J. Ignacio Mancilla*
El sábado 9 de diciembre de 2017, a muy temprana hora y en plena efervescencia de nuestros tiempos preelectorales con miras al 2018, Miguel Ángel Mancera (Jefe de Gobierno de la Ciudad de México) se pronunció públicamente, en el salón Murales del Antiguo Palacio del Ayuntamiento, con relación a la candidatura presidencial de Por México al Frente; esto según la nota de Gabriela Romero en La Jornada virtual, publicada a las 09:58 horas.
Este
hecho deja en entredicho al Frente mismo, del cual él, MAM, fue muy
activo; pero una vez que no se dieron las condiciones que le
permitieran ser el candidato presidencial, se desmarca de dicho
Frente alegando dos cosas fundamentalmente (concedámosle el
beneficio de la duda, por un momento): Mediante la primera, hablando
en primera persona, dijo: “lamento
profundamente que no se haya dado un método o un procedimiento para
competir abierta y democráticamente”; con la segunda, mostrándose
muy preocupado por la reconstrucción de la CDMX, sostuvo, también
en primera persona, que su lugar estaba en la Ciudad “encabezando
las tareas de reconstrucción de mi querida ciudad, sirviéndole a mi
gente, hoy mi deber está aquí con sus habitantes, permanezco como
primer responsable del restablecimiento de mi ciudad, a la que me
debo, me quedo a cumplir”.
Magú. |
La
tercera cosa, y esto ya lo formuló en tercera persona, dijo: la
única razón para dejar su desinteresada tarea en la Ciudad, sería
la de: “servir a la nación, a mi país, por ello continuaré aquí
en la ciudad de México con toda mi fuerza y dedicación”.
Es
de llamar la atención el repentino amor por la Ciudad de alguien que
se ha dedicado a desmantelarla, desde el punto de vista social y de
la habitabilidad (recuérdense los estragos del sismo del pasado 19
de septiembre, por las corruptelas, “fenómeno natural” que lo
cimbró como precandidato presidencial), ya que todo el tiempo que
ha fungido como Jefe de Gobierno lo hizo para ponerse al servicio
político de Enrique Peña Nieto, directa e indirectamente,
traicionando así el voto que lo eligió y al propio PRD, por mucho
que los propios perredistas sean hoy sus más grandes traidores.
Desde
esta lectura y perspectiva, si bien su pronunciamiento no causa
ninguna extrañeza, sí generó mucho asombro y hasta perplejidad,
por lo menos a mí, que a ese posicionamiento político, a todas
luces convenenciero, lo haya acompañado el ingeniero Cuauhtémoc
Cárdenas; cuya imagen bastante deteriorada, más allá de su gran
papel como uno de los principales constructores del Partido de la
Revolución Democrática (PRD), como consecuencia de la ya lejana
Corriente Democrática, hoy en franco declive en ese bastión de la
CDMX y que fue tan importante en lo que pudo ser y no fue, gracias
entre otras cosas a Marcelo Ebrard, pero sobre todo a Miguel Ángel
Mancera.
Cárdenas con Mancera. |
Mucho
es lo que habría que escribir sobre esta singular historia de un
movimiento que se configura en partido y cuya pretensión fue la de
una revolución democrática y que, hoy, ni siquiera es la cabeza de
una contrarrevolución antidemocrática, sino la cola, dejándole al
Partido de Acción Nacional (PAN, otros que también han traicionado
su historia y principios), precisamente, la cabeza; es decir, la
candidatura presidencial.
Es
por eso que duele mucho ver al ingeniero haciendo semejantes papeles,
ya que, como dice la canción de Juan Gabriel, pero ¿qué necesidad?
Todavía,
creo, nos hace falta un análisis político detallado de la historia
de los gobiernos de la Ciudad de México del PRD, entre ellos por
supuesto el de Andrés Manuel López Obrador; pero lo que queda claro
es la enorme distancia entre el primero de ellos, el del ingeniero
Cuauhtémoc Cárdenas y el último, el de Miguel Ángel Mancera, no
se nos olvide que la sucesora del ingeniero Cárdenas, Rosario Robles
hoy está del otra lado de la trinchera.
Es
por ello nuestro pasmo y extrañeza, pues el primero representó la
esperanza de un movimiento social que venía del ya reconocido fraude
electoral de 1988 y el último no significa otra cosa que la
claudicación y la traición por intereses personales que seguramente
le redituarán grandes beneficios a MAM, pero que han hecho que el
PRD pueda perder no solamente la Ciudad de México sino incluso su
perspectiva de partido político, ya no digamos de movimiento
alternativo al priísmo.
¿Cuál
es el juego político del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en todo
esto?
2018,
que ya está aquí a la vuelta de la esquina, nos despejará estas
dudas y desconciertos; para bien y para mal, seguramente.
Pero
cuento, aquí, de paso, una interesante historia. Mucha conmoción me
causó Carlota Botey y Estapé (1943-2011) cuando, allá por 2004 me
dijo que quería renunciar al PRD y así lo hizo, públicamente, por
medio de una carta publicada por La Jornada; en dicha misiva, de
manera por demás sintética y elocuente, daba sus razones por las
que no veía otra salida que la de dejar el partido que ella, junto
con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, había coadyuvado a
construir.
Cuento
este asunto porque es parte, menor, es cierto, pero parte al fin, de
un relato mayor que todavía está a la espera de ser narrado.
En
fin… ya iremos desgranando esa memoria en la medida en que los
acontecimientos del 2018 nos orillen a hacerlo.
Por
lo pronto felices fiestas y, ¿qué decir del año venidero?
Lo
esperaremos con temor y temblor, pero por supuesto que también con
esperanza.
*J. Ignacio Mancilla.
[Ateo, lector apasionado,
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
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