miércoles, 1 de febrero de 2017

De muertos (asesinatos), fantasmas y (des/re)aparecidos (Parte II)




Nota preliminar: Esta es la segunda parte del texto publicado en este blog el 11 de enero.



J. Ignacio Mancilla*



Coda que, después de todo, también (des)aparecerá 


¿Por qué los filósofos se han ocupado tan poco de los fantasmas?

Excepto Derrida. ¡Ay Derrida, tan ausente y tan presente!

¡Como fantasma![4]

Fantasmas y espectros no son meros cuentos para niñas y niños; se trata, más bien, de lo que tiene que ver con aquello que verdaderamente nos importa: la lógica de las apariciones, de lo que más nos duele que desaparezca: el otro, los otros amados y hasta el gran Otro como posibilidad del amor y no solamente del odio (Epílogo del libro de Amalia Quevedo, ya referido).

Sí, es lo insustituible de la singularidad del otro lo que más nos lacera y lo que compensamos con la lógica de sus apariciones; en la que lo real es algo más que su mera patencia, para que el fantasma nos coloque, de lleno, con su efímera aparición, en lo emocional: en las expectativas y el miedo en tanto mecanismos supletorios que configuran mundo, hacen mundo; con el riesgo, siempre, de hacerlo inmundo. Es la dimensión horrible de lo siniestro en tanto horror, pero eso mismo es su potencia.

Así de complejo es el juego de la vida, que suele culminar en confrontaciones de muerte.

¿Y cómo, entonces, traer ante nosotros lo ausente?, sino mediante ese recurso que nos lo entrega como mero representante de la representación; es decir, como aparición, como fantasma o espectro que, por eso, no logramos asir, pero tampoco nos podemos deshacer de él; de ellos. Efecto visera le llamó el creador de la deconstrucción.



1er Encuentro Nacional de Psicoanálisis en la Cultura (nov. '16).
 De izq. a der.: J. Ignacio Mancilla, Marcela Martinelli.
Fotografía: Inés M. Michel




¡Ay, Julio César como me dueles!

¡Y con él los otros (42)!: Abel, Abelardo, Adán Abraján, Alexander, Antonio, Benjamín, Bernardo, Carlos Iván, Carlos Lorenzo, César Manuel, Christian Alfonso, Christian Tomás, Cutberto, Dorian, Emiliano Alen, Everardo, Felipe, Giovanni, Israel Caballero, Israel Jacinto, Jesús Jovany, Jonás, Jorge Álvarez, Jorge Aníbal, Jorge Antonio, Jorge Luis, José Ángel Campos, José Ángel Navarrete, José Eduardo, José Luis, Jhosivani, Leonel, Luis Ángel Abarca, Luis Ángel Francisco, Magdaleno Rubén, Marcial, Marco Antonio, Martín Getsemany, Mauricio, Miguel Ángel Hernández, Miguel Ángel Mendoza y Saúl.[5]

¡Y con ellos todas y todos nuestros muertos![6]

¡Cómo me lacera, todavía tu ausencia, papá (Simón Mancilla) y también la tuya, mamá (María Torres)!

¡Cómo me hiere, aún (Encore), que no estén aquí, en este mundo, mis hermanas (Celia, Rosa) y mi hermano (Simón)!

¿Por qué supe de tu secreto y “pecado” hasta el final?, cuando ya no podía hacer nada, querido hermano.

¡Cómo vivir sin ustedes!

Sin embargo…

… La vida sigue, moviéndose, para bien y para mal.

Aquí nos tocó vivir…

… En el México (y el mundo) de las afrentas (Ixca Cienfuegos dixit).

Pero, ¿se vale decir?: ¿¡Qué le vamos a hacer!?

Sospecho que no, que tenemos que afirmar, junto con Nietzsche, más allá del dolor y también del placer, diciendo: ¡sí a la vida!

Es el sentido, creo, de este I Encuentro Nacional de Psicoanálisis en la Cultura, organizado por la Escuela de la Letra Psicoanalítica (ESLEP) y la Revista Intempestivas (Revista de Filosofía, Psicoanálisis y Cultura).

¡Enhorabuena!

¡Por todas y todos los presentes!

¡Ha sido una buena apuesta!

Avalada, creo, por todas y todos sus asistentes y el entusiasmo que despertó desde su promoción y que hoy se hace patente en este espacio universitario; aunque destinado, como todo, a desaparecer.

