Inés M. Michel*
Cumplí 31 años el 18 de enero de este año mientras cursaba el módulo de Poesía de Estudios Literarios de la Universidad Iberoamericana. Dirigido por la poeta Tania Favela, ese fue mi módulo preferido de los ocho cursados y dejó huellas profundas en mí, no solo la poesía vista sino la forma en que la abordamos, siempre pensando en cada poema como un suceso, como un juego de palabras, de lenguaje que trasciende en la medida de cómo dice, más allá del qué dice.
Un día antes de mi cumpleaños tuve
clase con Tania, a quien en un comentario previo le había platicado sobre mi aniversario
31, ella tuvo un gran gesto al final de la clase y se acercó para regalarme un
poema impreso de Hugo Gola, quien fuera maestro de la Ibero y gran influencia para
muchos poetas. El poema en cuestión es el número I de su antología Poemas (1960 – 1963), hecho por Gola
cuando cumplió 31. Fue así como llegó a mis manos este maravilloso presente,
causando una profunda impresión, la cual me llevó a dedicar mi trabajo final
para ese módulo a hablar de tal suceso.
Lo que les comparto ahora es una parte de esa reflexión, una suerte de ejercicio de escritura en la que utilicé la mano de Gola para guiar la mía y entrelazar lo que él transmite sobre cumplir 31 años con lo que yo experimentaba en esos momentos. Se trata, sobre todo, de un experimento, de soltarme en el lenguaje y decir(me) a través de un recorrido de palabras. Para que el texto sea claro, es necesario leer primero el poema referido. Lo dejo a continuación.
Tomada de: lamenteesmaravillosa.com |
Lo que les comparto ahora es una parte de esa reflexión, una suerte de ejercicio de escritura en la que utilicé la mano de Gola para guiar la mía y entrelazar lo que él transmite sobre cumplir 31 años con lo que yo experimentaba en esos momentos. Se trata, sobre todo, de un experimento, de soltarme en el lenguaje y decir(me) a través de un recorrido de palabras. Para que el texto sea claro, es necesario leer primero el poema referido. Lo dejo a continuación.
31
Si pienso en Hugo Gola, resulta una maravilla
de n(h)ombre, pronunciable en tantos tonos que en resumen funden el inicio del
Nombre con el final del propio. Me refiero, claro, al nombre del padre, al
apellido, nombre de familia, linaje. ¿Qué nombre elijo yo para identificarme
con, para, desde el mundo?
El Poema I resulta un golpe de palabras, un suceso. Uno que acontece
con sincronía perfecta
Las cosas
importantes terminan por llegar a tiempo, aunque sea a última hora y
aunque no estén
destinadas a la eternidad.[1]
¿Tendría una que morirse para saber qué
fue lo importante? Y…, ¿cómo saberlo entonces?
UNO LLEGA a esta altura
Pasé la línea preguntándome, siempre
preguntándome: cómo, por qué, a dónde. Los tropiezos se recalcan en cierto cuaderno
de dibujo del que no soy muy afecta a agregar nada más, se agregan, aun así, trazos,
trozos de desaliento, míos, de otros, propios, adversos,
una mira que se alcanza muy fácil[3]
muy difícil.
Está ahí el horizonte rojizo frente a
mí, nunca estuvo tan cerca, ni tan brillante. Casi lo alcanzo a tocar con la
mano izquierda, la que conduce irremediablemente al corazón. Recojo mi brazo,
aguanto la mano estirada y las ganas de correr hacia allá. Me acuerdo de él, de
que está a mi lado, que tiene miedo. Me freno, una borrasca llega
repentinamente, se oscurece la escena. Ya no hay sol, se instala la lluvia, el
vacío, la muerte.
La falta de aliento me impregna, los
pulmones se acartonan, resisten casi asfixiados, el agua sube por los costados
del cuerpo, la mente se embota y el recipiente triste que me contiene, frágil
vaso en que me encuentro, está a punto de verse disminuido a trizas por la
tormenta, estoy a punto de ser mar, de ser zozobra.
