martes, 13 de noviembre de 2018

La Universidad de Guadalajara: pasado, presente y futuro


El pasado miércoles 7 de noviembre participé en un evento (¿Qué universidad tenemos, qué universidad queremos?); organizado por la Academia de Antropología Social y Etnología, de la Licenciatura en Antropología del Departamento de Historia del CUCSH. Fui invitado por Héctor Hernández. Fue un muy buen evento en el que también estuvieron Patricia Ortega Medellín (CUCS), Isaac Ricardo Gutiérrez Rubio y Jaime Torres Guillén (CUCSH). El texto que sigue fue mi participación; solamente agregué algunos datos e hice pequeñas correcciones. Ojalá hubiera más foros como ese en la Universidad de Guadalajara, hacen mucha falta.  

J. Ignacio Mancilla*


“[…] fe en la universidad y, dentro de ella,
fe en las Humanidades del mañana”.

Jacques Derrida. Universidad sin condición.


Hoy, miércoles 7 de noviembre de 2018, cuando han pasado exactamente 152 días naturales del triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con más de 30 millones de votos, y cuando faltan solamente 23 días para que asuma formalmente el poder como presidente de México, vengo con gusto a presentarles mis reflexiones sobre la situación pasada, la actual y también la futura de la Universidad de Guadalajara; mi Universidad, nuestra Universidad. No la de ellos, la del mal (auto)llamado Grupo Universidad.

La primera cuestión que habrá que plantearse es la siguiente:

¿Por qué la Universidad de Guadalajara no aparece rankeada en un nivel de importancia (internacionalmente), como le correspondería por su tamaño y muy considerables recursos públicos? (Más de 10 mil millones de pesos; mayor que el del Municipio de Guadalajara, que en números redondos anda en alrededor de 8 mil millones de pesos).



Portada de Universidad sin condición (Jacques Derrida).


¿Será porque un grupo de porros institucionalizados se apoderó de ella desde hace buen rato y promueve la mediocridad a partir de la “lealtad” política de facción y hasta facciosa?, (banda de “facinerosos” les llamó el general Federico Amaya Rodríguez en su tiempo, en un parte militar de la XV Zona dirigido a las autoridades civiles federales). Es una historia que poco se conoce, a la espera de un buen historiador o un excelente novelista.

¿Existe el acoso político, ideológico y laboral, tan nefasto como el acoso sexual, en nuestra Institución? ¿Y es, como tal, un impedimento para el crecimiento real de nuestra Universidad académicamente, al igual que en el orden del pensamiento crítico; incluso del pensamiento científico? Por lo menos a mi hija le hicieron la vida imposible, hasta lograr que desistiera de seguir estudiando en la Universidad, metiéndose incluso en su vida de pareja. A ese grado de bajeza y de poca institucionalidad llegan, dañando así lo que quieren proteger, supuestamente, la Universidad; los herederos de esa banda de “facinerosos”.

¿Por qué, más allá de los esfuerzos loables de sus maestras y maestros, investigadoras e investigadores y de sus estudiantes, mujeres y hombres, la Universidad, nuestra Universidad, insisto, no ocupa un lugar central en el terreno del pensamiento científico, filosófico; y también en el terreno de las humanidades y en el del arte y la tecnología?

Son cinco interrogantes muy serias que nos deberían hacer reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro, inmediato y mediato de nuestra Universidad y sobre si ésta, al igual que las otras universidades de nuestro país y las diversas instituciones de enseñanza, estarán o no a la altura y exigencias de un proceso de cambio institucional y pacífico, como fue el mandato de los más de 30 millones de votos que le dieron el triunfo a AMLO el pasado 1 de julio.

A esta alturas, todos sabemos que se ha hablado, no sé si prematuramente, de una cuarta transformación nacional. Después de la lucha por la Independencia (1810-1821), el movimiento de Reforma (1858-1861) y la Revolución (1910-1919, que fue, no se nos olvide, la primera revolución social del siglo XX). Dicho acontecimiento será o no será, dependerá mucho de qué tanto nos involucremos las mexicanas y los mexicanos en su consecución; ello a partir del 1 de diciembre próximo. En los hechos y no meramente de palabra. La batalla por el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) es, apenas, el inicio por esa cuarta transformación. Y las turbulencias ya asoman como signos de los posibles tiempos tempestuosos que nos vienen. 

Pero regreso a la cuestión de mi Universidad, de mi alma mater. Como el candidato independiente que fui, presenté en su momento, un sucinto diagnóstico de lo que tendría que ser la Universidad de Guadalajara del siglo XXI, siguiendo un texto de Jacques Derrida (1930-2004), el filósofo de la deconstrucción. Y llamé la atención sobre la explotación económica de las y los maestros de asignatura en el seno de la propia Universidad. ¡Cosa increíble!

