Inés M. Michel*
Abrimos las publicaciones del mes de julio tras conocerse los resultados de las recientes elecciones llevadas a cabo en México el domingo 1 de julio; una elección ya considerada histórica. Escribo esto esperanzada, contenta de haber podido ser partícipe de un cambio como el que representa el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y de su proyecto de nación, el cual abre un parteaguas en la historia mexicana en un sexenio lleno de sangre.
Quisiera dedicar este espacio a recordar brevemente algunos
sucesos que antecedieron a este triunfo y que dan cuenta de las décadas de
lucha que hoy llevaron a una victoria aplastante de la izquierda (aunque la naturaleza de esta izquierda ha sido cuestionada por considerarse que no cumple con todos los ideales de los movimientos izquierdistas), por primera
vez en la historia de nuestro país.
Recordemos aquel 6 de julio del año de 1988, ese día hubo una
jornada electoral donde se cometió una gran cantidad de delitos y se
presentaron múltiples irregularidades; conforme iban llegando los datos de las
casillas al sistema de resultados electorales preliminares, que, por cierto, se
implementó por primera vez en ese año, se supo que el ingeniero Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano (Frente Democrático Nacional) iba adelantado en el conteo de
la Comisión Federal Electoral. La ventaja de Cárdenas fue creciendo hasta que,
según informó el representante del Partido Acción Nacional, Diego Fernández de
Cevallos, el sistema se cayó. Una vez que este “se recuperó” y se volvió a
hacer público el avance en el conteo de votos, Carlos Salinas de Gortari iba
ganando la elección. Salinas fue declarado presidente electo con un porcentaje
del 50.36% de la votación. El fraude fue orquestado por dirigentes del PAN y
PRI en complicidad con la Comisión y de distintos funcionarios públicos, entre
ellos Manuel Bartlett, en ese entonces Secretario de Gobernación, quien el año
pasado, intentando hacer una declaración sobre un posible fraude en 2018, habló
del fraude del 88, un lapsus que no
pasó desapercibido.
A pesar de las manifestaciones y de la petición de anular las
elecciones por parte del FDN, la elección fue defendida como legítima y Salinas
inició su mandato.
Décadas adelante, durante las elecciones de 2006, otra vez
plagadas de irregularidades (muchas de ellas documentadas y expuestas a la luz
pública), ocurrió un fenómeno similar. Los candidatos Felipe Calderón Hinojosa
(PAN) y Andrés Manuel López Obrador (PRD - PT - Convergencia), se mantuvieron
en una contienda cerrada durante toda la campaña, aunque algunas encuestadoras
se empeñaron en hacer ver una ventaja considerable por parte de Calderón, con
números amañados y tergiversados. Finalmente, el día de la elección, los
resultados preliminares mostraron una tendencia a favor de López Obrador, que
conforme fue avanzando la noche se fue revirtiendo, dando como ganador a
Calderón por apenas un margen del 0.56% de los votos.
Nuevamente, hubo movilizaciones ciudadanas que manifestaron
su rechazo a los resultados de la contienda, pidiendo que se abrieran los
paquetes electorales para contar sufragio por sufragio, a lo que el Tribunal Electoral
se negó, aceptando solamente hacer un recuento parcial.
En cuanto al comportamiento de la gráfica durante el conteo
oficial, se detectaron anomalías, por lo que se pudo inferir que esta vez hubo
un fraude electrónico. El departamento de Física de la UNAM documentó estas
anomalías y las expuso en un documento que se puede consultar aquí.
A pesar de las exigencias ciudadanas y de un periodo muy
largo de manifestaciones, se impuso a Calderón como presidente, quien, a su
vez, en un ejercicio de fuerza, sacó al ejército a las calles, iniciando la
llamada Guerra contra el narcotráfico, que devino en cifras alarmantes de
violencia, asesinatos y desaparecidos.
Al término del sexenio calderonista, hubo un segundo intento
por parte de AMLO de llegar a la presidencia, liderando a los partidos PRD, MC
y PT, esta vez contra Enrique Peña Nieto (PRI), quien mostró durante toda la
campaña su poca cultura y su incapacidad de dialogar.