Uno llega a esta altura[4]
No sabiendo qué decir ni cómo.
Beckett, la historia del arte, ¿qué
queda?
¿Qué queda por decir (nos)?
Me sumo en el silencio, ignorando si
la vecina duerme o si el ruido encoge, no un ruido cualquiera, la estática… sh,
sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh, sh…
[Escuchar]
Normalmente las voces cubren el white noise, aunque nunca del todo.
Llega el silencio, adquiere
una presencia
terriblemente
grave
Uno recuerda[5]
Pausa para llorar.
Retomo donde (me) perdí la última
idea
pero es su
galope obstinado
el que vuelve[6]
asimos la extrañeza que produce, la
forma que traduce, tartamudea, traspasa, traspone, tambaleando, toneles, todos,
tristes… tragos, trompetas, ¿es ya el apocalipsis? Tipos de timos, toses
translúcidas, la academia, citar, APA, MLA, tantas cuartillas, termina la idea.
Uno llega
y de pronto
se da
cuenta
que el árbol
y las
calles
ya no
son
el mismo árbol[7]
¿Dónde quedó la niña de trece, la
joven de veinte, la adulta de ayer?
Supongo quedaron, están sin estarlo,
los puros
elementos
Uno abre de
pronto la ventana[8]
Comienza la mañana, tonos gélidos,
supervivencia, el café, los jefes, Milou, distancia en kilómetros que separan
el deseo del deber.
-
Deseo
estar contigo.
-
Debo
acudir al trabajo.
Así un cúmulo de obligaciones, no sé
cuántas nuestras, propias, dignas, justas.
Seguimos obligados. Estamos juntos a
mitad de la oración, mas no a mitad de la mañana.
Regreso al verso. Veo
la
terminación
de este
naranjo
y la de
todos los objetos[9]
1. El cuaderno de noventa hojas, color
verde, rayado. Útil.
2. La tinta azul marino que va a la
mitad del bolígrafo Bic que sí ha sabido fallarme, ¡y cuándo! ¡Y dónde! Útil
también.
3. El texto prometido que me propongo ya
no hable más de mí y se concentre en el poeta.
4. El listado inútil que precede estas
líneas.
Uno llega hasta aquí
y
ya no puede[10]
Este poema I me recuerda aquellos horizontes inalcanzables que, sin
embargo, se materializan cada tanto, convenciéndonos de su (im)posibilidad. Será
que somos senderos apenas dibujados entre la bruma, tempestades que alteran
La
dirección
de
todo
el
movimiento
Es
extraño[11]
Es terriblemente pronto para que
acabe la noche, (no) es la noche, son tus brazos que no están. Es
esta mano
que
tiembla[12]
escribiendo sobre lo importante, son
los versos que se atoran, el estómago que ruge, tiemblo imaginando que se acaba
este argumento, esta idea, el habla.
- ¿Hablamos
de nada?
- Hablábamos
de Gola, del Poema I, uno como
nombre, inicial de mi nombre, I, número I, letra I. ¿Será el p(r)o(bl)ema mío?
¿Para mí?
¿Hablará de esto o de aquello que me
falta? Que de pronto se revela implacable ante la luz adecuada en reacción con
el bromuro de plata.
una
libertad
desconocida
como la que sientes ahora
de pie
sobre esta llanura[13]
no quisiera voltear a observar si
está parado junto a mí, me gustaría volar, o soñar con volar, rozando apenas
con las yemas el horizonte rojizo, inalcanzable, ¡aquí está!
(Casi) lo toco.
Se ha ido.
Me concentro, medito, no quisiera
dejarlo ir,
se oscurece, una nube, avisos de
tormenta.
(Luego) el vacío
Una gota
Una lágrima
Yo.
Inés M. Michel.
@inesmmichel
I: inmichel
Ciudad de México, septiembre de 2018.
*[Atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
[1] M.
Heidegger.
[2] H.
Gola. Poema I (Poemas 1960 – 63).
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem.
[10] Ibídem.
[11] Ibídem.
[12] Ibídem.
[13] Ibídem.
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