en tu interior. Claro que las leyes y reglas están
ahí, algunas tienen todo el sentido, muchas otras lo contrario, ¿hasta dónde
desobedecer, hasta dónde rebelarse? Cada una debe averiguarlo. Sobre el último
concepto, rebelde, solo atino a expresar que la rebeldía se me escapa, mis más
admiradas personas lo fueron en tantos sentidos que si me comparara quedo
debiendo, por lo tanto: no, para la rebeldía -entendida como yo la asumo- aún me falta
bastante.
Foto: Laura Williams (Tomada de: Moove Magazine). |
Consecuencias
de ser como soy: numerosas. La cuestión para hacer hincapié esta vez es
que conlleva suficientes satisfacciones. Me congratula, por ejemplo,
pensar en que de mí nunca se diría en un contexto bélico: esa mujer declaró que mató a
esas personas pues solo estaba siguiendo órdenes…
Escribo
esta disertación en primer lugar para mí misma, mientras me encuentro en un
contexto adverso, donde los planes de los últimos quince días me han salido un
tanto al revés, retándome continuamente a improvisar, pedir ayuda a mi red de
personas indispensables, frenar actividades, acudir a mí misma y pensar hacia
dónde voy y por qué; es claro que las respuestas, las únicas que me importan,
vienen de adentro, aunque por supuesto, hay ideas exteriores que son de gran ayuda para
reflexionar. Pero no, no he acudido a ningún dios ni diosa, tampoco a
autoridades familiares para que me indiquen el camino. Hablo con quien voy
necesitando, según el latir del corazón me lo señala. Dejaba constancia en mis
redes sociales de que creo que toda persona necesita seres humanos alrededor
para dialogar, mas yo nunca lo he hecho en búsqueda de un consejo final y
definitivo, insistiré en que no creo en esa metodología, puesto que aparte de
ajena a mis creencias me parece también limitada y sobradamente cómoda. Prefiero
la comezón de la incomodidad transitando por mis venas, que me empuje
diariamente a ser otra, no sé si una versión mejor de mí misma, como ama decir
la filosofía de autoayuda, pero sí otra, distinta de la de ayer, que va cambiando
conforme va viviendo y pensando.
|
¿Es
cómodo pensar y cuestionarse a sí misma? No lo es. Pensar y repensarse nos hace
sangrar, disentir con la realidad inmediata, angustiarnos, temer a lo que grita
nuestro interior, a veces sufrir (¿se puede ser libre sin sufrir daños?), tener
ganas de abandonar aquello que cuesta y en lo que nos jugamos la vida, puede
ser vivir lejos de casa, puede ser trabajar por nuestra cuenta, puede ser
aguantar las afrentas de una vida que no da tregua y nos recuerda constantemente
que somos vulnerables, que los golpes aparecen de pronto, aun en aquellas
situaciones donde parece estar casi todo resuelto.
Vivir
es también perder las certezas, ¿serán necesarias? Me inclino a pensar que no
lo son, que en esa incertidumbre las posibilidades infinitas, las maravillas de
estar viva, los caminos que se abren justo ahí donde la penumbra se hace más densa…
[Favor de escuchar mientras se lee lo siguiente]
Cierre
endiano que propongo para esta cuerda:
...Sin mirarle comenzaron a empujarle en
dirección a la grieta del muro. En completo silencio, Iwri no se defendió.
Cuando le expulsaron a través de la grieta soltó un grito desgarrador que
resonó en un eco múltiple por los pasillos y cuevas del laberinto mientras la
grieta se cerraba lentamente detrás de él. Todos lo oyeron, pero nadie
recordaría más tarde si había sido un grito de inmenso júbilo o un grito de
profunda y definitiva desesperación. (Las
catacumbas de Misraim, en La prisión
de la libertad, M. Ende, 1992).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario