viernes, 26 de junio de 2015

TIEMPO (IN) SUFICIENTE. Sobre el carácter de la vida (humana), según Blade Runner, de Ridley Scott




J. Ignacio Mancilla*



[Texto presentado en los comentarios finales de la proyección de Blade Runner en Cinito Rete Divertido, cineclub de PlasmArte, el 24 de marzo de 2012]



El valor de la transitoriedad es
el de la escasez en el tiempo”.

Sigmund Freud, La Transitoriedad.


La temporeidad extático-horizontal
se temporiza primariamente desde
el futuro. En cambio, la comprensión
vulgar del tiempo ve el fenómeno
fundamental del tiempo en el ahora,
en ese ahora puro, cercenado de su
plena estructura, al que se llama
<<presente>>”.

Martin Heidegger, Ser y tiempo.


Solo nuestra carne divina nos
distingue de las máquinas, la
inteligencia humana se distingue
de lo artificial por el cuerpo,
solamente por el cuerpo”.

Michel Serres, Variaciones sobre el cuerpo.



La primera vez que aparece en la película el replicante Roy Batty lo hace diciéndose lo siguiente: “Tiempo”. Para afirmar inmediatamente: “Suficiente”.

De este modo, todo el drama de la película se va a jugar en la singular persecución del persecutor por el perseguido.

Del Blade runner por el replicante.

Es por ello que tomaré algunos textos de esa larga secuencia final, para, ante ustedes, pensar toda la (vida humana) película misma.

Pero antes, quiero hacer una reflexión general sobre el problema del tiempo, no sin considerar el título de este ciclo tan interesante:

El futuro es ahora”.
De hecho esta es la máxima expresión de lo que podemos llamar la ideología moderna, que no hay más futuro que el presente.

Viejo tema de la filosofía, particularmente de la Metafísica, el de la oposición entre tiempo infinito (eterno, perteneciente solamente a los dioses) y el tiempo finito (profano, exclusivo de la vida humana y terrestre).

Si para la cultura judía el futuro está vedado por razones religiosas y solamente se puede escrutar el pasado, para la modernidad el futuro es utópico y el pasado obsoleto, viejo, arcaico; de ahí que lo único posible sea el presente, el ahora.

Como se afirma en el título de este ciclo dedicado a la ciencia ficción.

No me detengo en todos los detalles técnicos de la película, pues en este sentido quienes organizan este interesante cineclub saben más que yo al respecto; me interesa detenerme en el sentido del filme, por lo menos tal y como yo lo entiendo.

¿Es suficiente el tiempo que vivimos los humanos (setenta años como promedio)?

¿Cuánto tiempo es suficiente para tener una vida plena?

¿La plenitud de la vida, nuestra felicidad, depende del tiempo o de su intensidad?

¿De la duración o de la experiencia?

¿De la cualidad o de la cantidad?

Acordémonos que cuando el replicante mata a su creador (parricidio de los tiempos postmodernos), debido a que éste no puede reparar su creación y hacer que viva más tiempo, y sobre el punto le ofrece todos los argumentos disponibles a su creación, pues la criatura le había dicho: “¡Quiero más vida, desgraciado!”.

Ya antes, el peculiar creador de ojos, Chaw, un científico asiático, había hablado de Tyrell diciendo: “Él sabe todo”.

Saber todo es poder todo, pero Tyrell no podía todo, por ello muere siendo cegado, una especie de Edipo en el espejo que nos devuelve, en el cine, el carácter terrible de todo saber y también de todo no saber.

Así, de la pregunta por el tiempo y de su interés por la “morfología, la longevidad” y las “fechas de inicio”, el interés de los replicantes, lidereados por Roy, va directamente al asunto de su origen; de su creador.

Y una vez que han asesinado a su creador, se da la verdadera lucha por el sentido de la vida, de su vida y aquí, para sorpresa de todos, la máquina, no obstante su aullido de bestia (recordemos que por lo menos en la tradición cartesiana la máquina siempre se equiparó a la bestia), muestra más sentido de la compasión y de respeto a la vida que el propio ser humano.

Pero detengámonos en esa secuencia final, reproduciendo algunos textos de ese tan intenso diálogo, de hecho es un peculiar monólogo de la máquina, teniendo como escucha al ser humano, que al final se queda azorado ante todo lo dicho por el replicante que, además decide, ¿de último momento?, no matarlo.

De hecho inclusive lo salva. Cuestión que le da más dramatismo al filme.

La persecución se da con la introducción del tiempo como horizonte donde se juega, diría Heidegger, todo el sentido del ser, es decir, de la vida misma; así, Roy le dice Deckard:

Te voy a dar varios segundos antes de ir por ti”.

