martes, 31 de julio de 2018

Vivir para escribir


Inés M. Michel*





Y todo el tiempo escribía. A través de la alegría y del dolor, escribía. 
Con hambre y con sed, escribía. Fuera buena o mala mi reputación, escribía. 
Con luz de sol o luz de luna, escribía...


Autiobiografía literaria de Thingum Bob, Esq. (Edgar Allan Poe).



¿Es la escritura una labor irrenunciable? Muchos escritores y escritoras nos dirán que sí, que se escribe por necesidad, porque les es indispensable para vivir. 

Sin embargo, también es común atravesar por sequías de letras, en las que aunque pueda haber muchas ideas revoloteando no llegamos a aterrizar nada en el papel. Y para desesperación de muchos, estas sequías a veces aparecen durante periodos en los que se tiene mayor tiempo libre de otras ocupaciones y por ende pudiera dedicarse más tiempo a escribir. 

En una charla con un poeta él bromeaba sobre la posibilidad de ganarse una beca y entonces abandonar todas sus actividades laborales para dedicar su tiempo completo a la poesía, situación que él planteaba como insostenible, pues nos decía que probablemente usaría el dinero de la beca para comprar alcohol y en los largos periodos desocupado de sus labores cotidianas no vendría ninguna inspiración. También comentaba que en su caso la escritura dependía de mantenerse ocupado en otros asuntos, de salir a la calle y convivir con personas que nada tienen que ver con los poetas, pues era durante esos periodos que se le ocurrían ideas; algo tan sencillo como un viaje en el transporte público le resultaba conveniente para escribir sus poemas.

Fue así que, también durante un viaje en transporte público, recordando esta plática, me pregunté si hay algo en el tiempo libre que desalienta la creación. A mí me ha ocurrido en numerosas ocasiones aquello de contar con mucho tiempo para escribir y no poder hacerlo por falta de ideas. Pareciera que la mente ocupada, hasta en la labor más banal o cotidiana, logra hilar pensamientos que de otra manera no pueden hilarse. Al ponernos a hacer tareas que aparentemente creemos ajenas a nuestra creatividad, podemos estar alimentando nuestra mente con  experiencias y ocurrencias.

Quizá el secreto está en no dejar ir esas ideas, porque cuando se presentan debemos aprovecharlas. Es ampliamente conocida la anécdota de J. K. Rowling, autora de Harry Potter, quien ha contado en múltiples ocasiones que la historia del niño mago se le ocurrió durante un viaje en tren. Al no tener cuaderno a la mano para poder hacer notas recurrió a servilletas para plasmar las ideas más importantes. 




Una de las recomendaciones que la famosa autora hace a los escritores es que nunca salgamos de casa sin un cuaderno y plumas, haciendo hincapié en que no nos fiemos de aparatos electrónicos que pueden descargarse o dejar de funcionar. Siguiendo ese consejo me hice de varias libretas y compré paquetes de plumas de colores que distribuí en mi casa, mi auto, mi bolso de mano y mi oficina. 

Una vez iniciado este sistema de escritura organizado por temas y espacios en los que escribo, fui preguntándome por los factores que ayudan o estimulan a la creación. 

En este momento creo que para escribir hay que vivir, y con vivir me refiero a involucrarse en todas aquellas actividades que nos conectan con el mundo: los traslados al trabajo, escuchar las noticias, sentarse en un parque, lavar los platos, platicar con un transeúnte. Las ideas están ahí, surgirán inesperadamente y será tarea nuestra acudir a las hojas en blanco para darles forma de escrito. A quienes anhelan tiempo libre para escribir, solo puedo decirles que no esperen ese momento de frenar sus demás actividades, tomen un cuaderno y escriban mientras la vida está sucediendo, se trata de vivir escribiendo y no cejar en ello.





Inés M. Michel.
@inesmmichel
I: inmichel

Ciudad de México, julio de 2018.

 *[Atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia.]







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