La visita de EPN a la Universidad Iberoamericana supuso un
duro golpe para su imagen al ser encarado por un grupo de estudiantes sobre las
atrocidades cometidas por las fuerzas del orden en San Salvador Atenco en 2006,
cuando él era gobernante del Estado de México. Tras intentar ignorar los gritos
y las consignas sobre lo ocurrido, Peña Nieto decidió dar un mensaje
autoritario y poco reflexivo, argumentando que la respuesta de las autoridades
estuvo bajo el marco de la ley (recordemos que hubo detenciones con lujo de
violencia, violaciones y abusos a mujeres detenidas, así como un gran número de
heridos y dos jóvenes muertos), además de que asumió la responsabilidad por los
hechos, tras lo cual terminó su participación, preparándose para salir de la
universidad. Fue entonces que los estudiantes se organizaron para esperarlo
afuera del auditorio donde se encontraba, con pancartas y consignas mostraron
su repudio a lo declarado por Peña, mientras coreaban “asesino”.
Lo que sucedió después es uno de los capítulos más memorables
de la última década pues, en un intento por huir de los estudiantes, Peña Nieto
se escondió en un baño, corrió por los pasillos de la Ibero y, finalmente,
terminó abandonando el campus rodeado de manifestantes y con el rostro
completamente demudado. En un intento por deslegitimar la protesta, su equipo
de campaña tachó de infiltrados a los estudiantes, acusándoles de actuar bajo
órdenes de detractores políticos del PRI, fue así como, en una ágil respuesta,
131 universitarios que habían participado en la protesta grabaron un video
mostrando sus credenciales y deslindándose de cualquier partido político. Así
nació #YoSoy132, posicionándose como un movimiento apartidista que escaló a
todas las ciudades del territorio nacional y a algunas más del extranjero, el
cual fue uno de los principales críticos de la candidatura de Peña, y después de
las elecciones, cuestionó la legitimidad del ejercicio electoral.
Marcha del 4 de julio (2012), Guadalajara, Jalisco, México. |
Con todo esto, la maquinaria del poder y sus artimañas,
lograron nuevamente en una elección irregular, como ya era costumbre llena de anomalías,
imponer a Peña. El INE dio como ganador a EPN con un porcentaje del 38.2%
contra el 31.57% obtenido por AMLO. Se denunciaron un sinnúmero de delitos
electorales relacionados con la compra de votos, hubo manifestaciones a lo
largo y ancho del país, derivando muchas de ellas en enfrentamientos con la
policía y detenciones con violencia.
Otro capítulo más iniciaba, dejando la esperanza de una
verdadera democracia por los suelos. Sin embargo, no dejamos de soñar.
Llegamos a 2018, nos encontramos con un país sumido en la
violencia y la desesperación, con miles de muertos y desaparecidos, familias
rotas y una economía en declive. Con este año llegó la tercera contienda para
López Obrador, un político que aún antes de ganar las elecciones, tenía ya un
lugar asegurado en la historia de México. Terco y aferrado a sus ideales, se
las arregló para seguir sorteando los ataques en su contra, esta vez con mucha
más calma de lo que lo había hecho en ocasiones anteriores. Muchos nos
preguntábamos si la tercera sería la vencida, si por fin había llegado el
momento en que el pueblo respondiera masivamente a la clase política dominante
de los últimos sexenios.
Creíamos que el triunfo de Obrador solo sería posible si se
lograba una votación masiva a su favor por parte de los ciudadanos. Fueron
revelándose los resultados de las casas encuestadoras y, con sorpresa, vimos
que iba muy arriba en las intenciones de voto, aún en aquellas que habían
pronosticado su derrota por un gran margen durante la campaña pasada. Los meses
corrieron y AMLO subía en las encuestas, alejándose más y más de Ricardo Anaya,
el segundo en las preferencias electorales. Ni qué decir de José Antonio Meade
quien siempre se mantuvo al fondo.
