martes, 10 de julio de 2018

Un decálogo para... nosotrxs



Con el presente texto co-respondo, cariñosamente, a la entrega pasada de Cuerdas Ígneas; pero también respondo a otras voces, críticas y no tan críticas, del reciente proceso electoral y de su triunfador. Es mucho lo por hacer, pero también lo por pensar, no nos perdamos en las ramas y tampoco en el bosque. Nos ha llegado el tiempo; de nuestros actos, de todas y todos, dependerá lo agraciado o funesto de este momento histórico. No podemos eludir el bulto. Aquí nos tocó vivir.  


J. Ignacio Mancilla *



Así como escribí un decálogo para Andrés Manuel López Obrador (AMLO, el martes 2 de enero, republicado el martes 5 de junio), ahora presento lo que después del triunfo inobjetable del 1 de julio pienso, sinceramente, será el decálogo que nos corresponde en tanto ciudadanas y ciudadanos de México.

1.- No todo se lo debemos dejar al nuevo presidente electo (formalmente lo será hasta el 1 de diciembre), nos toca empujar ahí donde él mismo se encuentre imposibilitado, por las razones que sea: ya por sus limitaciones políticas, que  las tiene (viene de la auténtica y última rebelión nacionalista del PRI, la del Frente Democrático Nacional de Cuauhtémoc Cárdenas, a quien le cometieron una gran fraude electoral el 6 de julio de 1988); o por impedimentos estructurales y del sistema, sobre todo por parte de los poderes fácticos y las inercias meta institucionales de los poderes establecidos, que son muchas.

2.- Se trata de organizarnos, todas y todos, para empezar una serie de reformas de nuestras instituciones que ya dieron de sí: para encontrar la mejor manera de enfrentar los retos de la vida de ahora; en todos los niveles y exigencias del mundo actual. En esto no podemos ser pasivos. Llegó la hora de constituirnos y trabajar duro para hacer posibles los cambios tan necesarios. Que, lo sabemos, no se harán de la noche a la mañana y no será suficiente un sexenio.

3.- Ello en el ámbito de nuestro empleo pero también de nuestra colonia, barrio o pueblo. Tenemos que encontrar a las mujeres y hombres más capaces, que los hay y suficientes, para las actividades que se desprendan de las reformas indispensables que las universidades, escuelas, hospitales, estructuras vecinales, sindicatos, centros de trabajo, campo, salud, medios informativos, seguridad (sobre todo), medio ambiente (de suma urgencia), corrupción (primordial) y cultura nos están exigiendo ya desde hace rato, pero... no había más que corporativismo priísta, panista y perredista. MORENA tiene que ser, efectivamente, un Movimiento de Regeneración Nacional y si no lo es, ese será su gran fracaso. ¿Será también el nuestro?




4.- Esta ardua actividad se tiene que hacer considerando a las y los diputados y senadores, para exigirles ahí donde ellos tienen que co-responder, considerando la lógica de los tiempos nuevos y no ya el viejo corporativismo partidario, que tanto daño nos ha hecho. Las y los militantes de MORENA y sus diputadas y diputados y senadores tienen que inventar otras formas de hacer política vinculándose sobre todo con sus representados y con un verdadero movimiento social, político y cultural de renovación nacional. Ese es su gran reto, pero también es el de todas y todos nosotros.

5.- Mucho de lo que hay que hacer tiene que asentarse en la memoria; es decir, no podemos olvidar a todas y todos los que murieron, antes y ahora, en las luchas por transformar este país. Muertes injustas y de múltiples afrentas que siguen, hoy, clamando justicia. Ahí están los miles y miles de desaparecidos y los miles y miles y miles de asesinados de los sexenios de Felipe Calderón Hinojosa y de Enrique Peña Nieto. Sexenios de la muerte, los dos.

