Parte I
Para mi abuela Josefina,
ejemplo de vida y resistencia
Cada
vez estoy menos segura de aquellas certezas que creí sólidas. Eso sí, me aferro
con las uñas a ciertos ideales políticos personales, propios…
Cada
sueño se ha ido cumpliendo, y por eso agradezco, sin rezos. Estoy orgullosa de
mis esfuerzos, de mis lágrimas, mis muertxs, mi sed por las mañanas, mi ansiedad
por las noches (¿amanecerá otra vez o la larga noche por fin se asentará en
nosotras cubriéndonos con su cálido manto?), mi rabia, mis amados seres, esas
almas que me habitan, me acompañan, me pueblan, me inyectan aliento y ganas,
incluso allí donde el silencio se posa; el desasosiego que nunca se aleja
disminuye con estas presencias luminosas y tremendas.
Cada
paso resuena, son ellas, presencias de carne, sal y humo, su eco se escucha
lejano cuando me abrumo, cercano cuando respiro.
Cada
palabra, cada una de sus palabras sin decir y también las dichas, me acompaña,
me recompone; otras palabras que suenan a cristal afuera en la jungla me
resquebrajan, por momentos me voy con esa idea a casa, de que soy la más frágil
y vulnerable, incapaz de lidiar con las batallas cotidianas, con la gente que
pulula y me mira.
[Pausa para respirar]
[Pausa para respirar]
Vivo. Mis nombres me acompañan, sus nombres, como el de mi abuela que siempre se
presentó como Josefina Díaz viuda de
Michel, a sus órdenes.
Entonces…
Inés M. Michel, respondo y firmo, porque llevar el apellido materno -paterno
para mi madre-, es también una decisión política.
P.
D. La segunda parte llega el próximo 26 de septiembre, en una secuencia
atípica para Cuerdas (normalmente intercalamos autoría papá y yo) pues mi texto lo exige así esta vez.
Ciudad de México, septiembre, 2019.
[Atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
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