jueves, 25 de junio de 2015

COLABORACIÓN ESPECIAL: "Educación" del capital (por Elis)




No cabe duda, algo está ocurriendo con la educación, algo del orden del malestar, inocultable, aquí en México, en Argentina y... más allá (¿del principio de placer?).


Como testimonio de ese malestar, publicamos el siguiente texto, al tiempo que abrimos en Cuerdas ígneas una columna para invitadxs. Y les recordamos a nuestros lectorxs, que la primera entrada (jueves 23 de abril de 2015) de este blog es, nada más y nada menos, que un testimonio muy personal de ese malestar.




GIF de la película The wall (Dir. Alan Parker, 1982, Reino Unido)



 “Educación” del Capital


Llevo 20 años de”aprendizaje” en la educación neoliberal argentina. No por los libros, sino por la vida misma supe desde antes de terminar la escuela, que mi educación no fue más que la justificación de lo injustificable, la teoría de lo burocrático, de la asimilación de “lo que hay” (acá en Argentina entre los jóvenes está de moda la frase “es lo que hay”, bastante irónico… ¿cierto?).
Una de las frases que más se repiten, además de la anterior, es “Deben educarse para ser alguien”. De modo que no solo vivimos en un sistema de producción que nos aliena para que seamos eficientes, no solo vivimos cargados de juicios moralizantes que nos dictan como debemos ser, pensar, actuar y hasta hablar; no solo vivimos aturdidos de discursos vacíos, consumismo, de intrusiva propaganda, de cínico patriotismo, de tanto conservadurismo disfrazado de progresismo, de todos los “ismos”… también nos educamos desde los seis años, en una academia que nos advierte que no somos nadie hasta que no terminemos nuestros estudios… y en tal caso, tampoco serás vos mismo, sino el proyecto de persona que tu sociedad cree que es más productivo o de no serlo, el menos “molesto”.
Nada más efectivo para el sistema, que personas que no saben quiénes son, que desconocen su naturaleza y que conciben toda posibilidad de acercamiento al sí mismo (vivencia que -creo yo- requiere sí o sí de una crítica fuerte de las realidades y de la sociedad toda que nos atraviesa), como algo conflictivo, vano, que no lleva hacia ninguna parte más que a la conclusión de que nada se puede hacer al respecto.
Si hasta hace más de 100 años, los hombres eran inyectados por las ideologías dominantes, con una dosis de Culpa de por vida, que arrancaba de raíz el impulso de vivir, de conocer, y sobre todo de de-construir y reconstruir, hoy en día, a 115 años de la muerte del hombre que me enseñó esto (el filósofo intempestivo, Friedrich Nietzsche, 1844-1900), esa inyección recibe el nombre de Impotencia, concebimos que las cadenas que nos atan fueron colocadas por un monstruo demasiado grande, como dicen los progres fatalistas y así lo repite mi generación con el discurso que las generaciones anteriores nos prestan y regalan amablemente, con la buena intención de que no nos maten en el intento de resistir y ofender.
Con muy pocas palabras pueden elaborarse grandes mentiras, que hacen a una forma de sociedad como maquinaria, a niños como alumnos, a profesores como abogados de discursos, y a personas humanas… como rebaño.
Un ejemplo simple que recuerdo es esa frase hija del miedo, que se repite una y mil veces en las escuelas y universidades, que repiten los políticos que nos educan, que nos desaparecen y nos niegan como clase, acá en Argentina… el típico “NUNCA MAS”. Nunca más la dictadura militar, nunca más 30.000 desaparecidos…Pero digamos sí a la dictadura del capital, sí a desaparecer discretamente de a poco a todos los que actúan en contra de este modelo político, sí a la persecución de los trabajadores, sí a la burocratización de la enseñanza…. digamos sí a todo eso porque es lo mas cómodo, o porque sencillamente a esto se ha llegado y no hay manera de cambiarlo pero sí de “mejorarlo”.
En Latinoamérica como en el mundo se está empezando a creer en el capitalismo bueno, o “menos malo”, en la violencia naturalizada, en el “algo habrán hecho”. La pregunta, si ya sabemos de dónde proviene esto, es qué acciones revolucionarias podemos organizar y llevar a cabo como docentes, como pensadores, como clase. Porque este siglo está dejando muy en claro que ya no nos podemos dar el lujo de escribir, de pensar, sino que con todo ello se debe hacer. Sarcásticamente, sin pretender una apología a la violencia pienso que es verdad que el capital ha generado su propio verdugo, pero no se caerá solo.
En ese sentido pienso, que la revolución es un proceso permanente. No existen épocas o etapas de crisis y revoluciones, como así lo proponía el stalinismo.
Por el contrario, la revolución es un proceso dialéctico, como la realidad misma, que deviene continuamente en los conflictos sociales de todo el mundo, en todos los ámbitos, en los que incluye necesariamente, el educativo.
Y este es, además de las ramas de producción, una de las claves para no solo resistir, sino para la insurrección y la reconstrucción de una sociedad de la Vida, y ya no de la muerte. Como docentes, estamos trabajando en el aparato que esgrime el capitalismo para incidir en la subjetividad de las personas, que es el sistema educativo. Siendo que la educación verdadera no es un sistema, o un aparato… Es vivencia de conocimiento, de asombro, es ganas de vivir y construir el mundo en el que vivimos, y en el que van a vivir los que vendrán mañana.

Me gustaría cerrar esta reflexión, citando el siguiente texto:

"La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente" (León Trotsky, Testamento, 27 de febrero de 1940).



Fotograma de la película The wall (Dir. Alan Parker, 1982, Reino Unido)


Elis
FB: Arien Amn Esiac


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