En los segundos, en el instante o ahora es precisamente donde encontramos toda la problematicidad (Metafísica) del tiempo, porque ya Aristóteles afirmaba que el instante es y no es tiempo; es el límite del tiempo, y como tal fundamento del mismo.

Es decir, el fundamento del tiempo es el no tiempo, ya que en tanto éste es el propio transcurrir, cuando pasa ya no es, y por ello es tiempo pasado; y en tanto todavía no pasa, todavía no es, por eso es tiempo futuro, quedando el instante (ahora) como límite entre el tiempo pasado y el tiempo futuro, como límite del tiempo mismo, como el parpadeo (Augenblick) del tiempo, se dice en la lengua alemana, que estructura el todo de la temporalidad.

Pero Roy dice más; mucho más:

Deckard, cuatro, cinco… hay que vivir con ahínco”; en ese momento vuelve a sentir los estragos del tiempo (transcurrido), ante lo que dice: “¡No, todavía no!”.

Y bajo esa situación, habiéndose clavado una mano (¿rememoración del cuerpo de Cristo?), para de ese modo poder resistir mejor (¿con el dolor?), en el límite de su duración, le dice a Deckard:

Más vale que te muevas… si no quieres que te mate. Si no estás vivo… no puedes jugar. Y si no juegas…”

Seis, siete. ¡Al infierno o al cielo vete!”

Y ante la herida que le causó Deckard, el replicante le espeta al humano:

¡Eso me dolió!”

Eso que hiciste fue irracional, ya no digamos indigno. ¿A dónde vas?”.
Y más directamente:

Es un martirio vivir con miedo, ¿verdad? Así es la esclavitud”.

Y en la parte final, que alcanza su máxima expresión catártica (el término es aristotélico y se refiere al acto purificador que ejerce, en nosotros, el arte, en este caso el cine), el replicante, con una paloma en la mano, que soltará en el momento en que expira (¿llegará el tiempo en que las máquinas tengan espíritu?), dirigiéndose a Deckard, dirá:

He visto cosas… que los humanos ni se imaginan”.

Naves de ataque incendiándose cerca del hombro de Orión. He visto rayos C… centellando cerca de la puerta de Tannhäuser”.

Todos esos momentos… se perderán… en el tiempo… como lágrimas… en la lluvia”.

Es hora de morir”.

E irrumpe en el final de esta escena una especie de Alciabíades sobrio, magníficamente interpretado por James Olmos, dirigiéndose a Deckard:

Hiciste tu trabajo como un hombre. Supongo que acabaste ya”.

Y Deckard contesta:

Se terminó”.

Para dejarnos con una afirmación y una interrogante que resignifica toda la (vida) película:

Lastima que no sobreviva”.

Pero, ¿quién sobrevive?”.

Cuando él, Gaff, esa especie de supervisor silencioso de Deckard, posteriormente se daría cuenta que quedaría, ¿por lo menos un (replicante) sobreviviente?

Un sobreviviente.

Siempre habrá otro que nos sobreviva.

Pero, al paso que vamos, en este enloquecido ritmo del progreso, ¿tendrá sobrevivientes esta tierra?

¡Ay la fragilidad de la vida y la estupidez humana!

Blade runner es toda una lección de ética sobre el valor de la vida, natural y artificial, sobre como su valía radica, precisamente, en su carácter efímero, transitorio, como lo supo ver muy bien Freud; lástima que a estar alturas demos muestras de tan poca sensibilidad, pues somos los principales enemigos de la vida al empecinarnos en destruirla.

Desde esta perspectiva, más que poner el énfasis en el presente, en el ahora, nos deberíamos de preocupar por dejar abierto el futuro, en tanto éste es la clave, como sostiene Heidegger, de una comprensión más humana sobre el tiempo que no obstruya la posibilidad misma del futuro como el tiempo por-venir, más allá del tiempo presente.

Por último, celebro este Cineclub que nos ofrece no solamente la posibilidad de ver buen cine sino, también, de que reflexionemos sobre el llamado séptimo arte, que en el caso de Blade runner se justifica plenamente la expresión.

De ahí que la considere como una de las películas infaltables en mi videoteca personal.

Del mismo que tengo, por supuesto, libros infaltables en mi biblioteca personal. 

Guadalajara, Jalisco, a 24 de marzo de 2012 (fecha original del texto).



Fotograma de Blade Runner (Ridley Scott, 1982, EU).




A manera de epílogo.

(Pero lo que más celebro, ahora, es el regreso del proyecto de PlasmArte, pero ahora no solamente recargado sino, incluso, revolucionado; más amplio, mejor estructurado y mucho más ambicioso. Espero que se sotenga por muchco tiempo).




*J. Ignacio Mancilla
[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]










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