Nietzsche
como sinthome[1].
Hacia una lectura de las cartas de la locura de Nietzsche (en específico de la
carta del 6 de enero de 1889, dirigida a Jacob Burckhardt)[2]
J. Ignacio Mancilla*
Imagen tomada de: Descubre nombres - Ver aquí |
[Texto generado para la presentación del libro Psicoanálisis con arte, de Helí Morales, del jueves 26 de noviembre de este año].
A
manera de entrada y justificación
Leer de la mejor manera la
locura del filósofo Friedrich Nietzsche es una tarea sumamente arriesgada. Lo
que intentaré aquí, de manera preliminar, es conjeturar a partir de los
lineamientos de la teoría lacaniana de la psicosis, la dimensión sinthomática
del derrumbe mental del maestro de los aforismos.
Para lo cual tomaré en
cuenta lo que se da en denominar como cartas de la locura. Pero todavía seré
mucho más específico, pues será una misiva en particular la que pondré en el centro
de mi atención, pues no obstante que Nietzsche ya ha ingresado en la locura, su
escritura no deja de tener una dimensión de crítica radical, sumamente
congruente, en varios niveles de reflexión que simplemente enunciaré, al tiempo
que podemos ubicar los signos de la radical des-subjetivación del creador del
Ultrahombre (Übermensch), además de ser el pensador que hizo popular la
expresión moderna de “Dios ha muerto” como significación del más radical
ateísmo, hasta entonces.
¿Qué niveles de crítica están
implicados en la carta mencionada?
Eso lo expresaré a
continuación, pero antes es necesario detenerse en los antecedentes inmediatos
de la locura de Nietzsche.
1. El inicio del colapso: el suceso del
caballo de Turín
Pocos sucesos en la vida de
Friedrich Nietzsche están tan documentados como el hecho del famoso caballo de
Turín que, golpeado por su cochero, hizo que el filósofo del eterno retorno de
lo mismo, quizá como única defensa posible, se abrazara del caballo y llorara,
para después desvanecerse, como consecuencia, ya, de la manifestación abierta
de su locura y como preludio de su pérdida de identidad y de la capacidad de
uso de su nombre propio.
Como es sabido, Nietzsche
llegó a firmar algunas cartas de la locura con los nombres de Dioniso y El Crucificado,
haciendo alusión al Dios cristiano.
2. Las cartas de la locura en el conjunto
de la textualidad nietzscheana
Finales de 1888 fue
catastrófico para el filósofo errante, como le llamó Curt Paul Janz; venía de
un periodo sumamente creativo y productivo, en el que escribió, entre otros
libros de suma importancia, su autobiografía, Ecce homo. Cómo se llega a ser el
que se es y El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo; en el primer texto,
publicado por Nietzsche se hacen bastante evidentes los estragos de la locura.
Mientras que en el segundo,
publicado póstumamente, no obstante su estilo estridente, es bastante difícil
situar, en su textualidad, la locura misma, no obstante la radicalidad de su
crítica al cristianismo; en particular a su moral. Cabe aclarar que este libro
fue rescatado por un teólogo, Franz Overbeck, colega de los tiempos de Basilea,
quien fuera a Turín, precisamente, a rescatar al amigo.
Lejos de ello, es un libro
más que coherente, con una lógica argumentativa más que consecuente con todo lo
escrito hasta ese momento, particularmente con su crítica de la moral como la
instancia que constriñe el mundo, la vida, la corporalidad y lo sexual; y su
voluntad de poder y su poner en el centro de su hilo argumentativo a Dioniso,
planteamiento que hizo desde su primer libro: El Nacimiento de la tragedia o
Grecia y el pesimismo.
3. La carta a Jacob Burckhardt del 6 de
enero de 1889
Esta misiva es paradigmática
del carácter atípico de la locura de Nietzsche.
Ello por varias razones, mismas que intentaré desplegar en este apretado
texto.