Dicho documento sigue teniendo su pertinencia. No lo voy a repetir, por supuesto, pero sí voy a retomar su espíritu crítico en la medida en que nuestras autoridades, en las que campea todavía, a estas alturas, una especie de “cosa nostra”, son incapaces de responder por más que se les interpele, de manera directa, o se les haga cualquier señalamiento crítico; incluso allí donde las razones de tales observaciones son más que evidentes e incuestionables.


Hoja suelta con la leyenda:
Se ruega insertar, hace de "parergón" en el libro mencionado.

Se ruega fotografiar, I y II.

Y no es que uno los llame a responder por cuestiones privadas, sino  por asuntos públicos de nuestra Universidad que les corresponde, en tanto ellos han sido los responsables de que las cosas acontezcan del modo como acontecen en nuestra institución. Ello en la medida en que son sus instrumentadores y beneficiarios que quieren, como en el popular juego de la pirinola, ganar todo y no que todos ganemos. Puras ganancias y nada de pérdidas, así lo pretenden. ¡Mira, tú!; Dijera El Piporro: ¡pretenden!

Y lo hacen, porque siguiendo la lógica de la impunidad, no están donde están por una elección democrática sino porque así lo quiso el gran elector. ¿El innombrable?  ¿Carlos Salinas de Gortari (el reaparecido con Maquiavelo al fondo)? ¿Hay otro innombrable? ¿Es a él al único que le deben su puesto y su lugar? ¿Al único que le rinden cuentas? Todas y todos los demás les significamos nada, lamentablemente. Como les representa nada esta Mesa, este debate; excepto para las y los que quieren verdaderamente a su universidad, nuestra universidad. Pero tienen miedo de manifestarse. ¡Qué cosas!

¿Por qué, entonces, tendrían que responder(nos)?

De ahí su profundo desprecio por las y los maestros de a pie y por las y los estudiantes ordinarios, pues todas y todos nosotros no podemos hacer nada porque se muevan de su “confort” burocrático, político e ideológico. Ese que corresponde al de la “burguesía dorada”, según lo dijo, atinadamente, alguien con poca legitimidad no solo dentro de la comunidad universitaria sino dentro de toda la sociedad jalisciense y también reaparecido recientemente.

Los votos le hicieron pagar, como lo sabemos, semejante desprecio. Ya es historia pasada. Pero…

¿Cuándo seremos capaces, todas y todos, de pasarles  la factura a esa “burguesía dorada” por todos los desatinos con los que han sumido en la postración académica a nuestra Universidad?

¿Seremos capaces algún día?

Sé que en esta presentación demasiado apretada dejo muchas cosas fuera de esta larga y compleja historia de nuestra Universidad, que bien merece una gran novela histórica, pero en serio, no como la que ha hecho recientemente uno de sus funcionarios; o por lo menos que perteneció, pertenece, al círculo exclusivo del poder.

Bien, a pesar de todo lo que hace falta en esta sinuosa historia, no quería dejar de formular esta última cuestión que considero clave si verdaderamente queremos un cambio claro y distinto (disculpen el lenguaje cartesiano a destiempo) en nuestra Universidad.

Espero que en el diálogo que se abra, podamos disponer, todas y todos, de un poco de tiempo para desplegar algunas cosas más de lo que es necesario implementar para que nuestra Universidad advenga al lugar que le corresponde; esto dentro de una lógica de pensamiento crítico y no faccioso como el que ha imperado hasta ahora, lamentablemente. Ya no con amenazas directas, pero sí con acosos que repercuten en la posibilidad o no de seguir teniendo trabajo o de ser incluido en los intercambios académicos, en las becas y en los puestos administrativos tan bien pagados.
   
Esto debido a una ya vieja institucionalización de las fuerzas porriles que mucho daño le han hecho a nuestra Universidad.


El próximo abril se cumplirán 21 años de que Derrida dio esta conferencia en la Universidad de Stanford (California).
Hay en ella muchas cosas de suma actualidad.


Hasta el momento, cosa que es de lamentarse y que habría que remontar.

¿Estaremos dispuestos a ello? ¿Todas y todos?

¿Tendremos realmente un contexto favorable a partir del 1 de diciembre próximo?

Esta es la verdadera cuestión de una transformación real y democrática de la Universidad de Guadalajara.

Esta debe ser la tarea de todas y todos.

Esto es lo que pienso y es por ello que acepté la invitación de Héctor Hernández, para venir a exponer ese mi pensamiento ante ustedes, a pesar de que ya no pertenezco al Colectivo de Reflexión Universitaria (CRU); la única voz disidente en la Universidad, donde el miedo campea y hace presa de todas y todos.

De ninguna manera será fácil, cuando tenemos todo en contra.

Pero…

La historia tiene sus modos y caminos que son, como los del señor y como sostuvieran The Beatles, largos y sinuosos.
Muchas gracias de nuevo a Héctor Hernández por la invitación.



Guadalajara Jalisco, a 7 de noviembre de 2018 [Fecha original]. Auditorio Carlos Ramírez Ladewig, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y de Humanidades (CUCSH), de la Universidad de Guadalajara.    



*J. Ignacio Mancilla.

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
        






    
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario