martes, 28 de agosto de 2018

Miedos de una niña que es (ya) adulta



Queridxs lectores: Este último martes de agosto abrimos las puertas de nuestro espacio a una publicación muy especial. Se trata de un texto de mi hermana, Isabel, quien ha decidido enfrentrarse a las letras y plasmar una reflexión que no nos será ajena a quienes somos adultos jóvenes en una época precaria y llena de incertidumbre. Cada quien recorre su propio camino y va adquiriendo sus propias certezas a su manera, vamos creciendo y afrontando lo mejor que podemos los retos que la vida nos impone. Con todo, creo que vale la pena explorar ese recorrido, uno que sea nuestro y en el que sintamos la confianza de poder equivocarnos, reconfigurarnos y avanzar. Como siempre, deseo que las letras nos acompañen e iluminen nuestro andar.

Inés M. Michel.

I. M. Lara


Ser adulto… un lujo obligado que me da temor afrontar.

Soy una chica de 21 años que, emocionalmente, se siente como de 11; estoy aquí, sentada en mi sala a las 10:30 de la noche, en penumbras, porque no hay luz desde ayer, jueves, 23 de agosto.

Y aquí, sentada, la cabeza me da mil vueltas, porque tengo muchos sobresaltos que no tocaron la puerta  y solo entraron a mi vida. Pavores de adulta, terrores de niña.

Asombros de niña como el hecho de que, a mis 21 años, me sigue dando pánico la oscuridad.

Cobardías de adulta que me atormentan… ¿cómo voy a hacerle para mantenerme en un mundo dónde la vida misma es un lujo? ¿Para comprar una casa? ¿Para terminar mis estudios?

Sentada aquí, pensando en mi pasado y en mi futuro; arrellanada aquí, en una penumbra irónica porque cortaron la luz de mi casa por no liquidarla, por no poder pagarla.


Foto: I. M. Lara.

Mi madre gana $4, 100.00 pesos al mes, tiene ya más de 60 años y se quiere jubilar, pero no puede. No puede porque hay muchas cosas que pagar (como la luz) y su salario no alcanza. Porque tiene una adulta niña a la cual cuidar.

Y yo aquí, a mis 21 años, con un recién encontrado trabajo que es muy bueno teniendo en cuenta el salario mínimo de México, pero muy malo si mis preocupaciones son no poder mantenerme yo sola; pagar comida, pasajes, otras necesidades básicas y, además, pagar la luz.

En un mundo donde más que vivir sobrevivimos, con lo que tenemos y podemos y nuestro único consuelo es decir: “pues ni modo, es lo que nos tocó”; y no porque no aspiremos a más, sino porque, simplemente, a veces la oportunidad no se presenta o las que hay (nos) son arrebatadas.

Así, llena de miedos, estoy sentada en la penumbra, donde la oscuridad (la vida misma) me obliga, por supuesto, a enfrentarlos. 



I. M. Lara.


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