Ahora sí, ¡qué le vamos a hacer!

Pero quiero cerrar mi intervención dejándoles, cariñosamente, una pregunta:

¿Cuándo aprenderemos, por fin, a vivir? (Jacques Derrida).

Si tuviera tiempo, seguro que de ninguna manera me detendría a explicar este enigmático sintagma; sino que, más bien y simplemente, lo que haría sería vivir.

Para así, aprender a morir y evitarme andar endilgando (inyungir, imponer) la muerte a otros, pues con la mía me basta.

Pero, ¿realmente me basta?

¿Acaso no infrinjo, siempre, la muerte a otro, a pesar de mí?

No lo sé, por lo pronto tengo que resignarme a la espera, en lo que adviene una aparición, por lo menos la de Julio César… aunque con gusto recibiría a los 42; sí, de hecho recibiría a todos mis muertos.

No sé ustedes.

Todo por la justicia, la que les fue negada a todos ellos.

A los muertos, a mis muertos.

Que nos perdonen.

Cuestión que no nos disculparía de olvidarlos; antes bien se nos impone su memoria, su historia, que es también la nuestra, la de todos ustedes, como dijera el indio yaqui.

Espero, pues, que no sea la desmemoria nuestro mal de archivo.

¡Ay Derrida, siempre reapareces!

Ya desde Marx, ya desde Freud.

Es mucho lo que nos hereda, lo que heredamos de él; así, Mal de archivo. Una impresión freudiana no puede, estructuralmente hablando, lo saben las y los psicoanalistas, ser del orden del bien.

¡Ay!

That is the Question, como sostuviera con todo su ser el procrastinador de Hamlet.

Pero, ¿podemos decir, junto con Hamlet y Freud que… “El resto es silencio”?[7]

Creo, más bien, que nos ha llegado el tiempo de actuar.

El tiempo apremia (Alain Badiou), pues tanto en México como en el mundo, al igual que en Dinamarca, algo anda mal, muy mal.[8]

Terriblemente mal.



Muchas gracias.


Leer Parte I (aquí)








Guadalajara Jalisco/Guanajuato, a 25 de noviembre de 2016.
[Fecha original de la ponencia].



  *J. Ignacio Mancilla


[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]














___________________


[4] No solamente Espectros de Marx. El Estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva Internacional, sino también Mal de archivo. Una impresión freudiana, me han permitido elaborar la presente reflexión. Seguiré con y en ella en la medida de mis posibilidades.

[5] Los nombres fueron tomados de la columna Navegaciones, de Pedro Miguel, del periódico La Jornada del jueves 22 de septiembre de 2016.

[6] En una nota de La Jornada de ayer jueves (24 de noviembre), nota que da vergüenza, el diario recoge dos textos; uno de Nicanora García González, la madre del desparecido Saúl Bruno García y el otro del abogado, Mario César González. El primero dice así: “Fueron policías uniformados los que se los llevaron y ellos saben dónde. Que nos los entreguen. Al amanecer, al anochecer, no puedo estar tranquilo. No sé si come o no, si está vivo o muerto. Si lo están golpeando o qué le están haciendo”. El otro es más que contundente respecto a la gran mentira: “Decir que la verdad absoluta y que el basurero de Cocula lo explica todo es una mentira total. Sólo provoca dolor adicional, la revictimización” (La Jornada nacional, 24 de noviembre de 2016). 

[7] Shakespeare, William, Hamlet en Obras CompletasV. II, Editorial Aguilar, Madrid, 1976. Hamlet. Príncipe de Dinamraca, la obra y el personaje, es primordial en el análisis que hace Derrida precisamente en Espectros de Marx; donde la figura del espectro ocupa un papel preponderante para la reflexión sobre la modernidad tardía y su dimensión cruel. Baste aquí recordar que dicha obra está dedicada a la memoria de Chris Hani, comunista sudafricano asesinado por neonazis el 10 de abril de 1993.

[8] Badiou, Alain, Nuestro mal viene de lejos. Pensar las matanzas del 13 de noviembre y las formas contemporáneas del fascismo, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2016, p. 93. Al igual que en el Cierre del Encuentro, el libro En busca de lo real perdido, del propio Alain Badiou me fue de mucha importancia en la elaboración del presente texto, libro editado por Amorrortu editores, Buenos Aires, 2016; la página referida es la 89.

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