martes, 18 de septiembre de 2018

In memoriam Max Rojas (1940-2015) [i]


J. Ignacio Mancilla*



“[…] puro miedo y sombra dominan sobre el mundo
y faltan cuerpos que den aliento al mundo,
sol al mundo,
agua a los desiertos […]”

Max Rojas, Cuerpos.




Descubrí tarde, no sé si demasiado, a Max Rojas. Excelente poeta nacido en la Ciudad de México y fallecido en ese mismo espacio urbano al que, otro poeta (Efraín Huerta, 1914-1982), le hiciera sus famosas declaraciones de amor y odio.

Y… sucede que en los ochenta, Rojas escribió El turno del aullante y Ser en la sombra, libros de poesía que lo convirtieron, ahora lo sé, en un escritor de culto. Pero… dejó de publicar durante 30 años y… después de ese silencio, regresó con un poema monumental (inconcluso e inédito en su mayor parte) intitulado Cuerpos.


Portada de Cuerpos. 

Enorme en tanto poetiza la vida toda y también la muerte y también las cosas con las que nos las habemos en tanto cuerpos vivos; pero también como cuerpos muertos, que no dan el ancho con respecto a los ideales pero que, mal que bien, nos avenimos, en tanto vivimos y en tanto morimos, a esos cuerpos perfectos e imperfectos. Las dos cosas a la vez.

Sí, Cuerpos, publicado en 2011 por CONACULTA, es de dimensiones impactantes (651 páginas); pero no solamente eso. Al parecer Max dejó, en la memoria de una de las personas cercanas a él (Sofía Rodríguez Fernández), de que Cuerpos implicaba, más o menos, una escritura de 3 mil cuartillas; es decir, Rojas proyectó Cuerpos como un poema (inacabable) de 25 apartados (el volumen aquí referido abarca, apenas, 6 de esos apartados) y 4 volúmenes, que todo parece indicar dejó inéditos,  como inacabada queda nuestra vida cuando (nos) adviene la muerte. Ella sí, todo el tiempo, en ediciones terminadas y completas, sin  necesidad de revisión ni nada que se le parezca.


Contraportada de Cuerpos.

Cuerpos es, por tanto, ¿el más grande poema que se haya escrito? No lo sé, pero de lo que sí puedo dar cuenta, es de la gran capacidad poética de Max Rojas en tanto poeta de la vida y de la muerte; en cuanto poeta de los cuerpos.

De modo que leer y disfrutar de Cuerpos es una experiencia a la que no solamente tienen que acceder las y los amantes de la poesía sino, también, las y los que no la quieren tanto.


Inicio de Cuerpos.

No puedo dar cuenta, en este pequeño texto, de tan inmenso poema. Sobre todo si desconozco la mayor parte de él, ¿cómo conseguir las partes inéditas? No lo sé. No obstante esto, nada me ha impedido disfrutar, leyendo y releyendo, Cuerpos; gozar su estilo, su forma y contenido, en tanto ese gran poema poetiza la vida toda, pero también, como ya lo dije, poetiza la muerte toda y el mundo todo con todas y sus  grandes y pequeñas cosas; que es ahí, en el mundo de lo cósico, donde transcurre nuestro vivir y morir en cuanto… cuerpos.

¿Cómo empieza, en sus primeras líneas esta proeza de poema?

Simplemente así, ¿simplemente?; y no en la entrada sino en su primera parte: Memoria de los cuerpos (Cuerpo uno):

“Cuerpos
                   hay que abolir el tiempo,
                                                           regresar a la esfera.
Sólo el círculo salva
                                    y no hay sino la urdimbre fantasmal
de los regresos y los viajes, las huidas.
Se huye.
Uno se vuelve sombra fatigada y se disloca,
                                                        se cuartea la huesumbre,
el alma se acongoja y se pierde su condición de almario
donde las penas y el amor que se extravió hace mucho
custodian su vigilia permanente a la espera del sueño,
del regreso corpóreo de lo ido.

Sombra ya
                  como caída y yerta, […]” (p. 21). 

Y, ¿cómo cierra?; digo, cerrar es un decir, tan inmenso poema; pues nada menos, pero nada más que así:

“[…]
“cuerpos que son, de cualquier modo, un júbilo terreno,
                                    pleno gozo o plena libertad a lo volátil,
                                                                       a lo eterno,
la sensación de ser lluvia o neblina,
                              la certeza de ser, siempre, cuerpo entero,
uno, indivisible,
   solo, pero húmedo,
                                         pero tibio,
                                                                  pero lleno,
bello, pero extraño, entre lo abstracto y lo concreto,
                                           forma y fondo ajenos, pero cerca,
forma y fondo míos, pero lejos
                                          pero eternos […] (p. 651)”.


Final de Cuerpos.

Así pues, vaya este escrito breve, en aras de la memoria de quien vivió y se desvivió (es decir murió) poéticamente.

Lo que es ya mucho sentir y decir, de la forma más plena, plenamente.  


*J. Ignacio Mancilla.

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
        














[i] En junio pasado, Max Rojas hubiera cumplido 78 años y en abril pasado cumplió, ya, 3 años de fallecido. Este texto es un pequeño pero sincero homenaje a tan importante poeta, cuya obra Cuerpos me ha deslumbrado, pues pocos textos me han enseñado tanto sobre este tema tan complejo y a la vez tan simple: el del cuerpo.

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