Como en periodos preelectorales del pasado, las campañas de
los otros candidatos se centraron en atacar a Andrés Manuel, haciendo uso de la
guerra sucia. Sin embargo, esta vez contábamos con un arma muy poderosa,
información que podía ser comprobada en tiempo real gracias a las redes
sociales y a páginas como Verificado2018,
una plataforma que, durante todos los meses de campaña, se dedicó a confirmar o
desmentir datos proporcionados tanto por candidatos como por sitios de noticias
e información. Fue así como la ciudadanía empezó a cuestionar muchas de las
estrategias de los partidos y de sus representantes, además de que el hartazgo
generalizado por el fracaso de las reformas estructurales y, en general, de la
política económica implementada por Peña era patente y compartido en muchos
rincones.
1 de julio 2018: el día de las votaciones llegó. Se pudo
sentir en las calles la participación ciudadana, que abarrotó las casillas
desde temprana hora. Había un aire de esperanza. En mi caso, debido a que mi
credencial sigue siendo de Jalisco, tuve que acudir a una casilla especial de
la delegación Cuauhtémoc para poder emitir mi voto. Eran las 7.30 horas cuando
estábamos afuera del Hospital General de México, ubicado en la colonia
Doctores, la fila ya le daba la vuelta a la cuadra, nos formamos y aunque aún
no estaba abierta la casilla, la gente empezó a organizarse, a sabiendas de que
solo había 750 boletas. Nos fuimos numerando y yo obtuve el 509. Supimos que
sería una larga espera, lo fue. Después de siete horas haciendo fila, gran
parte de ellas bajo un sol inclemente, y tras algunos sobresaltos pues llegaban
continuamente rumores de que ya se habían agotado las boletas, pudimos votar.
Me sentí emocionada al hacerlo, pensé que, si se lograba la victoria esta vez,
habría valido la pena todo.
Pasé la tarde inquieta, esperando que se dieran las ocho de
la noche, momento en el que se empezarían a dar los resultados preliminares.
Revisando las redes sociales, a pocos minutos de las ocho en punto, apareció un
mensaje en vivo de Meade, en él comentó que los resultados que se conocían
hasta ese momento no le eran favorables y que Obrador se perfilaba como
ganador. Mi sorpresa, de por sí grande, fue mucho mayor cuando en un lapso
cortísimo, otro video transmitido en vivo mostraba a Anaya haciendo
declaraciones similares y felicitando a López Obrador por el triunfo.
Lo imposible había sucedido, treinta años de lucha, de
pérdidas, de sueños truncados, de pronto se convirtieron en alegría, en una
cálida esperanza que retomaba sus bríos, un poco incrédula al principio, más
firme conforme iban pasando las horas. Decidí acudir al llamado de AMLO para
festejar en el Zócalo, lugar en el que encontré una gran fiesta a la que llegaban
personas de todas las edades y distintas clases sociales. La gente en el metro
y en la calle iba contenta, charlando en voz alta sobre lo acontecido, cargando
banderas de México y sonriendo.
Con el cierre del Programa de Resultados Preliminares el día
lunes, se conocieron los porcentajes que obtuvo cada candidato, Andrés Manuel
ganó la elección con el 52.96% de las votaciones, convirtiéndolo en el
presidente más votado en la Historia de México, con 30.3 millones 33 mil 119 votos.
Mucho habrá que hacer mañana, el próximo año y durante todo
el sexenio que viene. Nuestro compromiso cívico no ha terminado, apenas
comienza. Es nuestro deber ser críticos con el nuevo mandatario, y también
responsabilizarnos en colectivo con el rumbo que México va a tomar. Es tiempo
de celebrar sí, por esta victoria que nos tomó treinta años, es tiempo de
recordar a aquellos a los que no les alcanzó la vida para ver lo que estamos
viviendo, pero que lucharon hasta el final por conseguirlo, el triunfo también
les pertenece.
Fuimos realistas y
pedimos lo imposible…
ayer, cuando despertamos, el dinosaurio ya no estaba ahí.
Tomada de: bitacora.com.uy |
Inés M. Michel.
@inesmmichel
I: inmichel
Ciudad de México, julio de 2018.
*[Atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
No hay comentarios.:
Publicar un comentario