jueves, 14 de diciembre de 2017

Breves reflexiones sobre el pronunciamiento de Miguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno de la Ciudad de México





J. Ignacio Mancilla*





El sábado 9 de diciembre de 2017, a muy temprana hora y en plena efervescencia de nuestros tiempos preelectorales con miras al 2018, Miguel Ángel Mancera (Jefe de Gobierno de la Ciudad de México) se pronunció públicamente, en el salón Murales del Antiguo Palacio del Ayuntamiento, con relación a la candidatura presidencial de Por México al Frente; esto según la nota de Gabriela Romero en La Jornada virtual, publicada a las 09:58 horas.

Este hecho deja en entredicho al Frente mismo, del cual él, MAM, fue muy activo; pero una vez que no se dieron las condiciones que le permitieran ser el candidato presidencial, se desmarca de dicho Frente alegando dos cosas fundamentalmente (concedámosle el beneficio de la duda, por un momento): Mediante la primera, hablando en primera persona, dijo: “lamento profundamente que no se haya dado un método o un procedimiento para competir abierta y democráticamente”; con la segunda, mostrándose muy preocupado por la reconstrucción de la CDMX, sostuvo, también en primera persona, que su lugar estaba en la Ciudad “encabezando las tareas de reconstrucción de mi querida ciudad, sirviéndole a mi gente, hoy mi deber está aquí con sus habitantes, permanezco como primer responsable del restablecimiento de mi ciudad, a la que me debo, me quedo a cumplir”.


Magú.


La tercera cosa, y esto ya lo formuló en tercera persona, dijo: la única razón para dejar su desinteresada tarea en la Ciudad, sería la de: “servir a la nación, a mi país, por ello continuaré aquí en la ciudad de México con toda mi fuerza y dedicación”.

Es de llamar la atención el repentino amor por la Ciudad de alguien que se ha dedicado a desmantelarla, desde el punto de vista social y de la habitabilidad (recuérdense los estragos del sismo del pasado 19 de septiembre, por las corruptelas, “fenómeno natural” que lo cimbró como precandidato presidencial), ya que todo el tiempo que ha fungido como Jefe de Gobierno lo hizo para ponerse al servicio político de Enrique Peña Nieto, directa e indirectamente, traicionando así el voto que lo eligió y al propio PRD, por mucho que los propios perredistas sean hoy sus más grandes traidores.

Desde esta lectura y perspectiva, si bien su pronunciamiento no causa ninguna extrañeza, sí generó mucho asombro y hasta perplejidad, por lo menos a mí, que a ese posicionamiento político, a todas luces convenenciero, lo haya acompañado el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas; cuya imagen bastante deteriorada, más allá de su gran papel como uno de los principales constructores del Partido de la Revolución Democrática (PRD), como consecuencia de la ya lejana Corriente Democrática, hoy en franco declive en ese bastión de la CDMX y que fue tan importante en lo que pudo ser y no fue, gracias entre otras cosas a Marcelo Ebrard, pero sobre todo a Miguel Ángel Mancera.


Cárdenas con Mancera.


Mucho es lo que habría que escribir sobre esta singular historia de un movimiento que se configura en partido y cuya pretensión fue la de una revolución democrática y que, hoy, ni siquiera es la cabeza de una contrarrevolución antidemocrática, sino la cola, dejándole al Partido de Acción Nacional (PAN, otros que también han traicionado su historia y principios), precisamente, la cabeza; es decir, la candidatura presidencial.

Es por eso que duele mucho ver al ingeniero haciendo semejantes papeles, ya que, como dice la canción de Juan Gabriel, pero ¿qué necesidad?

Todavía, creo, nos hace falta un análisis político detallado de la historia de los gobiernos de la Ciudad de México del PRD, entre ellos por supuesto el de Andrés Manuel López Obrador; pero lo que queda claro es la enorme distancia entre el primero de ellos, el del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y el último, el de Miguel Ángel Mancera, no se nos olvide que la sucesora del ingeniero Cárdenas, Rosario Robles hoy está del otra lado de la trinchera.

Es por ello nuestro pasmo y extrañeza, pues el primero representó la esperanza de un movimiento social que venía del ya reconocido fraude electoral de 1988 y el último no significa otra cosa que la claudicación y la traición por intereses personales que seguramente le redituarán grandes beneficios a MAM, pero que han hecho que el PRD pueda perder no solamente la Ciudad de México sino incluso su perspectiva de partido político, ya no digamos de movimiento alternativo al priísmo.

¿Cuál es el juego político del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en todo esto?

2018, que ya está aquí a la vuelta de la esquina, nos despejará estas dudas y desconciertos; para bien y para mal, seguramente.

Pero cuento, aquí, de paso, una interesante historia. Mucha conmoción me causó Carlota Botey y Estapé (1943-2011) cuando, allá por 2004 me dijo que quería renunciar al PRD y así lo hizo, públicamente, por medio de una carta publicada por La Jornada; en dicha misiva, de manera por demás sintética y elocuente, daba sus razones por las que no veía otra salida que la de dejar el partido que ella, junto con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, había coadyuvado a construir.

Cuento este asunto porque es parte, menor, es cierto, pero parte al fin, de un relato mayor que todavía está a la espera de ser narrado.

En fin… ya iremos desgranando esa memoria en la medida en que los acontecimientos del 2018 nos orillen a hacerlo.

Por lo pronto felices fiestas y, ¿qué decir del año venidero?


Lo esperaremos con temor y temblor, pero por supuesto que también con esperanza.       




*J. Ignacio Mancilla.

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]









   





 

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