martes, 17 de octubre de 2017

30/35 años después… Blade Runner 2049




J. Ignacio Mancilla*



¿Todavía habrá vida humana dentro de 32 años? ¿Sobrevivirá la humanidad a sus estupideces? No lo sé; lo seguro es que un servidor ya no estará en este mundo, sin embargo partiré de esas, aparentemente, absurdas cuestiones para escribir sobre la reciente secuela Blade Runner 2049, “inspirada” en la película clásica y ya de culto de Ridley Scott, Blade Runner 2019, estrenada hace 35 años, en junio de 1982.

Cuando la estaba viendo, no podía dejar de pensar y compararla, era inevitable, con la primera versión, creo superior, en muchos sentidos, menos técnicamente. En 32 años la técnica de los efectos especiales realmente se ha sofisticado.




Rachael. Fotograma Blade Runner (1982).


En lo que sí gana la reciente versión es en la extensión de su tiempo; mientras la primera dura un poco menos de dos horas, 117 minutos exactamente, la segunda alcanza los 163 minutos, casi las tres horas.

Asunto que por minutos se sintió, más allá de la voluntad de uno; fue el cuerpo el que manifestó su descontento por un alargamiento que se sentía, por momentos, innecesario. Esto contra el hecho de que uno no se cansa de ver la primera versión. La verdad no sé cuántas veces la he visto.
En fin…

Pero vayamos al filme; técnicamente y fotográficamente logra transportarnos a una atmósfera visual casi irrespirable, muy postmoderna, donde el desecho de cosas es impresionante, haciéndonos pensar bajo su ritmo y modo, sobre el valor de la vida no creada (como in instrumento más) sino engendrada; “milagro” se le llama en la propia película. También en este punto la tensión cinematográfica lograda en la primera película es superior; sobre todo en la escena final, la de la confrontación entre Deckard (Harrison Ford) y Roy (Rutger Hauer), el replicante “asesino de su creador (padre)”, porque éste, finalmente, no pudo darle más “tiempo de vida”. Peculiar parricidio que mata no al que engendra sino al que crea. ¿Un remedo del asesinato de Dios?

En este punto la segunda entrega tiene lo suyo, en particular cuando el viejo Deckard le dice al oficial K, a esas alturas también nombrado Joe, con relación a su salvación para que éste pueda ver a su hija, “¿por qué?”; y “¿quién soy yo para ti?”.

La música es de Hans Zimmer, un claro homenaje a Vangelis, el creador de la banda sonora de la primera versión, memorable, pues, en más de algún sentido.

Los personajes ahora son, aparte de Rick Deckard (Harrison Ford), Gaff (Edward James) y Rachael (Sean Young), que reaparecen, aunque esta última mediante imagen generada por ordenador: Oficial K/Joe (Ryan Gosling), el policía cazador de replicantes (sucesor de Deckard), Joi (Ana de Armas), Luv (Sylvia Hoeks), la casi implacable mujer replicante, el Teniente Joshi (Robin Wrigth), Mariette (Mackenzie Davis), Doctora Ana Stelline (Carla Juri), la creadora de los recuerdos de los replicantes, Mr. Cotton (Lennie James), Sapper Morton (Dave Bautista), Niander Wallace, el fabricante de Cyborgs y sus ojos diabólicos, que crea pero no procrea (Jared Leto), Coco (David Dastmalchian), (Doc Badger) Barkhad Abdi y (Freysa) Hiam Abbass.



Fotograma Blade Runner (1982).


Insisto, la película se siente larga hasta la llegada del clímax, que es la confrontación entre Joe y Deckard, que se cierra, como ya se dijo, con el salvamento de Deckard por Joe y la muerte de este último por una causa humana, es decir justa.

Y, a estas alturas, ¿cómo podríamos denominar la relación de Joe con Deckard?; en la mítica narración, que él mismo se cree, ocupa el lugar de hijo y su comportamiento encuadra en ese lugar; incluyendo su sacrificio.

Es una posible lectura, no sin ciertas las ambigüedades que la propia narración cinematográfica nos marca.

¿Es por ello que Joe se deja golpear por Deckard y que todavía más, al final muere como resultado de su pelea con Luv por salvarlo? Evocando, así, el tema de qué tan humano puede ser un cyborg. Ya estamos, a estas alturas, casi en el cierre de la larga historia fílmica.

En este punto también hay su distancia entre el canto a la vida de la primera versión y lo que aquí, en Blade Runner 2049 se logra, cinematográficamente. No solo en cuanto a imágenes, sino también en cuanto al diálogo mismo; de hecho el monólogo de Roy, después narrado por Deckard (estoy hablando de Blade Runner 2019), alcanza una belleza y profundidad de lo más memorable en la historia del cine.

Mucho valor y mucha confianza se necesita para atreverse, como lo hizo Denis Villeneuve (conocedor del oficio y de ninguna manera mal cineasta) a filmar la secuela de lo que hoy ya es una película de culto; el resultado de ninguna manera es despreciable, solamente que no logró, esto desde mi perspectiva, el grado de excelsitud que en 1982 pudo alcanzar Ridley Scott con la primera versión de Blade Runner, aún a pesar de no contar con tantos recursos técnicos. Pero el cine, como ningún arte, no se puede reducir a mera expresión técnica, como cualquiera puede constatarlo.



Póster de Blade Runner 2049 (2017).


He aquí el verdadero problema, el de la creación, reto que habrá que enfrentar en cualquier ámbito artístico. En especial en el cine. Así, no todos alcanzan a expresarse de manera tal que ganen, sus productos, ese lugar de películas entrañables que siguen marcando todo una época y hasta la definen, ello incluso contra todos los adelantos técnicos por inventarse.

Pero la secuela tiene asegurado un mínimo de éxito, sobre todo cuando su creador avaló el actual proyecto del que también es su productor. Cosas del cine en tanto industria del entretenimiento.



*J. Ignacio Mancilla

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]










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