En primer lugar Nietzsche
todavía la firma con su nombre, aunque, al mismo tiempo, en ella se asume como
“todos los nombres de la historia”; al tiempo que también prefiere ser un
simple profesor de Basilea antes que Dios, además de reconocerse en Chambige[3], un “criminal decente” y
otras identificaciones que son una muestra clara de su despersonalización que
culminará en el más absoluto silencio del filósofo del martillo.
La carta es una radical
crítica a la moral de su tiempo, al saber escolar de aquel entonces, a la
injusticia social y económica y otras cuestiones de ninguna manera menores.
Hacer un recuento puntual de
lo jugado en esa singular carta es aquí imposible. Es tarea de un curso.
A
manera de conclusión y como cierre provisional
Leer, pues, en su dimensión
más compleja la locura de Nietzsche significa hacer una interpretación de cada
una de las cartas y de toda la obra gestada en esa situación, para preguntarse
por su valor y su legitimidad de obra.
Esto en primer lugar y,
posteriormente, en segundo lugar, representa detenerse, por las significaciones
desplegadas en sus múltiples sentidos, concebir la locura como el costo, y
también como el sacrificio que, una época toda, representó para uno de los pensadores más libres de Europa.
La expresión es del propio
Nietzsche y ha sido retomada por Peter Sloterdijk, filósofo alemán
contemporáneo, que se define a sí mismo como nietzscheano de izquierdas.
El libro de Helí Morales que
esta tarde presentamos, Psicoanálisis con arte. Lenguaje, goce y topología,
Palabra en vuelo y Ediciones del deseo, México, 2015, 411 pp., particularmente
en su cuarta parte, me posibilitó otra lectura del fenómeno psicótico de
Nietzsche; un tipo de lectura con la que uno puede interpretar la locura del
filósofo bigotón como síntoma y al mismo tiempo como sinthome.
De este modo, tendríamos un
paradoja, que va más allá de la mera significación social del síntoma, ya que
el ateo más radical podría ser entendido, desde esta lectura, como un santo
hombre, para jugar con el juego escritural en francés propuesto por Lacan en su
peculiar seminario donde trabaja, precisamente, la escritura de James Joyce y
su supuesta locura, como ya se mencionó.
Este no es el único valor
del libro de Morales, tiene muchos otros, por ejemplo su valiosa propuesta de
un nuevo sujeto de la humanidad, tan indispensable para estos tiempos aciagos y
de penuria espiritual.
Pero en esta presentación de
esta tarde-noche he querido destacar esta dimensión del nombre propio y su
pérdida, con relación a la des-subjetivación de la locura, al tiempo que
menciono que se trata de un texto que considero excelente; de hecho el mejor
que ha escrito Helí, al que me une no solamente una amistad sino, también, el
trabajo conjunto por el mundo de las letras en su sentido más radical.
Por tanto, hacer una
valoración más exhaustiva de dicho libro, requeriría otro espacio y otro
dispositivo diferente al de una presentación; para así entrar en su
argumentación y desarrollo, así como en el de su pertinencia para los tiempos
actuales.
Hecha esta aclaración, no me
resta más que decirle muchas gracias por su invitación a presentarlo y muchas
gracias a las y los organizadores, así como a las autoridades universitarias
que posibilitaron este evento, aquí, en el auditorio Rodolfo Morán.
[Ateo, lector apasionado,
[Ateo, lector apasionado,
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]
[1]
Seguimos el juego homofónico que hiciera Lacan en su famoso Seminario sobre
James Joyce, en el que reflexionó sobre si el renombrado escritor irlandés
estaba loco o no y que consiste en una relación compleja entre la noción de
síntoma y la escucha, en francés, entre síntoma y sinthome.
[2]
Versión escrita de la presentación del libro de Helí Morales, Psicoanálisis con
arte. Lenguaje, goce y topología, en el auditorio Rodolfo Morán, del Centro
Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), de la Universidad de Guadalajara,
el 26 de noviembre pasado.
[3]
Henri Chambige, estudiante de derecho y escritor aficionado con preocupaciones
filosóficas que, en tiempos de Nietzsche, había asesinado a su amante y fue, en
su momento, un escándalo del que Nietzsche estuvo al tanto.
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