martes, 2 de octubre de 2018

La flama en el espejo



De un regalo (de dos) del miércoles 26 de septiembre

El miércoles 26 de septiembre, por la noche, asistí a la presentación de un muy singular libro: La flama en el espejo, compuesto por el poema del mismo nombre de Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013) y por las geniales ilustraciones de Daniel Kent. Presentaron Jorge Esquinca, leyendo su precioso Prólogo al libro, el editor Avelino Sordo Vilchis y Patricia Urzúa, la anfitriona, por parte del Museo Raúl Anguiano (MURA). Inesperadamente, recibí, de parte del propio Kent, el texto que hizo para la presentación (antes ya me había regalado su libro). La historia de nuestra amistad es muy peculiar y sería muy largo contarla aquí. Como respuesta a este gesto, le dije que si estaba de acuerdo en que su presentación se publicara en Cuerdas Ígneas, dijo que sí. De modo que sin más palabras va, como columna huésped, dicha presentación con algunas fotos y el enlace de la página web de Daniel Kent. En otro momento, daré cuenta, con todas mis limitaciones, de ese portentoso poema y de las no menos impactantes imágenes realizadas por Daniel, que hoy se conjuntan en un extraordinario libro editado por Avelino Sordo Vilchis y publicado por la )Secretaría de Cultura de Jalisco. (J. Ignacio Mancilla*).



La flama en el espejo

Daniel Kent


“El universo es una concha vacía donde tu mente juega eternamente”.
Antiguo manuscrito Zen.


Mi encuentro con el poema La flama en el espejo de Rubén Bonifaz Nuño, sucedió a principios de la década de los ochenta, gracias a un libro publicado por el Fondo de Cultura Económica, De otro modo lo mismo (1979), que reúne la obra poética que don Rubén había escrito hasta ese momento. En aquel tiempo ya tenía unos años practicando un tipo de meditación que consiste en sentarse frente a un espejo con una o dos luminarias encendidas y un platillo con incienso: justo como lo refiere el poema. Así que casi de inmediato comencé a trazar la primera imagen que aparece en el libro que hoy presentamos. Las restantes se fueron gestando y desarrollando a lo largo de casi 25 años en los que fui releyendo el poema, saboreando cada uno de sus versos y tratando de comprenderlos minuciosamente, al mismo tiempo que conseguía otros hallazgos por medio de la meditación.


Portada de La flama en el espejo.

Fue así como supe apreciar a profundidad el propósito oculto del ejercicio de meditación y sus beneficios. Y, resulta que —entre otras cosas— me percaté de algo que por ordinario siempre pasa desapercibido: cuando uno se mira, en las condiciones arriba mencionadas, con atención en un espejo, pasado algún tiempo al relajarse la mirada, trasciende los límites de la distancia entre nosotros y el reflejo, fugándose hasta un lejano y metafórico horizonte. Es decir, hay una proyección de la conciencia, que sucede porque no estamos confrontados con nuestra imagen, pues no nos miramos como nos ven los demás, con quienes sí nos confrontamos al mirarnos, y esto es así por el paralelismo absoluto entre las líneas que proyecta nuestro rostro y nuestro reflejo. Es decir, en el espejo nuestro ojo derecho mira a nuestro ojo derecho como lo hace también el izquierdo con el izquierdo, lo que nos ofrece la posibilidad de penetrar dentro de él en una suerte de ensoñación, que nos permite acceder a un mundo plagado de sensaciones, donde la imaginación se convierte en un vehículo de percepción.


Contraportada de La flama en el espejo.

De esa atmósfera percibida en el interior del espejo, del interior de nosotros mismos, vienen tanto los poemas de don Rubén como las imágenes que los acompañan en este libro, tan bellamente diseñado por Avelino Sordo Vilchis, a quién estoy muy agradecido por su empeño en publicarlo, como también a Jorge Esquinca por su prólogo que alquímicamente tiene la gracia de convertir la materia bruta en oro. A ambos los admiro, para mí han sido fuente de inspiración y apoyo. Finalmente, gracias también a la Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco, por su participación que finalmente posibilitó la publicación del libro, y a Patricia Urzúa por la hospitalidad que nos ha brindado al darnos un espacio en el MURA.

Muchas gracias.

Primer verso de La flama en el espejo.
Pintura inicial La flama en el espejo




















      *J. Ignacio Mancilla.

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
        












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