6.- Sí, habrá que implementar la reconciliación, pero que quede claro, desde ahora, que perdonar no es olvidar. Sí, en este camino es mucho todavía lo por andar y tenemos claro que la “curación” del desgarramiento traumático del tejido y de los lazos sociales, requerirá del esfuerzo de todas y todos, pero siempre desde la perspectiva de no apagar la voz de nuestras muertas y muertos que siguen, insistimos en ello, clamando la justicia que se les negó en vida: Ayotzinapa somos todos. Y San Fernando y Aguas Blancas y el 2 de octubre, que no se olvida y…

7.- Necesitamos crear el nuevo México, pero sin olvidar que la desigualdad es abismal en nuestro país. Que el clasismo y racismo anidan todavía en nuestra idiosincrasia, lamentablemente. Requerimos vernos al espejo, reconocernos en nuestros orígenes, en nuestra historia y cultura, con todas sus ambivalencias. Que hay cosas que ya no van, que precisamos hacer a un lado nuestros atavismos, en aras de lo que viene y que todavía está débil, como el recién nacido. Que los nuevos valores exigen de nuestros cuidados y… los viejos de nuestros entierros y duelos. Ya es tiempo.


Festejo en el Zócalo, 1 de julio (2018). Foto: Inés M. Michel.

8.- Estas tareas todas, no pueden pender de una sola voluntad: la del presidente electo (que desde el 1 de diciembre será, ya, el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos), de AMLO. Que tenemos que estar ahí, todas y todos, para hacerlo fuerte donde tiene que serlo, pero para decirle no donde hay que decirle que no, con respeto, pero críticamente. No puede ser ya de otra manera, el presidencialismo es una de nuestras instituciones que ya dio de sí, al igual que muchas otras, como la Universidad por ejemplo. Al igual que toda la educación que fue minada como un campo de lucha y que nos ha confrontado. De ahí la urgencia de su reforma, pero con las y los maestros y las y los estudiantes y no sin ellos, como quisieron hacerlo el (Partido Revolucionario Institucional) PRI, con el (Partido de Acción Nacional) PAN y, lamentable, también con el (Partido de la Revolución Democrática) PRD.

9.- Y es que habrá, sobre todo después del 1 de diciembre, cuando asuma formalmente los poderes formales, como siempre, “fuerzas oscuras” que intentarán doblegarlo; llevarlo al fracaso o, en el mejor de los casos, imponerle cambios para que todo siga igual. En la más añeja y clásica lógica gatopardista. Es ahí donde nos está reservado un lugar especial a todas y todos los mexicanos de abajo y de en medio. Y también a las y los que viven en el México de arriba, si así lo quieren en tanto mexicanos. Ese será el momento oportuno de nuestro protagonismo civil, social, político y cultural. Ese será el momento de la cuarta transformación de México.

10.- El pueblo mexicano ya lo hizo en otros momentos históricos. La Independencia, la Reforma, la Revolución. Nosotros todos somos sus herederos. Ha llegado el tiempo de la cuarta gran transformación nacional. Que el pueblo quiere ya sin la violencia de las otras. Ahí está el resultado contundente de estas recientes elecciones (más de 30 millones de votos). Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es conciente de ello, lo ha dicho. Y ha afirmado, también, que anhela ser un buen presidente. Que esa es una aspiración muy suya y legítima. Después de los presidente últimos que hemos tenido, de malos a pésimos, esta aspiración puede sonar a muy poco, pero, ¿lo será? Aquí, como en muchas otras cosas, el tiempo tendrá la última palabra. Y ya para terminar, insisto en ello, ¿podremos echarle una manita al tiempo? Yo digo que sí, y este es el horizonte que ahora se abre delante de nosotras y nosotros los mexicanos. En fin…

¿Hasta dónde estás, mexicana y mexicano, dispuesto a llegar?

Esta es la pregunta que les dejo.




P.D.

Este decálogo es para su consideración y discusión. La palabra la tienen ustedes, pero hay un más allá de las palabras, el ACTO. Ha llegado la hora de una gran praxis transformadora.  

P. D. de contexto.

Es lamentable, pero muy lamentable la descalificación electoral del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en aras de su “purismo revolucionario”. Se equivoca rotundamente y confunde perspectivas y tiempos, aliados, amigos y enemigos y a todas y todos los coloca en el tamiz de la gran revolución; y desde esa óptica parece que el sentir real de la gente, el de las y los mexicanos que votamos por AMLO desde el 2006, y ahora, en el 2018 en especial, no cuenta. Es, pues, una pena que el EZLN, no considere, en serio, el hecho de que todas y todos estos votantes, se decanten por una transformación electoral, como punto de partida. No como fin. Ello independientemente de que muchas y muchos crean que con su voto ya esté resuelto todo. Sabemos que no es así. Pero… como dicen, eso es harina de otro costal.           



*J. Ignacio Mancilla.

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]














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